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Trump y el nuevo desafío feminista: lecciones de América Latina


Suzanne Reyna/América Latina 21

La reciente elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha llamado la atención del movimiento feminista, anticipando un potencial retroceso para los derechos de las mujeres en Estados Unidos. Hay muchas razones para tener miedo.

Durante el primer mandato de Trump (2017-2021), llevó a cabo acciones consideradas perjudiciales para promover la igualdad de género. En algunas de las políticas más emblemáticas de su tribunal antifeminista durante su primer mandato, restableció una ley mordaza global que prohibía a las organizaciones internacionales que recibían financiación estadounidense promover, promover o informar sobre el aborto como un derecho sexual y reproductivo. Esto afecta gravemente el acceso de las mujeres a los servicios de salud en los países en desarrollo.

También nombró jueces conservadores como Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett, solidificando una mayoría ideológica que luego anuló el caso Roe contra Trump. Wade (la Constitución protege la elección de una mujer embarazada de abortar sin restricciones gubernamentales indebidas). Aunque esto ocurrió en 2022 después de terminar su mandato, las bases se sentaron durante su administración.

Durante su mandato, se recortaron presupuestos y se cambiaron prioridades, lo que afectó a los programas de protección y apoyo a las víctimas de violencia machista y agresión sexual. La administración Trump también detuvo una regla de la era Obama que exigía que las grandes empresas recopilaran datos salariales desglosados ​​por género y raza, lo que obstaculizaba los esfuerzos para abordar la brecha salarial.

Además, se revocaron las regulaciones que protegían a los trabajadores de las empresas federales contra el acoso sexual y la discriminación, y el gobierno no aplicó leyes de licencia remunerada por maternidad o paternidad a pesar de las promesas iniciales de campaña.

Durante su mandato, Trump ha hecho numerosos comentarios misóginos y despectivos contra las mujeres, tanto en público como en privado. Esto contribuyó a un clima de hostilidad hacia el feminismo y el movimiento por los derechos de las mujeres. Se ha recortado el acceso a Medicaid y a la planificación familiar, lo que deja a las mujeres de bajos ingresos con un acceso limitado a servicios de salud básicos, incluidos exámenes médicos, anticonceptivos y servicios relacionados con la fertilidad. Servicios de embarazo.

Finalmente, las políticas de inmigración de “tolerancia cero” conducen a la separación de familias inmigrantes, afectando principalmente a madres e hijos que huyen de la violencia en sus países de origen.

En general, el primer mandato de Trump estuvo marcado por una retórica divisiva y políticas que intensificaron las tensiones raciales, de género y de clase. Aunque fue condenado por abuso sexual y otros delitos contra las mujeres, su reelección representa un respaldo de su base de apoyo más conservadora, que lo ve como un líder capaz de hacer frente a los avances en los derechos de las mujeres y la justicia social.

Este apoyo es indicativo de las crecientes divisiones en la sociedad estadounidense, donde gran parte de la población ve las conquistas del feminismo como una amenaza a los valores tradicionales. De hecho, influencers de derecha o el llamado “Círculo Mano” están aprovechando las posibilidades de Donald Trump de ser elegido presidente en noviembre de 2024 para aumentar Amenazas misóginas en internet: “Vuelve a la cocina”, “Deroga el Título 19”, “Tu cuerpo, mi elección” y otras consignas contra la lucha feminista se viralizaron en muy poco tiempo.

El simbolismo de su regreso a la zona.

La reelección de Donald Trump, después de un breve período bajo una administración demócrata, marca un momento crítico no solo en la política estadounidense sino también en la lucha global por los derechos humanos y la igualdad en América Latina.

Este regreso al poder representa un fortalecimiento de las fuerzas conservadoras y populistas en un contexto de creciente polarización política y refleja una clara resistencia al cambio social progresista, ya que muchas de sus políticas apuntan a revertir los recientes avances en derechos reproductivos y laborales.

Además, su victoria fortaleció a los líderes y movimientos conservadores en todo el mundo, particularmente en América Latina, donde se han adoptado posturas similares sobre los derechos de las mujeres y el movimiento feminista ha enfrentado resistencias muy conservadoras, que van desde restricciones al aborto hasta la persecución de algunos movimientos. . nación.

Trump, con su famosa retórica populista, ha proporcionado un modelo a seguir y una inspiración para líderes con agendas similares en la región, como Millay de Argentina, Nayib Bukele de El Salvador y el congresista federal brasileño Eduardo Borso Naro y representantes conservadores de México y Colombia.

Trump ha forjado vínculos con movimientos religiosos conservadores internacionales, algunos de los cuales tienen una influencia significativa en América Latina. La convocatoria de conferencias como la Cumbre Conservadora de las Américas muestra que la retórica y las políticas de Trump no operan en el vacío, con líderes de derecha uniéndose para coordinar una agenda antiaborto y de derechos LGBT. Su influencia en América Latina amenaza con solidificar posiciones anti-derechos y socavar el progreso que el movimiento feminista ha logrado hasta ahora.

Este clima político global refleja una lucha entre dos fuerzas: los avances en la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres y el resurgimiento de ideologías tradicionales que buscan mantener el status quo.

Resistir el retroceso

Este nuevo pero conocido escenario resalta la necesidad de un feminismo global más articulado, capaz de anticipar y responder a estas amenazas a través de solidaridad, estrategias inteligentes y narrativas poderosas para defender los derechos realizados y en el menor tiempo posible lograr la igualdad sustantiva. posible.

Trump es una prueba clave para demostrar la resiliencia y adaptabilidad del feminismo frente a este entorno político hostil. De hecho, su reelección desencadenó una importante respuesta del movimiento feminista estadounidense, caracterizada por la movilización y la adopción de nuevas estrategias de resistencia. Se organizaron protestas, campañas de sensibilización y acciones comunitarias para defender los derechos de las mujeres y promover la igualdad de género en un entorno político cada vez más hostil.

Por ejemplo, antes de que Trump asumiera el cargo, varias organizaciones de derechos de las mujeres instaron al Congreso de los Estados Unidos a incluir la igualdad de género en la Constitución y promover la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA) para proteger contra la discriminación de género, pero hasta ahora no se han logrado resultados positivos. .

Los feminismos en América Latina y Estados Unidos, si bien enfrentan contextos diferentes, comparten luchas fundamentales sobre los derechos humanos de las mujeres y la resistencia al declive de esos derechos. Las luchas feministas, aunque locales, están interconectadas y la solidaridad transnacional puede traducirse en apoyo moral, financiero y estratégico. El feminismo estadounidense ha demostrado resiliencia, y su capacidad para resistir y adaptarse es una fuente de aprendizaje para América Latina, donde los entornos políticos suelen ser más hostiles.

La buena noticia es que el feminismo latinoamericano tiene una larga tradición de lucha y resistencia. Para evitar retrocesos en los derechos de las mujeres y aprovechar los avances que se han logrado, debemos continuar formando coaliciones, impulsar la legislación sobre este tema y emplear estrategias innovadoras que nos permitan resistir las amenazas del movimiento conservador. La clave es la unidad, la vigilancia policial continua y la educación de la población para resistir la retórica regresiva y las políticas que buscan impedir la igualdad.

El regreso de Trump nos recuerda que los derechos ganados son frágiles y requieren una vigilancia constante. Para el movimiento feminista, esta es una oportunidad para fortalecer alianzas y desarrollar estrategias legales y políticas bien estructuradas que respondan no sólo a los retrocesos de la región sino también a las tendencias globales que los promueven.



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