el brexit y las tensiones políticas amenazan la paz

Los 90 fueron oscuros en Irlanda del Norte y, tras años de la luz, las sombras vuelven a cernirse sobre el territorio. La isla se ha visto asolada en las últimas semanas por enfrentamientos entre católicos y protestantes, con la capital, Belfast, como epicentro del conflicto. Católicos y protestantes se ven de nuevo las caras recordando tensiones pasadas, aunque esta vez sazonados con los estragos del brexit. Irlanda fue uno de los puntos clave durante las negociaciones entre Londres y Bruselas y, aunque el objetivo era dejarlo todo negro sobre blanco, parece que ha quedado algún cabo suelto.

La última semana ha sido especialmente conflictiva, con coches incendiados, lanzamientos de cócteles molotov y protestas que los gobiernos no han sido capaces de controlar. El Ejecutivo británico del tory Boris Johnson hizo un llamamiento a la calma, pero no aplacó los ánimos. La imagen más impactante fue la de los actos violentos que se produjeron en el muro de la paz, en Belfast, que separa los barrios católicos (mayoritariamente republicanos y partidarios de una única Irlanda) de los protestantes (unionistas y favorables a formar parte del Reino Unido). Son los disturbios más graves desde la firma del acuerdo de paz, hace ya más de dos décadas.

En el nuevo (pero viejo) escenario en Irlanda del Norte hay dos razones: la salida del Reino Unido de la UE y las viejas heridas políticosociales que no se cerraron del todo en su momento. Desde el punto de vista geográfico Irlanda del Norte forma parte de Irlanda, pero políticamente es una pieza más del Reino Unido. El acuerdo entre Londres y Bruselas tuvo uno de sus elementos más espinosos en la forma de evitar que no hubiera una frontera entre Belfast y Dublín. La ausencia de un ‘border’ físico se firmó en los acuerdos de paz del Viernes Santo, en 1998, por lo que resucitar esa frontera sería el fin para la calma entre ambos lados. 

Heridas del pasado y consecuencias del presente

¿La solución? La frontera se ha trasladado al mar y es invisible, pero no inexistente. Para muchas voces solo ha sido un parche y uno de los motivos del enfado y de los disturbios es que ahora el comercio de mercancías está lleno de burocracia con motivo del pacto entre la UE y el Reino Unido. Los protestantes ven debilitada la posición de Irlanda del Norte dentro del Reino Unido y la intención reiterada por parte del Gobierno Johnson de incumplir el acuerdo del brexit no les genera demasiada confianza. Creen, literalmente, que se han puesto puertas al mar y que ahora juegan en una posición de inferioridad respecto a la República de Irlanda.

Enrique Feás, analista de Elcano, explica a 20minutos que el brexit «caldeó el ambiente, como era previsible», porque los «unionistas se sienten engañados por Boris Johnson». En su momento, Theresa May quería «una unión aduanera» con Irlanda del Norte, pero a los unionistas «no les pareció suficiente». Feás explica que ya se sabía «que iba a haber controles». El enfado del sector pro Reino Unido viene porque «no quieren ningún control», pero esa es «la única forma de que se respeten los acuerdo del Viernes Santo. Para el experto tiene «todo el sentido colocar la frontera en el mar», como se ha hecho.

La otra pata, y quizás la más importante, es el conflicto político. Irlanda del Norte, como Escocia, votó a favor del brexit, y la reunificación es la única opción que tiene Belfast para volver a formar parte de la UE. En torno a un 47% de los ciudadanos estarían a favor de una única Irlanda, frente a un 42% que prefiere seguir sujeto a Londres. Desde el punto de vista político, los unionistas han visto debilitadas sus posiciones respecto a los republicanos. En el pasado, estar del lado de la ‘potencia’ era estar cerca del Reino Unido, pero ahora eso ha cambiado: para muchos irlandeses del Ulster la prosperidad es la Unión Europea.

Sobre esa inestabilidad social, el politólogo Jon Baldwin Quintanilla, explica que «desde 1998 ha seguido habiendo un goteo de muertos en la región ya que algunos grupos e individuos no reconocen la paz y las rivalidades existen todavía«. Ese pacto, añade, «supone una tirita a un conflicto muy profundo, una paz temporal e inestable que no pretende reconciliar a republicanos y unionistas, ni pretende que estos vivan en armonía, sino que intenta que paren las muertes y la violencia». Para Baldwin un cambio tan relevante como el brexit, unido a que Irlanda es país miembro de la UE, «inevitablemente iba a terminar reactivando el conflicto. Aunque por ahora haya sido a muy pequeña escala (sobre todo en comparación a episodios anteriores del conflicto)».

La violencia se ha producido principalmente en áreas protestantes en Belfast y sus alrededores y en la segunda ciudad de Irlanda del Norte, Londonderry, aunque los disturbios se han extendido a los barrios católicos. Gran Bretaña abandonó el abrazo económico de la UE el 31 de diciembre, y los nuevos acuerdos comerciales rápidamente se volvieron irritantes para los sindicalistas de Irlanda del Norte que quieren permanecer en el Reino Unido. Los primeros fallos comerciales, exacerbados por la pandemia del coronavirus, provocaron que los supermercados quedaran desabastecidos y alimentaron la alarma.

«El brexit ha recordado a la sociedad norirlandesa tiene problemas sin resolver»

Las consecuencias de lo ocurrido esta semana son «difíciles de predecir», sostiene Baldwin. Lo importante, expresa, es entender que el brexit «ha recordado a la sociedad norirlandesa que tiene problemas sin resolver». Que esta violencia se mantenga como enfrentamientos entre pequeños grupos o escale a una lucha armada como en los setenta «depende principalmente de los grupos, que además de sus rivalidades etno-nacionales tienen fuertes rivalidades ideológicas».

Durante tres décadas de conflicto, más de 3.600 personas, la mayoría de ellas civiles, murieron en bombardeos y tiroteos. La mayoría estaban en Irlanda del Norte, aunque el Ejército Republicano Irlandés, el famoso IRA, también hizo explotar bombas en Londres y otras ciudades británicas. Aunque ya no hay terrorismo, los actos violentos han resucitado por motivos del presente y también, parece, por heridas del pasado que se han reabierto.



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