Hubo una época en la que tener un toldo verde sobre tu balcón era sinónimo de esperanza. Casa que lo lucía, familia que sonreía. Había depositado en él un futuro lleno de ilusiones y promesas hasta entonces desconocido. Era la España que crecía, la que se valía por sí misma. Una postal que, poco a poco, a pesar de las dificultades, fue tejiendo otro país. “Es memoria, pero también cambio y evolución”, subraya Pablo Arboleda, investigador del Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Junto al fotógrafo Kike Carbajal, ha puesto el foco en un detalle arquitectónico que ha marcado a la sociedad sin pretenderlo. Lo hacen en Toldo verde, ¿patrimonio nacional?, un fotoensayo repleto de datos, curiosidades y, sobre todo, vidas.
“La industrialización en su fabricación y, por tanto, su consideración como bien de consumo popular, coincide con el período de mayor construcción residencial en la historia de España. Es decir, aquella que se corresponde con el desarrollismo franquista. Es aquí cuando, a raíz de un inusitado éxodo rural, comienzan a configurarse las nuevas periferias de unas ciudades que, en términos urbanos, tomaron distintas formas y escalas”, apunta Arboleda, que destaca el crecimiento de los centros urbanos hacia las afueras. De ahí que los márgenes cada vez estén más lejos.
El toldo verde representaba a una clase trabajadora que aspiraba a ganar el bienestar que, años más tarde, representaron Emilio Aragón, Lydia Bosch y compañía en Médico de familia: “Décadas después, este tejido sociológico se ha ido complejizando con fenómenos como el relevo generacional, la gentrificación y la inmigración. El carácter obrero perdura, pero nos atreveríamos a decir que en el presente es transversal. De hecho, hay zonas acomodadas que ocasionalmente los tienen”. Son los primeros desarrollos municipales, por lo que requirieron su tiempo para establecerse tal cual hoy se conocen. No sólo a nivel de servicios, también de equipamiento público: alcantarillado, colegios, asfaltado, mercados…
“Con la perspectiva actual, diríamos que se trata de una manera frágil de aterrizar en cualquier urbe, pero a la vez supone un enorme salto cualitativo para personas que provenían de contextos más precarios todavía. Y, por ello, el toldo verde es el germen de un asociacionismo vecinal potente cuyo carácter combativo pareciera estar desvaneciéndose conforme pasan los años”, continúa el experto. Entre 1960 y 1975, se construyeron 4.000.000 de viviendas en el país. Sólo en la capital sigue suponiendo el 45% de su parque residencial.
Referencias cinematográficas
Una de las dudas más habituales en torno a ellos es el color: ¿por qué se optó por el verde y no por ningún otro? Las teorías son múltiples: “Existe un sinfín de elucubraciones al respecto y nosotros hemos tenido la oportunidad de ir recabándolas en Facebook. Que si El Corte Inglés, que si la Guardia Civil. Tras mucho indagar, hemos encontrado una respuesta clara y tajante… Está en el final de nuestro libro. Responder a esta pregunta aquí y ahora sería como, si antes de ver una película, te desvelasen el nombre del asesino”. Otra cosa, ojo, es su valor decorativo. Aquí que cada uno saque su propia conclusión. Quizá, en su momento, fuese una auténtica revolución. Hoy, tal vez, no se ofenda, todo lo contrario.
“Más allá de que sea bonito o feo, abrazamos la estética en un sentido fenomenológico y cultural, poniendo el foco en aquellas emociones y afectos que emanan al pasear por un barrio de toldo verde. Además, encontramos todo tipo de manifestaciones cinematográficas y musicales cuya materialización especial esta intrínsecamente anclada a este universo”, apunta Arboleda. Es tal su calado que siguen instalándose en la actualidad, sobreviviendo como puede frente al auge de nuevas tendencias.
Encapsular el pasado
En la mayoría de ocasiones son reposiciones que sustituyen otros deteriorados. Aunque, por sorpresa, también es posible identificar obra nueva con ellos: “Bastaría con salir a caminar por cualquier ciudad para asegurarse, sin miedo a equivocarse, de que goza de una salud estupenda. Lo usual es que una comunidad de vecinos respete los colores originales. Esta norma persigue una homogeneidad cromática y, en base a ella, podemos decir que el toldo verde se ha convertido en un patrimonio conservado desde una voluntariosa involuntariedad. De algún modo, perdura entre nosotros, encapsulando un pasado que abarca un presente indeterminado que se extenderá hasta un futuro infinito”.
[–>
Arboleda y Carbajal no los consideran iconos arquitectónicos, sino metáforas de la vida en los barrios. Pues ellos, en el fondo, son un reflejo del sentir histórico, cultural, sociológico, económico y emocional de una España que aún permanece latente: “No creemos que haya otra cosa, en el sentido material de la palabra, que pueda expresar tanto con tan poco”.