del caos inicial a los 750.000 millones…y el lío de las vacunas

La Unión Europea se creó para frenar la espiral de guerras e inestabilidad que había asolado el continente. Era un freno frente al caos, una promesa de democracia y estabilidad. Tantas décadas después, se ha tenido que enfrentar (y se sigue enfrentando) a la mayor crisis que ha conocido: la pandemia del coronavirus, que no es solo un problema sanitario, sino también económico, social…y hasta político. Ha pasado un año desde que la OMS decretó oficialmente la pandemia y la Unión ha tenido reacciones de todo tipo. Más de 300 días de aciertos, errores, dudas y pocas certezas.

La UE inicio la lucha contra la pandemia dubitativa, con más fallos que aciertos. En febrero, por ejemplo, se celebró la última cumbre del Consejo Europeo que tuvo lugar de forma presencial, y fue también la primera en la que se abordó la crisis de la Covid-19. A finales de ese mes, además, la Comisión Europea ya había empezado a aprobar paquetes de ayuda económica, de 10 y de 232 millones de euros respectivamente. Por otro lado, se empezó a movilizar el material sanitario.

Marzo fue el mes clave. A principio de mes la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, creó un equipo de respuesta al coronavirus a nivel político para coordinar la respuesta a la pandemia, «reuniendo todas las líneas de actuación, desde la médica hasta la económica, pasando por la de movilidad y transporte«. Ya el 10 de marzo, en una reunión del Consejo Europeo, se acuerda empezar a trabajar en un programa de inversiones para hacer frente a la crisis. Entonces, eso sí, todavía no se empezaba a hablar de una deuda compartida.

Se empezó a allanar el terreno porque en esa fecha se dio luz verde al mecanismo SURE, de ayuda al empleo (que en España se utiliza fundamentalmente para financiar los ERTE). «Este instrumento permite a los Estados miembros solicitar asistencia financiera de la UE para hacer frente a los incrementos repentinos y graves del gasto público nacional que se hayan producido desde el 1 de febrero de 2020 en relación con regímenes de reducción del tiempo de trabajo y medidas similares adoptados a escala nacional, también en el caso de los trabajadores por cuenta propia, o en relación con ciertas medidas sanitarias adoptadas en respuesta a la crisis, en particular en el lugar de trabajo», explicaron en el comunicado. Del total de 100.000 millones, España se beneficiaba de unos 21.300.

Paralelamente se producía otro paso importante: el cierre de fronteras. Se dio el 17 de marzo, con la mayoría de Estados miembros ya en alarma o emergencia (en el caso de España se decretó el 14, pero Italia ya llevaba desde el 9). Entonces, los líderes de los 27 respaldaron un cierre temporal de las fronteras exteriores para dificultar su propagación. «Estamos codo con codo para hacer frente a una crisis que es seria, grave, excepcional por su naturaleza y amplitud. Movilizados por la salud de nuestros conciudadanos y ante los efectos económicos y sociales», expresó entonces el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. El papel de la UE iba siendo cada vez más activo.

También en materia económica se puso sobre la mesa la flexibilidad del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, cuyas reglas se suspenderían poco después. Era la primera vez que esto sucedía. A día de hoy siguen sin estar vigentes y el plan es que se mantengan así al menos hasta 2023. «Esto nunca se ha hecho antes. Activamos la cláusula de escape general del Pacto de Estabilidad y Crecimiento«, anunció Von der Leyen el 20 de marzo de 2020.

En abril se siguió intensificando el apoyo a los Estados miembros, a pesar incluso del freno que pusieron Alemania y Francia a la exportación de material sanitario. Precisamente en mayo fueron Angela Merkel y Emmanuel Macron los que empujaron el que luego sería el fondo de recuperación de 750.000 millones. Eso sí, cogieron el testigo de un Pedro Sánchez que fue el primero en hablar de un «plan Marshall para Europa». Lo había hecho el 22 de marzo. «Apostamos por un gran plan Marshall para impulsar un proceso de reconstrucción social y económica en la UE con todas las herramientas a nuestro alcance. Seguiremos defendiendo los intereses de España y Europa, que frente al coronavirus son los mismos», dijo el presidente del Gobierno en rueda de prensa.

El fondo que proponía el llamado eje franco-alemán era una propuesta demasiado optimista: 500.000 millones de euros en transferencias a fondo perdido y con un paso histórico. Pasaba porque fuera la Comisión Europea la que se endeudase. La deuda compartida era algo que en la UE nunca se había planteado y sorprendía el giro de planteamientos que se daba respecto a las políticas de austeridad que se plasmaron en la crisis de 2008. El cambio era palpable sobre todo en el caso alemán. Luego, eso sí, las expectativas se relajaron.

Un fondo de recuperación «histórico»

Julio fue un mes clave no solo en el contexto de la pandemia, sino también en la historia de la Unión Europea. El bloque se dividió en dos: por un lado, el sur, con España e Italia a la cabeza apoyados por Francia y Alemania, que urgían la necesidad de ayudas y de un despliegue sin precedentes. Otra vez el concepto: un plan Marshall para Europa. En el otro, los llamados frugales: Países Bajos, Austria, Dinamarca o Suecia. Estos no se fiaban del sur y querían menos dinero desplegado y más condicionalidad.

La búsqueda del acuerdo se alargó como nunca. En pleno verano, cuatro días con sus cuatro noches sirvieron para que la cumbre del Consejo Europeo más larga de la historia desembocase en lo nunca visto: 750.000 millones de euros para salir de la crisis, de los cuales 390.000 millones se desembolsarían en subvenciones a fondo perdido y 360.000 millones en préstamos. Una pequeña victoria para el sur después de que las cifras oscilasen durante toda la cumbre. A España le corresponden 140.000 millones.

Pero ahí no se cerró el asunto: tuvo que pasar por la aprobación del Parlamento Europeo y superar el veto de Hungría y Polonia a cuenta del mecanismo para ligar el desembolso de los fondos con el respeto al Estado de Derecho. Con matices, como el recurso ante el TJUE, la idea inicial se fue adaptando hasta conseguir la luz verde definitiva. Este despliegue «histórico» no ha estado exento de polémicas entre países, las mismas que se han mantenido en diferentes aspectos de la lucha contra el coronavirus.

El papel de la Eurocámara fue muy relevante en este sentido. Fue el Parlamento Europeo el que más insistió en el mecanismo para respetar el Estado de Derecho y consiguió mantener partidas importantes (juventud, digitalización, igualdad…) que el Consejo había recortado en su propuesta de marco financiero plurianual para el periodo 2021-2027.

Contratos para disponer de vacunas…pero muchas dudas

Uno de los grandes retos que ha afrontado la UE durante este año, además del fondo de recuperación, es la compra y la distribución de vacunas. La Comisión Europea acordó con los 27 centralizar el proceso bajo su paraguas: todo en común. Desde agosto de 2020, cuando se firmó el primer contrato para los fármacos contra la Covid, el Ejecutivo comunitario ha acordado un total de 2.800 millones de dosis con diferentes farmacéuticas. Hasta ahora, están aprobadas para su uso en la Unión las vacunas de Pfizer, Moderna, AstraZeneca y más recientemente la de Janssen, que es la única de una sola dosis.

Carolina Serrano, de Atrevia Bruselas, considera que las vacunas no son el principal problema que se ha encontrado la UE y situó uno de las lagunas en el inicio de la crisis, cuando la reacción estuvo «llena de dudas». Pero le reconoce a la Comisión «un gran esfuerzo para ayudar a los Estados miembros» desde que fue consciente de la gravedad de la situación. «Empieza a aprobar medidas diarias». De hecho, Serrano considera que las incógnitas se dan más a nivel de los Estados miembros, y pone el ejemplo de Países Bajos respecto al fondo de recuperación.

En el caso de Hungría y Polonia, Carolina Serrano apunta a que el problema «ha sido de competencias», y no se trata tanto de soluciones como de entender «hasta dónde puede llegar la UE». Además, Serrano aclara que los ciudadanos «tienen que darse cuenta de que esto no es algo de países, sino que el problema con Hungría y Polonia se da con dos gobiernos» que tienen unos planteamientos diferentes a los que pueda tener el resto.

Con las vacunas, eso sí, se ha puesto de manifiesto una falta de coordinación. Ha habido retrasos y recortes desde el inicio del proceso (la vacunación arrancó el 27 de diciembre del 2020), pero el mayor problema se lo ha encontrado la Comisión con AstraZeneca. El contrato con la farmacéutica acabó publicándose por los incumplimientos de la compañía, que priorizaba la entrega al Reino Unido sin cumplir antes con lo firmado con la UE. 

Pero la publicación del documento no resolvió las dudas: los calendarios y los precios estaban tachados. Con todo, solo en este segundo trimestre AstraZeneca ya ha recortado a la mitad sus entregas (90 millones de dosis en lugar de las 180 firmadas). A pesar de los tumbos, la Comisión mantiene su intención de vacunar al 70% de la población para el verano.

Una respuesta común…¿o no?

El camino de la Unión Europea durante la pandemia no ha sido de rosas, y no solo por culpa de la crisis sanitaria. Lo que se ha planteado como una respuesta común al problema ha planteado también una serie de lagunas que todavía incluso están sin resolver. La unidad solo se ha dado a ratos…y ni eso. Países Bajos, Hungría, Polonia, Austria e incluso Dinamarca han plantado cara a la estrategia de la Comisión y en el caso de Viktor Orbán ha seguido con su conflicto de valores con Bruselas.

Para combatir esa posible falta de unidad, la UE ya se prepara para la Conferencia sobre el Futuro de Europa. La idea es que ese entorno sirva para implicar más a los ciudadanos en la construcción de la Unión Europea, pero lo cierto es que sigue habiendo muchas incógnitas a su alrededor. El Consejo ya se ha negado a que las conclusiones de la Conferencia sirvan para cambiar los Tratados y con una presidencia tricéfala (David Sassoli, Ursula von der Leyen y Antonio Costa), las expectativas se han rebajado.

La idea nace del presidente francés, Emmanuel Macron, y la idea inicial era que comenzara en 2020 y durase hasta 2022, coincidiendo con la presidencia gala del Consejo y con las elecciones en el país. La pandemia ha trastocado los planes y ahora los plazos que se manejan benefician también a Macron: que la Conferencia dure un año. Pero la clave no estará en el cuándo y el cuánto, sino en el cómo y, sobre todo, en el para qué.

A la espera de los planes nacionales de recuperación

Tras un año de pandemia, la Comisión Europea ya espera que los Estados miembros envíen los planes nacionales de recuperación. En abril ya se recibirán proyectos y mientras se siguen leyendo los borradores. El de España es uno «de los más completos y avanzados», tal como explicó el Ejecutivo comunitario. En cambio, todavía queda trabajo por delante. El dinero no se va a empezar a recibir hasta que los 27 no aprueben la Decisión sobre Recursos Propios, y de momento solamente ocho lo han hecho.

La salida de la crisis no se estima hasta 2023, por lo que los estímulos y las ayudas, prevé la Comisión, tendrán que seguir llegando. Con el tiempo se analizará si la Unión Europea es capaz de salir reforzada de una pandemia que ha supuesto -y sigue suponiendo- la mayor crisis para Europa desde la II Guerra Mundial…precisamente cuando se planteó el proyecto europeo. Un proyecto que, por suerte o por desgracia, mañana no será igual que hoy.



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