Hace cinco años, la actriz Marta Nieto (Murcia, 1982) comenzó a escribir La mitad de Ana, su primer largometraje como directora que también protagoniza, con una idea no demasiado precisa: sabía que quería «ver a mujeres haciendo cosas». Recuerda que miró hacia dentro, hacia su propia historia, para ver si había en ella «algo que contar». Y descubrió una pulsión por tratar algo que le había resultado muy complejo: su propia maternidad. A partir de ahí, ella y su coguionista, Beatriz Herzog, decidieron relacionar esa premisa «con algo que en aquel momento no estaba en boca de todo el mundo, como era la infancia trans. Recordemos que por entonces no existía ni la Ley trans. Así que también me servía para aprender, para tratar de entender algo que no entendía tan bien en ese momento».
El fruto de aquel proceso es esta historia que protagonizan Ana, una atribulada madre separada con vocación artística pero empujada por la precariedad a trabajar por temporadas de vigilante en un museo, y Son (Noa Álvarez), su hija que se siente niño y pide que el mundo le trate como tal. En la distancia, aparentemente más centrado, menos imperfecto (y menos humano) que la protagonista, el padre, al que da vida Nahuel Pérez Biscayart. Pero todo esto que vemos ahora desplegado a lo largo de hora y media ya se había anticipado en un corto de 17 minutos también dirigido por Nieto y estrenado en 2022, Son, con Patricia López Arnáiz en el papel de Ana. Luego apareció 20.000 especies de abejas, que contaba una historia similar de infancia trans y que protagonizaba la actriz vasca, y todo se fundió a negro. La película, de éxito rotundo, descabalgó de repente los planes que Nieto tenía para su primer largo. Pero con la ayuda de su productora María Zamora, último Premio Nacional de Cinematografía, el proyecto se recompuso, ahora con Nieto como rostro visible además de liderando al equipo. Su puesta de largo como ‘jefa de todo esto’, reconoce en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, le da mucho vértigo.
P. ¿Cuando le preguntan, cómo explica de qué va ‘La mitad de Ana’?
R. Para mí es una película que trata de la identidad, y de cómo nos enfrentamos a la búsqueda de esa identidad, que no es un lugar estanco, sino que es una exploración en sí misma. Y también de cómo con un cambio de punto de vista, de mirada, puedes modificar un poco la realidad.
P. Ana es una madre separada que no acaba de dar salida a su vocación artística porque tiene que realizar otros trabajos para salir adelante. Lo mismo que le pasa a tanta gente del cine. ¿Lo ha vivido en sus carnes?
R. ¡Claro! Ese punto de partida que tiene Ana tiene mucho que ver con alguna Marta. Yo tuve experiencias parecidas: he sido camarera, he limpiado… he hecho un poco de todo. Cuando vives de una profesión liberal, artística, si además tienes que conciliar con la maternidad, estás separada y vives en una gran ciudad, lo que haces fundamentalmente es sobrevivir. El porcentaje de actores que no llegan a fin de mes es gigante. Y a esta pintora que es Ana le pasa un poco igual. Te metes en el mercado laboral porque necesitas facturar, pero si en tu currículum pone que lo que sabes hacer es pintar, o interpretar, ¿de qué sirve? Estas profesiones artísticas te ponen permanentemente a prueba. Y además tienen un enorme componente azaroso. A veces estás en una buena racha, pero las rachas empiezan y acaban.
P. Primero protagonizó ‘Madre’, aquella trágica historia con forma primero de corto y después de largo, a las órdenes de Rodrigo Sorogoyen, y luego dirigió ‘Son’, el corto que ha acabado dando lugar a ‘La mitad de Ana’, donde también es protagonista. Han sido unos años en los que sus trabajos más sonados han girado en torno a la maternidad. ¿Cómo ha alimentado su experiencia personal esos personajes?
R. Mucho. De hecho, lo que exploro en la película es cómo cuando te conviertes en madre tu identidad se modifica, y volver a encontrar el centro de esa identidad asumiendo los nuevos roles y sus intensidades no es fácil. Esa búsqueda ha dado como fruto, por ejemplo, esta peli. Yo he aprendido muchísimo de mi hijo. Él no ha pasado por la circunstancia de transicionar, pero también me ha llevado a crisis profundas donde he tenido que reaprender, replantearme y cambiar el punto de vista. Es una experiencia profundamente transformadora. Cuando rodé Madre yo ya era madre. La peli no tenía nada que ver con mi experiencia, pero sí hay un dolor que tiene que ver con un amor que te atraviesa, y que es ese amor de madre.
P. Cuando salió ‘20.000 especies de abejas’ ya tenía escrito este guion y estaba poniendo en marcha el proyecto. ¿Supuso un problema, le obligó a cambiar cosas?
R. Claro. No tanto un problema, pero sí un hecho con el que lidiar. Igual que no existía Ley trans y de repente tuvimos que adecuarnos a que ese marco legal existía, también nos tuvimos que adaptar a que había una película muy conocida que hacía cierta pedagogía sobre estos mismos procesos, y nos hizo replantearnos qué sentido tenía esto. Qué queríamos contar ahora que todo el mundo tenía una opinión, formada o no. Y la conclusión a la que llegamos es lo que cuenta la peli: ¿ahora cómo se hace? Ya sabemos que es un derecho la exploración de género en la infancia, pero ¿cómo se lleva a cabo? Y nos parecía que pasaba por trasladar a los adultos la responsabilidad de generar amor propio, de crear un espacio de tranquilidad, de serenidad para que los niños exploren. Que es lo mismo que necesita cualquier otro niño: normalizarlo, llevarlo al terreno de «ya iremos viendo». El niño tiene que explorar, jugar… Y somos los adultos los que tenemos que aprender a gestionar esa incertidumbre.
P. Al principio no iba a ser la protagonista de la película, pero luego tuvo que hacerlo. ¿Fue porque Patricia López Arnáiz, que había protagonizado el corto ‘Son’, había hecho ‘20.000 especies de abejas’?
R. Claro. No tenía sentido que hiciera las dos pelis sobre el tema. Es la productora, María Zamora, quien me propone que lo haga yo porque conozco el personaje. Pero ha sido de lo más difícil. Duro. Porque siempre gana la directora. Hay muchas tomas que no he tenido, muchas cosas que no he podido hacer… Pero bueno, forma parte del proceso de materialización de los proyectos, hay cosas a las que renuncias y otras que conquistas.
La Marta actriz diría que la directora es un poco estricta. En la balanza siempre primaba contar lo que queríamos contar, no tanto que se lo pasase bien la actriz, que estaba un poco enfadada [risas]»
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P. ¿Cómo diría la Marta actriz que es la Marta directora?
R. Yo creo que la Marta actriz diría que la directora es un poco estricta [risas]. Con todo, siempre es importante contar lo que queremos contar, en lugar de dejar que la actriz se divierta porque está un poco enfadada. [risas]. Siempre debes llegar a un acuerdo contigo mismo y con tu equipo. Pero aunque fue doloroso, en realidad estaba en buena compañía, lo que hizo que todo el proceso de filmación fuera muy fácil.
P. ¿Haber sufrido a directores y directoras le ha llevado a saber lo que no quería reproducir en su trabajo al mando? ¿Ha sido más comprensiva, por ejemplo, o quizá al contrario?
R. Bueno, es que para mí es muy práctico ser comprensiva. Generas armonía, la gente se atreve a proponer y la peli se nutre de otros talentos. Es muy poco práctico el «porque lo digo yo». Yo hace tiempo que ya no me encuentro un set tenso. Eso ha ido cambiando. Y además yo no quiero trabajar así en un ambiente hostial. Pero ya hay poca gente que genere esos ambientes tóxicos.
P. ¿En eso ha podido ayudar que haya más mujeres al mando?
R. Las cuotas y esta mayor presencia de las mujeres han hecho que entre otro tipo de energía. El set es un lugar muy jerárquico, pero se puede trabajar desde otro lugar: la empatía, el compañerismo… Y conozco a muchos hombres que trabajan desde ahí, igual que a muchas mujeres que no trabajan desde ahí. Pero yo siento que es una energía muy de cooperación, muy de matriarcado, y esto ha empezado a aparecer con estas nuevas olas y la entrada de mujeres en la producción y en la dirección.
P. Toda esa irrupción de mujeres en labores de producción, de dirección y de guion a lo largo de la última década, ¿ha cambiado el cine español?
R. Yo creo que mucho, sí. Porque entran otras sensibilidades, otros criterios, se eligen proyectos que van de otras cosas. No son solamente productoras produciendo a mujeres. Caben otras miradas que antes no cabían. Las cuotas funcionan, y que haya mujeres dando paso a otras formas de ver es importantísimo.
P. Creo que para toda la parte del niño que transiciona han contado con el asesoramiento del sociólogo, experto en género y sexualidad y transactivista Miquel Missé. ¿Cómo ha sido ese trabajo?
R. Yo tuve la suerte de contactar con él en el germen del proyecto, y tuvimos conversaciones en torno a un montón de cafés, yo tomaba notas y más notas. Me abrió las puertas de su cabeza, me presentó a su madre… Y así empecé a entender y a colocar todo. Hay un personaje en la película, el de Pau, que dice lo que dice Miquel, su tesis. A veces parece que si no estás atravesado por ese conflicto no tienes derecho a hablar de él, y nosotras, aparte del síndrome de la impostora y del pudor, teníamos mucho miedo de contar algo mal. Y de hacer daño. Teniéndole cerca, en el proceso de escritura, en el rodaje y también en el montaje, ha sido todo mucho más fácil.
Tan malo es empujar como frenar. Ni acelerar los procesos, ni prohibirlos. Porque no pasa nada, están jugando. ‘¿Cómo quieres que te llame?’. ‘¿Qué necesitas?’. Creo que va por ahí»
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P. ¿Ha aprendido con todo ese proceso? ¿Han cambiado las ideas que tenía?
R. Sí, han cambiado un montón. Ahora considero que a estos niños… pues no les pasa nada. Están haciendo su tarea de búsqueda, de juego, de exploración, y necesitan las mismas herramientas que cualquier otro niño, el mismo amor y serenidad por parte de los padres. Normalizarlo pasa por quitarles presión y responsabilidad. Porque los niños solo están absorbiendo información y expresando cómo se sienten. Los argumentos son nuestros. Y hay que protegerles de eso, no podemos poner palabras en boca de nuestros niños. Yo entiendo el susto: hablas de infancia y lo normal es que te dé miedo hacer daño, o que se lo hagan ellos. Pero ahora que hay un marco legal, lo que toca es la normalización. La gente tiene derecho a expresarse como quiera, a ser quien ellos quieran y a cambiar de opinión. Una vez que está la ley, sigamos. Ahora lo que hay que hacer es dar herramientas para estar bien. Y ya iremos viendo poco a poco. Tan malo es empujar como frenar. Ni acelerar los procesos, ni prohibirlos. Porque no pasa nada, están jugando. «¿Cómo quieres que te llame?». «¿Qué necesitas?». Creo que va por ahí.
P. Además de la ley citada y de películas como estas de las que estamos hablando, hemos visto el éxito de Alana Portero en literatura, o el de Karla Sofía Gascón en el cine mundial. Se podría decir que lo trans ha entrado en el ‘mainstream’ cultural y que las cosas se están normalizando. Pero, ¿en la calle se ha avanzado realmente? ¿Cuánto le preocupa la reacción?
R. Yo creo que lo que pasa en las redes, por suerte, no tiene tanta traducción en la realidad. La gente se desahoga mucho y se siente muy en el derecho de insultar y de prohibir con una pantalla delante. Pero luego en persona creo que la mayoría de la gente no quiere hacerle daño a nadie. Si eres un ser humano mínimamente en tu sitio, no siembras el odio allá donde vas. Al menos, es lo que quiero creer. Las leyes protegen y marcan unas líneas rojas muy importantes, y los buenos somos más. Si alimentamos todo este odio que hay en redes no estamos haciendo honor a lo que realmente pasa, que es que estamos avanzando en derechos sociales.
P. ¿A medio plazo vamos a ver a una Marta Nieto más actriz o más directora?
R. Ahora tengo muchas ganas de actuar. Bea y yo seguimos escribiendo, pero como la directora en esta peli no me ha dejado mucho [risas]Disfruto mucho interpretando personajes. estoy haciendo una serie [no confesará nada más sobre este proyecto].
P. ¿Y el teatro? Acaba de terminar la gira del ‘Vania x Vania’ de Pablo Remón.
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R. Ha sido una pasada, un regalo, lo mejor del año. El teatro me conecta con el placer más profundo de esta profesión, que es estar aquí y ahora. Y encima, si es con una buena compañía y con un buen texto…. Eso sí, el teatro es superdifícil de conciliar.