Cristina Fallarás abrió con su buzón de mensajes directos de Instagram para víctimas que quisiesen denunciar agresiones sexuales y acoso una brecha: la del miedo a contarlo. Detrás de ella, personas anónimas han impulsado decenas de cuentas en la misma red social con igual propósito, también en el ámbito musical, donde existen espacios seguros de escucha a quienes han sufrido abusos en la industria (@abusosenlamusica) y otro concreto dirigido a víctimas de agresiones en el rock (@abusosrock).
Estas plataformas permiten a quienes han sido agredidas por un artista, pero también por un productor, técnico o cualquier otro miembro del sector contar qué les ha ocurrido, pero esas víctimas pueden ser personas ajenas a la música. La industria se prepara para el momento en el que, como ha ocurrido en otros ámbitos, como la política, el cine o las artes escénicas, se empiecen a dar nombres y a denunciar públicamente hechos punibles, para cuando se destape su #MeToo.
Lara Alcázar, vocal de la asociación Mujeres en la Industria de la Música (MIM) y Head of Campaigns en la compañía discográfica independiente [PIAS] para Iberoamérica, sostiene que, «por mucho que veamos cuentas y cuentas en Instagram, eso levanta una conversación y una necesidad de protocolos, herramientas, compromisos y acción increíble, pero necesitamos de verdad que eso pase a otra pantalla y que podamos sentirnos libres y seguras para hacer esas denuncias y que la situación cambie».
«Miedo» a ser señaladas y quedarse aisladas
Cuando hay una acusación de este tipo, señala, «hay que creer a la persona que lo cuenta, hay que poner por delante el bienestar de esa persona, que los agresores no compartan espacios de trabajo con las personas que han sido víctimas de ese acoso o de esas agresiones y luchar para que los espacios de trabajo y las personas que trabajan dentro de esas compañías, de esas promotoras, de esos espacios, tengan un compromiso», el de hacer más «amable y seguro» ese entorno para evitar que las personas que sufren esas violencias «se sientan solas y aisladas».
Lo afirma porque lo primero que se siente al contar una experiencia, dice, es el «juicio y el temor» a denunciar y ser señalada. Alcázar recuerda que el Ministerio de Cultura ha creado la Unidad de Prevención y Atención Contra las Violencias Machistas en el Sector Audiovisual y Cultural para atender este tipo de casos a nivel nacional. No obstante, la cantante Zahara, en una entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, ya avisaba de que ella no iba a dar nombres «hasta que haya un movimiento muy grande». «No voy a abrir el melón, ya he abierto muchos y este no lo voy a abrir por lo mismo que el resto de las mujeres: por miedo, falta de pruebas y porque normalmente cuando sucedía una situación de acoso era validada por el resto de las personas que estaban allí. La mayoría de ellas, hombres», expresaba.
La artista daba un toque de atención a sus compañeros: «Ese #MeToo de la música no tiene que salir con las mujeres, sino que tiene que venir por parte de los hombres. Colegas, amigos, productores, músicos, tíos, que estáis ahí, que me conocéis, que conocéis a vuestras colegas con las que tocáis, con las que hacéis el sonido, producís, sois vosotros los que tenéis que hacerlo». Y criticaba que la responsabilidad recayese siempre «sobre nuestros hombros», los de las mujeres. «Estamos cagadas de miedo, vamos a ser juzgadas, señaladas, vamos a perder trabajos, vamos a perder confianza en nosotras mismas, relaciones, salud mental… Que lo hagan ellos».
Entornos seguros
Lara Alcázar mantiene que los estudios de MIM y el resto de literatura que llega desde Reino Unido apunta a que las mujeres de la industria no denuncian por miedo a perder su puesto de trabajo. «Quizás las preguntas hay que situarlas ahí» y en que, por el hecho de ser mujer, cueste más alcanzar el éxito profesional, ya sea como artista, como productora o como ejecutiva de una discográfica. «Seguimos teniendo menos representación en los puestos de poder dentro de las compañías, aunque tengamos ejemplos como es el caso de Melanie Parejo, Head of Music de Spotify para el sur y este de Europa, que por supuesto importan y nos podemos mirar en ellos. Pero ¿cuánto más les ha costado llegar ahí? Eso es lo que queremos recalcar, que no partimos de la misma casilla de salida, sino de tres, cuatro o cinco más atrás».
La propia Melanie Parejo insiste en la importancia de «normalizar que una mujer pueda estar al mando, aunque sea al mando de un botón». «Lamentablemente, las experiencias que cuentan las artistas se basan en que han sufrido rechazo, burla, en ocasiones, acoso», expresa, por lo que considera «absolutamente fundamental» que la siguiente generación tenga integrado que las mujeres pueden llegar al puesto que deseen y se puedan fijar en «referentes» femeninas. Spotify puso en marcha en 2021 el programa EQUAL, con la vocación de «visibilizar el talento femenino en todas las capas de la industria» e incrementar la exposición de mujeres artistas «en nuestras playlists editoriales de Spotify, que son las que se confeccionan con los equipos humanos», dice Parejo.
La Head of Music de Spotify para el sur y este de Europa destaca que se encuentran muy centrados en «la creación de referentes», a través de becas y de un fondo de ayuda que han lanzado para artistas emergentes, «que se lanzan a girar y todos son obstáculos». Son, asegura, «ayudas a fondo perdido». Spotify y MIM, con la iniciativa EQUAL, tratan de aumentar los espacios seguros de trabajo.
Protocolos ante agresiones
«Las redes abren una conversación, pero no abren un procedimiento judicial», incide Alcázar. Por ello, cuando una víctima denuncia, las empresas de la industria de la música deben poner en marcha ciertos mecanismos. La agencia de representación de los hermanos y raperos Ayax y Prok se desvinculó de ellos en noviembre, cuando la cuenta de Instagram Denuncias Granada recogió más de 60 testimonios que, al parecer, se dirigían a ellos. También perdieron el concierto del 28 de marzo del año que viene en el WiZink Center de Madrid.
Lara Alcázar considera que hay luchar contra las agresiones especialmente en «los espacios de trabajo» y «no hace falta que seas amiga ni acompañes de manera ferviente a quien ha sufrido eso», sino que basta con «no juzgarla y que no tenga el sentimiento de ser aislada por haber tomado esa decisión». «Al final pasa a disposición de la justicia y hay ya unos procedimientos que son claros», pero todavía permanece «una cultura del silencio implícita en absolutamente toda la sociedad, pero nuestro sector todavía no se ha roto, ni muchísimo menos». La vocal de MIM sostiene que «todavía queda muchísimo trabajo por hacer respecto a esto».
Cuando se rompa el silencio, ¿qué harán las plataformas? Melanie Parejo señala que «nosotros tomaríamos las decisiones que vayan en línea con las políticas de Spotify». «En Spotify no hay sitio para el odio, no hay sitio para el acoso, se miraría cada caso», y se revisaría si el contenido que los artistas publican en la plataforma «va en contra de nuestras normas de uso». Desde Spotify recalcan que juzgarían en base «al propio contenido, no al artista, como en otras plataformas del sector».
«Son procesos internos», pero revisarían «el contenido de una canción, el contenido de un pódcast» y, en cualquier caso en el que haya una intervención judicial, «vamos a estar pendientes de lo que está pasando». «Al final, la decisión de la plataforma es una y también va muy al hilo de la decisión de los usuarios, porque al final lo que funciona o no funciona, lo que sube y lo que se baja, es cosa de los usuarios y las usuarias. Ahí también vemos cuando alguien deja de escuchar, pues escucha más», concluye Parejo.