Este miércoles 12 participa en la Casa-Museo Pérez Galdós con una charla sobre literatura, disidencia e integración. ¿Cómo surgió esta propuesta y qué le interesaba especialmente abordar en este espacio?
Ha sido una invitación de la Casa-Museo Pérez Galdós, a quien agradezco que haya contado conmigo. Me han pedido que hable sobre mi proceso de escritura y mis referentes literarios. Una oportunidad maravillosa para compartir el crecimiento constante en el que se encuentra mi voz literaria.
La charla se enmarca dentro de la programación especial del mes del Orgullo. ¿Cómo entiende el papel de la literatura en estos contextos conmemorativos? ¿Qué tipo de diálogo propone desde su intervención?
Lo entiendo como una oportunidad que te da el calendario para seguir visibilizando lo que escribo, porque el resto del año sigo siendo aquel, como Raphael. Sigo escribiendo, buscando, descubriendo… Pero como al sistema se le olvida rápido lo que no le interesa, está bien que existan fechas que arrojan luz sobre realidades y vidas cuyos derechos continúan amenazados.
Ha dicho que leer es un acto «tan íntimo como colectivo, tan placentero como político». ¿Cómo llega a esa conciencia del acto lector como una forma de disidencia?
Llegué con la acción misma de leer. Sobre todo, descubriendo que existe toda una literatura, a lo largo y ancho del tiempo y de las lenguas, que habla de lo que siento y lo que soy o podría ser. De igual modo que la inmensísima mayoría de lecturas que leí en el cole, en el instituto y en la universidad no hablaba de mí, otras lecturas me han ayudado a construirme, por obra y gracia de la literatura y de sus autorías disidentes.
Descubriendo que existe toda una literatura, a lo largo y ancho del tiempo y de las lenguas, que habla de lo que siento y lo que soy o podría ser
Su escritura aborda con frecuencia la construcción identitaria desde lo queer. ¿Qué papel juega la literatura en la creación de espacios de pertenencia para quienes han vivido al margen de la norma?
Hablo más de subjetividad «marika», que siempre está dispuesta a mutar, a cambiar, a alimentarse… que de identidad, que es un término más rígido y definitivo. Para mí, la única certeza es que todavía me queda mucha literatura por leer y que, por supuesto, jamás podré abarcar toda la que me gustaría. Sin embargo, esta paradoja me mantiene feliz y esperanzado, porque la literatura que leo es el espacio seguro donde me encuentro con el mundo que merezco. No hay nada más placentero que la alegría.
En obras como Un camerino propio o Bisutería auténtica, se percibe una apuesta clara por reivindicar el artificio, el deseo, la diferencia. ¿Escribir desde ahí ha sido también una forma de autodefensa o autoafirmación?
Sí, y también una forma de celebrar y de dignificar lo que celebro. Así como una forma de incordiar y de desestabilizar a las voluntades cisheteronormativas que se sienten desplazadas o rechazadas. El artificio es el único paraíso posible. Lo natural me aburre. La diferencia nos enriquece y el deseo es siempre un buen comienzo. Si a todo esto le sumamos el respeto y la eliminación del odio, tendríamos un presente menos violento y más habitable para todes. Sí, para todes.
Escritor de Gomero Daniel María / Katia Mora
Ha definido la escritura como «una constante incertidumbre repleta de palabras. Un laberinto del que no quiero salir». ¿Cómo convive con esa incertidumbre en su proceso creativo?
Vivo entretenido, porque cada día es una nueva oportunidad para explorar. No se trata solo de constancia, porque la escritura creativa merece más tiempo de calidad que disciplina y, además, eso de las musas nunca ha ido conmigo. En todo caso, mi musa tiene pinta de travesti de la Isleta de los setenta, cruzando Ripoche camino de una sala de fiestas. Pero puedo decir que en ese laberinto se mantienen intactas las flores de mi imaginario.
¿Considera que el sistema editorial actual sigue siendo, como afirma, profundamente heterocisnormativo? ¿Qué brechas o espacios alternativos le parecen más fértiles hoy en día para voces disidentes?
Por supuesto. Lo sigue siendo porque los grandes grupos que acaparan el mundo editorial están movidos por intereses más económicos que artísticos. Una mega empresa primero hace números y luego decide qué publicar. Por el contrario, las pequeñas editoriales independientes juntan las cuatro perras con las que publicar el libro soñado. Esa manera de ofrecer literatura al mundo lo cambia todo.
Habla de «complicidad entre disidencias». ¿Qué autoras, artistas o referentes han sido clave en su propia genealogía afectiva y literaria?
La genealogía, en mi caso, es más espiritual y esotérica que terrenal. Por eso tengo una madre mapuche que se llama Pedro Lemebel, otras madres argentinas que se llaman Manuel Puig o Copi, otra madre afroamericana que se llama Audre Lorde u otra madre canaria que se llama Natalia Sosa Ayala. Lo afectivo en la complicidad disidente nace del amor más auténtico, el que reconoces en las personas donde te ves reflejado.
Su último libro, El jardín del invierno, ha sido reconocido con el Premio de Literatura Diversa 2025. ¿Qué retos y hallazgos supuso escribir esta obra? ¿Cómo dialoga con sus libros anteriores?
Se trata de una novela muy diferente a las escrituras anteriores y me gusta sentir que he logrado transitar otra ruta del laberinto. Dos mujeres octogenarias recuperan la historia de amor que dejaron aparcada muchos años atrás y la figura de Elizabeth Taylor se colará en esa aventura vital. Esta premisa ya tiene conexiones con otros libros anteriores, donde la figura de las divas y el imaginario pop dibujan espacios de fantasía, pero en esta ocasión he transitado por reflexiones que surgen en una altura de la vida a la que no he llegado todavía, y ese trabajo ha sido uno de los más satisfactorios de este proceso de escritura.
Cubrir «jardín de invierno» / Juan Castaño
En su faceta como editor y gestor cultural, ¿cómo trabaja para abrir espacios que no reproduzcan las lógicas excluyentes del canon?
El espacio de la inclusión lo forman las artistas y agentes culturales que visibilizan con su trabajo y sus obras un mundo diverso e inclusivo. Es más fácil de lo que parece: diseñemos unas agendas culturales donde estén presentes las artistas disidentes, sus obras y sus discursos. Solo así podrá llegar el mensaje de que un mundo nuevo y feliz, como cantaba Karina, ya existe, aunque el «cis-tema» siga aferrado a su cuota de poder, como ocurre también en la cultura.
El espacio de la inclusión lo forman las artistas y agentes culturales que visibilizan con su trabajo y sus obras un mundo diverso e inclusivo.
Y por último, ¿qué le gustaría que se llevara el público que asista a su charla del día 12? ¿Qué urgencias o deseos le mueven hoy a seguir escribiendo y compartiendo palabra?
Me mueve la fascinación que me produce estar vivo y rodearme de gente estupenda y macanuda. Lo que urge es que desaparezca el odio, la violencia, la manipulación de las ultraderechas y de los medios de comunicación que las aupan, y que no nos coma la triste cotidianidad de un genocidio en Gaza que está siendo televisado con la misma «normalidad» con la que vemos la novela del mediodía. Lo que urge es acabar con los fascismos.