Puede que la segunda temporada de ‘El juego del calamar no haya hecho tanto ruido como la primera, pero es que casi nada ha hecho ese ruido en la historia del ‘streaming’. Y aun así, esa secuela inesperada (también para el creador de la serie, Hwang Dong-hyuk) fue la serie más vista en Netflix en la segunda mitad de 2024, pese a haberse estrenado solo seis días antes de acabar el año.
La tercera y última temporada llega el viernes, día 27, a nuestros dispositivos para cerrar, ahora sí, en principio, definitivamente, quizá, esta sátira del capitalismo con una macabra competición de supervivencia como escenario. En la segunda temporada, Seong Gi-hun (Lee Jung-jae) regresaba a la máquina que casi acaba con su alma para salvar simbólicamente a la humanidad entera. Su principal problema: el Líder (Lee Byung-hun), supervisor de este diabólico ‘Grand Prix’, se infiltró en el concurso como Oh Young-il, Jugador 001. «En la primera temporada ya había un 001: era Oh Il-nam [O Yeung-su]Este es el creador de los Juegos Olímpicos «, recordó Huang en una conferencia de prensa virtual en Londres.» Nadie sabe quién es, ni Gi-hun conoce al público. En la segunda temporada, queremos tener esta idea, y 001 esconde al líder, que Gi-Hun no sabe, sino el público. Esto crea diferentes tensiones. »
Un héroe devastado
En la recta final de la anterior temporada, el Jugador 456 armaba un plan de rebelión que no podía acabar peor, con su mejor amigo Jung-bae (Lee Seo-hwan) ejecutado ante sus ojos por un Líder ahora enmascarado. En lugar de matarle también, el villano devuelve a nuestro héroe a los juegos, en los que ahora es una presencia ausente, un espectro sin voluntad. Ni siquiera participa en la nueva votación para decidir si seguir adelante o detener de una vez esta edición.
Si los últimos episodios estuvieron marcados por un terror desesperanzado, el que abre la temporada final no es más ligero en tono: es depresión pura. «El protagonista se ha rendido con todo», explica el actor (y director) Lee Jung-jae, un astro ahora no solo en Corea del Sur. «Le vemos sin ganas de seguir, de vivir, de jugar. Pero incluso en esos días de desconsuelo, consigue encontrar una razón para continuar. Y esa inspiración es la gente que le rodea, los que han viajado con él y sobrevivido a los juegos hasta ese punto. Pueden haberle ridiculizado, pero Gi-hun siempre encuentra el modo de seguir creyendo en la humanidad».
Desde el lado de los relativos villanos, la guardia 011 (Park Gyu-young), antigua soldado y desertora de Corea del Norte, se agarra también a su último resquicio de humanidad. «Por eso siempre busca el modo de rematar a los jugadores, para evitarles el sufrimiento de pasar por las operaciones de los guardias corruptos que quieren robarles los órganos». Y según Lee Byung-hun, incluso el Líder tiene un corazón. «Aunque se inventó a un personaje para participar en los juegos, estar cerca de los otros jugadores, sobrevivir a su lado, debió de afectarle profundamente a nivel personal. Creo que cuando mató a Jung-bae lo hizo con los ojos entrecerrados, pero no pudimos verlo porque llevaba la máscara».
«¿Todavía confías en la gente?»
Habrá quien vea y acabe de ver ‘El juego del calamar’ tan solo por la potencia plástica de unas competiciones que pervierten conocidos entretenimientos de infancia. Pero a ese impacto visual suele acompañarle el emocional. «Repasando los juegos desde el principio de la serie y hasta la tercera temporada, veo que en todos tuvimos oportunidad de explorar un amplio espectro de emociones», comenta Lee Jung-jae. Sobre todo, quizá, en ese glorioso delirio llamado ‘Mingle’, «un juego cruel en el que tienes que acercarte a gente, unirte a ella, para quizá justo después despreciarla».
«¿Todavía confías en la gente?», pregunta el Líder a Gin-hu en un momento clave de esta recta final. ‘El juego del calamar’ es, según su creador, «una historia sobre la lucha entre esos dos personajes y sus visiones en conflicto sobre el genero humano». Según Lee Byung-hun, su personaje «ansía, en el fondo, que Gi-hun le quite la razón». Este actor favorito del cineasta Kim Jee-woon (protagonizaba, por ejemplo, la mayúscula ‘Encontré al diablo’) tiene su teoría de por qué la serie ha trascendido fronteras e idiomas: «El tema de la deshumanización no es algo que preocupe solo en Corea del Sur, sino también en muchos otros países. Me alegra el éxito de la serie, pero también me entristece saber que tanta gente alrededor del mundo entiende de qué trata«.
Cuando se le pide que resuma el episodio final en tres palabras, Hwang Dong-hyuk, jefe de todo esto, elige adjetivos redundantes: «Loco, demencial, chalado». Lee Jung-jae muestra más imaginación (y se pasa de palabras) hablando de un desenlace «adecuado, impredecible, lleno de significado, intrigante y realmente entretenido». Pero para intrigante, el siguiente paso del creador de la serie, al parecer una película tan violenta como ‘El juego del calamar’. Confiar en la bondad de las personas lleva tiempo.
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