¡Potencia tu propio estilo al hablar!

Por: Dra. Lucivel Avila

Ninguna persona es igual a otra cuando se expresa. Es lo mismo que ocurre con las huellas digitales; no hay quien tenga las tuyas. Cada uno adquiere una forma única de acentuar determinadas palabras, de utilizar un tono de voz y una distintiva pronunciación de ciertas consonantes, por ejemplo.

Carl Jung, médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, explicaba que además de las muchas diferencias individuales en la psicología humana, hay también diferencias típicas, las cuales determinan los estilos.

Lo que motiva y agrada al individuo es la base del estilo, lo que conlleva una singular manera de reflejar perspectivas y criterios de decisión.

El estilo al hablar depende de múltiples factores, como la educación y la experiencia. En él intervienen asimismo elementos como la disposición, las preferencias, la tendencia, los patrones conductuales, la habilidad y las estrategias de aprendizaje.

De ellos, merecen mención especial ahora los primeros tres. La disposición permite que una persona realice o no una labor, en función de su estado físico o psicológico; por tanto, está ligada al deseo y motivación para hacerlo.

Las preferencias están representadas por los gustos y las posibilidades que tiene el individuo de escoger entre varias opciones. Y la tendencia es una inclinación por ejecutar las tareas de una determinada forma, que incluso a veces es inconsciente.

La mejora del propio estilo al hablar

Tener un estilo propio al hablar implica, entre otras, dos principales salvedades:

  1. No imitar a otros. Una persona que hable como lo hace esa a quien admira es difícil que alcance un estilo de expresión oral plausible. Pudiera pasar de manera inconsciente el hecho de caer en la imitación de quien se constituye en la fuente de inspiración para desarrollar una buena capacidad de comunicación, no obstante, el resultado es un estilo forzado y poco convincente.

Es vital alimentar la preparación y la autoconfianza para acentuar ese modo peculiar de comunicar, haciendo que sea un discurso memorable siempre.

  1. No usar un mayor número de palabras para tratar de impresionar. La verdad es que el impulso del estilo personal no amerita de abalorios ni opulencias lingüísticas. Como es popularmente conocido, lo breve y conciso es dos veces bueno, y a veces se cae en el error de adornar demasiado y llenar las intervenciones orales de ampulosidades innecesarias.

El desarrollo del estilo suele verse entorpecido por frases muy trilladas y modismos, tanto en el lenguaje cotidiano (coloquial) como en el utilizado para hablar en público (quizás un argot más elevado y elegante, incluso con tecnicismos). Y eso le resta naturalidad al discurso, que aun si es uno formal necesita ser espontáneo.

También es de valía evitar:

Anfibologías: es cuando no hablamos de modo preciso y con palabras de doble sentido.

Disfemismos: palabras mal utilizadas. Por ejemplo: chiflado por loco.

Queísmos: abuso en el uso del que.

Barbarismos: usar palabras o expresiones de otra lengua.

Vulgarismos: como haiga, pallá, etc.

Pleonasmos: redundancia viciosa de palabras.

Solecismos: como utilizar mal los pronombres.

Entre otros vicios. Sin dejar de lado la falta de dicción y de fluidez, la cual trae consigo monotonía y pobreza, por repetir constantemente las mismas palabras.

Los mejores recursos que potencian el estilo personal son: la claridad, la belleza y la vitalidad al expresarse. Por otro lado, es sabido que los mensajes más eficaces respecto a la decodificación por parte de los perceptores son los caracterizados por la claridad y la sencillez.

En función del motivo de la intervención, del objetivo que se desea conquistar, del público receptor, etc., las expresiones tendrán un estilo particular. No se recomienda hablar igual siempre; es mejor ajustar el estilo a las características de cada momento.

Finalmente, hay ciertos principios en torno a los estilos que Sternberg destaca:

Los estilos son preferencias en el uso de las habilidades.

La gente tiene perfiles de estilos, no sólo un estilo.

Los estilos son variables dependiendo de las tareas y las situaciones.

Los estilos pueden variar a lo largo de la vida.

Los estilos pueden ser enseñados.