Sigue siendo Emma Suárez la actriz comprometida que siempre ha sido. Se ha metido hasta el tuétano en el infierno de las adicciones, de la mano de un director novel al que admira por su elegancia, Aitor Echeverría. Ni atisbo de duda tuvo al leer el guión: “Hay que hablar de lo que nos pasa, dejar de silenciar el alcoholismo, un asunto demasiado recurrente, porque hemos normalizado su consumo: el alcohol es una droga dura que además de ser legal está en el centro de nuestro universo social”.
Iba a ser esta una entrevista de promoción (de la película), acotada al segundo; pero vaya, que nos hemos comido la mitad del segundero hablando de pasiones que compartimos: Galicia, los hijos, nuestras ancianas madres… Acaba Emma de perder a la suya, y sin embargo ahí está mientras conversamos, porque su ausencia se ha convertido en presencia esencial, perpetua. Se queja la actriz de la velocidad de las cosas; recién llegada de presentar la película en el Festival del Mar de Plata (Argentina), recaló en Gran Canaria para la puesta en escena de El cuarto de atrás (novela de Carmen Martín Gaite que en febrero recalará en el Teatro de la Abadía de Madrid) y andaba esa mañana encerrada en un estudio doblando vete a saber qué, y así todo el rato.
Una actriz tan consagrada como Emma Suárez no duda en ponerse en manos de un director novel. ¿Qué le subyugó de esta película?
La forma respetuosa y sutil con la que se aborda un tema tan serio del que hay que hablar: el alcoholismo en nuestra sociedad. Cuando el cine se ha asomado a este asunto, siempre aparece la escena de la borrachera, y la sustancia: aquí se brinda con agua y se pone el foco en las relaciones de la persona adicta, sus dependencias emocionales. Hay tantas familias que viven situaciones parecidas a esta… Hay que tener claro que se necesita una ayuda profesional terapéutica: nadie sale por su propio pie de una situación así. Al leer el guión me sentí inmediatamente implicada en un personaje tan complejo y construido de silencios, que además supuso un trabajo de investigación en las adicciones, un mal que me merece muchísimo respeto. A ello se sumó después la mirada de Aitor (Echeverría), tan natural, tan real y elegante a la vez.
El alcoholismo es un infierno demasiado habitual en las familias, sí. ¿Hemos colocado el alcohol en el centro de nuestro universo social?
Sin lugar a dudas, pero luego estigmatizamos el alcoholismo, sobre todo en las mujeres. Entras en un bar de mañana y ves a hombres bebiendo, normal, pero si ves a una mujer, ¡ojo!
“Un sabor empalagoso y áspero, como la fruta cuando empieza a pudrirse. Y huele”. ¿Recuerda esa frase en el guión? ¿Y en la vida?
No lo he vivido por mí misma, afortunadamente. Pero sí conozco gente que lo ha padecido: todos hemos visto este problema en nuestros círculos más cercanos. Recabé mucha información de estudios terapéuticos y del contacto con centros donde se tratan las adicciones, que nos dejaron atender a sesiones con pacientes y familiares; una información de primera mano que me ha permitido sentir cómo es levantarte con este problema todos los días y hacer el esfuerzo de vivir. Esto como actriz te sensibiliza, enseguida sentí una gran empatía.
En no pocas ocasiones, y en esta de su personaje se percibe con claridad, ¿esta u otra adicción tóxica no está encubriendo carencias mucho más profundas?
Claro, de ahí que mi trabajo con Natalia de Molina (su hija en la ficción) se construya a base de silencios. La incomunicación, la sospecha, la desconfianza, el autoengaño están presentes en todo momento. Por suerte Natalia es una actriz muy comprometida y sensible, y trabaja desde la verdad: tener sus ojos enfrente ha sido un regalo, se ha creado un vínculo muy profundo entre las dos. Y Aitor, que llevaba 15 años preparando esta película, mientras trabajaba como director de fotografía, nos ha apoyado de tal manera a las dos que todo aquel vértigo al viaje, que sentí sin remedio ante este personaje, con sus cuidados se convirtió en confianza. Mira, ayer fuimos a un centro de Proyecto Hombre en Guadalajara para hacer un pase y un coloquio sobre la película, y en estos coloquios aprecias tanto agradecimiento, tanta falta de afecto y autoestima en las personas que están pasando por la terapia.
Hay otro asunto cardinal en la película que es la relación materno-filial: nos han hecho daño como hijos y hacemos daño como padres. ¿Es inevitable?
Todos llevamos una mochila e, incluso con nuestras mejores intenciones, son tantas las veces que no sabemos hacerlo… Sería demasiado fácil saber educar a nuestros hijos. Yo prefiero pecar por exceso que por defecto de amor. Pero es que vivimos muy deprisa, no tenemos el tiempo, y entonces aparece la culpa, como una cadena que arrastráramos. Siempre he vivido en alerta, por la naturaleza de mi trabajo, tan inestable e impredecible, y por mi personalidad tan maternal. En el fondo creo que soy bastante afortunada, no he tenido problemas graves con ninguno de mis dos hijos.
El chico, fruto de su primera relación afectiva, anda ya por la treintena. ¿Se siente cuidada por él o aún no toca?
Empiezo a sentirlo, sí, me dice cosas maravillosas como “madre te quiero muchísimo” y así; con los chicos suele ocurrir a partir de los 26, cuando se dan cuenta de lo que has hecho por ellos. Estoy muy orgullosa de mis niños, sí, son preciosos los dos. He de decir que ha sido muy difícil, sobre todo por la conciliación a veces imposible que supone este trabajo incierto; aprendes a vivir con ello, sí, pero es agotador. Sin embargo llega un buen día y dices: no lo he hecho tan mal, mira, no está tan mal.
Emma, se ha convertido en la gran madre joven de la cinematografía nacional. ¿Sólo con mucho oficio se consigue que no se olviden de una?
El de actriz es un oficio en el que dependes del éxito o el fracaso del último proyecto. Hay que volverlo a intentarlo toda vez con vocación. Lo importante ya no es que no te olviden, sino seguir trabajando, porque lo necesitas no sólo para vivir, sino por vocación.
De usted se destaca siempre su esencialidad ajena a frivolidades. La gente se sorprende de que sea una mujer de verdad, tal que la vecina del sexto. ¿Es cuestión de carácter o es un límite que se pone?
Es un trabajo casi de artesanía: no, no voy a entrar en el universo de la frivolidad. Tiene que ver con la personalidad y también, con el modo en que enfocas tu vida. Dicen que tu carácter es tu destino, ¿no?, pues eso. A veces no he elegido el camino más fácil, sino el que más tiene que ver conmigo.
¿Tiene la impresión de que la esfera privada es cada vez más estrecha?
Ha cambiado mucho el punto de mira: antes teníamos a los paparazis, no te olvides, y ahora somos nuestros propios exhibidores, en la redes. Pero hay que decidir lo que enseñas, y yo no soy muy dada a la exhibición en redes. Vengo de una familia discreta que desde niña me enseñó lo que es el pudor, y hay determinadas parcelas de mi vida muy íntimas que trato de proteger. Es algo innato, que requiere vigilancia, alerta, protección.
Emma, empezó prontísimo en esto de la escena, de la mano de su madre (su madre trabajaba como modelo, su padre en la publicidad), que les metió a usted y a sus hermanos en agencias de modelos siendo unos preciosos niños rubios. ¿Se alegra de ello o alguna vez se lo reprochó?
Para nada, me alegro de que aquellos inicios me ofrecieran un camino, una vida.
¿Volvería a hacerlo si volviera a nacer?
Sí…
No suena muy convencido ese sí seguido de silencio.
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Porque repetiría, pero con menos errores: tendría más cautela. Pero sin dudad volvería a elegir este oficio, que me permite expresarme, que tiene tanto que ver con mi manera de ser, con la pasión de transformarme en otra persona, con la investigación psicológica de los personajes, el viaje, el encuentro, el aprendizaje continuo. Tiene su otro lado, que es la inestabilidad, el frío y el calor, el vivir al día: hay que ser muy fuerte para saber sobrellevar todo esto, pero tiene mucho que ver conmigo y con una familia que ha cultivado siempre la pasión por la cultura y el arte. Mira, mi madre murió el año pasado, pero está aquí conmigo, siempre llevo puesto algo de ella y siento en todo momento la presencia de su ausencia. Está incluso más presente que en vida: los seres queridos mueren pero no se van, siguen aquí, protegiéndonos, cuidándonos.