Es el único artista del mundo con licencia para crear a Mafalda en tres dimensiones, la niña contestataria a la que dio vida el argentino Quino en una tira de la revista Primera Plana (1964). Él fue quien autorizó a Pablo Irrgang (Buenos Aires, 1966) a esculpir modelos como el que el pasado jueves se inauguró en El Sauzal… «Probablemente siga llenando el mundo de mafaldas, pero no sé lo que me va a deparar el destino. A veces quiero dedicar más tiempo a mi obra personal pero Mafalda me reclama», comenta el porteño.
¿Cuál es el origen de esta historia?
Todo nació de una manera casual. Yo estaba trabajando mi obra en una galería de Buenos Aires donde exponía una amiga que era funcionaria del gobierno de la ciudad. Su amistad con un muchacho que vivía en el edificio en el que Quino dibujó a Mafalda fue el detonante de todo esto.
¿Todo fue culpa de un amigo de una amiga?
Así es [ríe]. Los vecinos del edificio se les ocurren en memoria de la placa Jin Chonapero con el tiempo, la idea se convirtió en una escultura. Pensaron en mí, pero lo que me preguntaron no tuvieron nada que ver con lo que hice … lo que sucedió fue que tenía muchos sentimientos por el papel que acepté en dos condiciones.
¿Qué condiciones?
La primera que fuera una niña, no el gran monumento que ellos pensaban hacer y la segundo, la más importante, es que Quino participara en el proyecto. Quería que él estuviera cerca para que se quedara conforme con la «reencarnación» del personaje de sus tiras periodísticas. Aceptaron ambas. El conocía a mi maestro [Juan Carlos Di Stéfano] Sé lo que puedo hacer. Definitivamente siento lo malo que sería que no la dejaría.
«Probablemente siga llenando el mundo de mafaldas»
¿Cómo fue esa colaboración?
Extraordinaria, conocí al mito… Todo fluyó sin muros hasta forjar una linda amistad. Fueron muchos ratos de conversación.
Habla de un mito pero, a su vez, de una relación muy natural.
Era un tipo muy tímido, bastante reservado, que tenía un sentido del humor ácido. Uno de los míos. Tuve la suerte y la tristeza de conocerlo justo cuando la ceguera se empezó a cebar con él; cuando los médicos le acababan de certificar que su oscuridad era un camino sin salida. Estaba triste y algo peleado con el mundo porque lo suyo no tenía vuelta atrás, pero aún así fue enriquecedor.
Una amistad intensa, ¿no?
Muy intensa [silencio]. Una experiencia que me hizo aceptar una invitación para viajar a Oviedo con él, una de las 16 ciudades con esculturas en miniatura de Mafalda – Collect. Premio Prince Astrias (2014).
¿Por qué El Sauzal?
Ésa pregunta habría que hacérsela al alcalde… Yo lo único que le puedo contar es que Mafalda despierta amor en todo el mundo. Mariano (alcalde) me dijo que había visto la escultura en Oviedo y se preguntó. ¿Y por qué no podemos traernos a Mafalda a El Sauzal? Es un pueblo chico, pero mis mafaldas no son propiedad de las grandes ciudades. Hay otros bellos lugares para ellas…
¿Todas miden lo mismo?
Son idénticas, lo único que cambia es el color.
«Mis mafaldas no son propiedad de las grandes ciudades; hay otros bellos lugares para ellas…»
¿Hay alguna razón para cambiar sus colores?
Creo, sinceramente, que es algo divertido. También depende de si la ciudad que hace el encargo reclama un color especial.
Dicen que a veces los personajes acaban «devorando» a las personas que recurren a él, ¿siente que Mafalda se lo ha llevado a su terreno?
Un poco sí [ja, ja,ja]. La verdad es. chica Me dio un viaje, conocer al mundo, viajar en lugares hermosos como Tenerife. Ahora lo toca Sauzal.
¿Es cierto que nació cerca de la casa de la niña de Quino?
Tal cual, por eso la he sentido tan cerca de mí durante tantos años. Mafalda forma parte de mi formación política, humorística y humanística. Ella es parte de mi vida.
Ella no es demasiado aficionada al fútbol, ¿y usted?
No, no… A mí tampoco me gusta el fútbol. Esa no pasión es compartida por los dos.
¿Es difícil encontrar a un argentino que no sea futbolero?
Pues los hay, créame que los hay. No soy nada futbolero, me ahorro el pique Boca & River.
¿Piensa llenar el mundo de mafaldas?
Si no me ponen freno, lo haré.