Cómo serán las grandes ciudades tras el coronavirus: demanda de balcones, distancias más cortas y teletrabajo



La pandemia del coronavirus nos ha cambiado la vida. En España, muchos territorios ya están en la fase 1 de la llamada desescalada, pero esto es solo el principio de camino. La mayor crisis que está viviendo el mundo desde la II Guerra Mundial está obligando -y obligará- a reformular el concepto de grandes ciudades, con menos aglomeraciones y unos nuevos hábitos que, en muchos casos, ni siquiera elegimos nosotros mismos. ¿Cómo será el futuro de las principales urbes del planeta?

Uno de los grandes problemas está en la densidad de población. La concentración de personas parece a primera vista incompatible con la distancia social que habrá que mantener hasta que aparezca una vacuna contra el coronavirus. Ese es uno de los grandes retos de las ciudades. Aunque todas tendrán unas líneas similares a seguir, cada una presenta ciertas particularidades.

Si algo ha dejado claro la crisis del coronavirus es que la micromovilidad en las grandes ciudades es clave en la desescalada, y que bicis, patinetes o motos eléctricas, compartidas o en propiedad, son una alternativa de transporte limpio y necesario en estos días de distancias obligadas.

El llamamiento de las autoridades sanitarias a mantener la distancia de seguridad para evitar contagios ha llevado a muchos ciudadanos que hasta ahora descartaban la bicicleta por considerarla peligrosa a plantearse esta opción para sus desplazamientos diarios, animados también por la limpieza del aire y la bajada de los niveles de tráfico.

Además, la vicepresidenta cuarta del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ha solicitado a los ayuntamientos que impulsen el uso de la bicicleta como medio de transporte en la desescalada de la Covid-19, principalmente en municipios de más de 5.000 habitantes.

Otro efecto recaerá sobre el precio de la vivienda. Parece evidente que los precios, si no bajan, se estancarán, aunque eso no se podrá analizar hasta que la situación de la pandemia se calme. Donde sí habrá cambios más inmediatos será en los hábitos. A lo largo de la cuarentena se han experimentado sensaciones de claustrofobia, por lo que aumentará la apuesta por pisos y casas con espacios abiertos. Balcones, terrazas e incluso jardines serán parte de la demanda. Este tipo de búsquedas han aumentado ya en torno a un 40% desde el inicio del confinamiento.

Dos meses metidos entre cuatro paredes han motivado, en muchos casos, un cambio en el uso de las estancias de las viviendas: un comedor convertido en un «gimnasio temporal»; un dormitorio, en un aula online, o una terraza, en una anhelada prolongación del restaurante familiar preferido.

Pero, como decimos, la zona de los domicilios que ha sufrido una verdadera transformación ha sido, sin lugar a dudas, el balcón o la ventana: de ser un espacio secundario o «residual» en las grandes y medianas urbes se ha erigido en un habitáculo de «válvula de escape» e, incluso, en un elemento público muy importante de conexión con los vecinos más próximos.

Por último, otro cambio se verá en algo que también se ha potenciado en la cuarentena: el teletrabajo. Esto tiene sus pros y sus contras. La inmensa mayoría de las empresas y grandes compañías han apostado por esta fórmula, lo que puede conducir a una reducción del espacio para oficinas en las grandes ciudades, casi en la misma proporción del aumento del trabajo desde casa. Eso sí, los expertos consultados por 20minutos avisan de que el teletrabajo puede «generar dificultades para la conciliación» porque «se deja de diferenciar el espacio de trabajo y el espacio de ocio o descanso».



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