¿Es un historia de redención?
Más que redención, yo hablaría de superación. El libro narra la desaparición de dos jóvenes [Aurora y Blanca] Hace 20 años. La madre de Aurora, Flora, no ha superado el trauma y decide aislarse en una casa oculta para reconstruir su vida, sino para ser la paz exacta.
¿La idea es reconstruir el pasado?
No, es iluminar una tragedia familiar en la que aún quedan demasiados interrogantes por resolver.
Sin ser una novela negra, sí que consigue atrapar la curiosidad de los lectores desde el minuto cero.
Ni es negra, ni es policiaca. Es una trama que guía al lector por un escenario fantástico y unos sucesos que alimentan su curiosidad por conocer qué es lo que ocurrió con esas desapariciones.
¿Qué elementos emplea para empatizar con ellos?
Profundizar en cuestiones poco visibles de los personajes es un buen recurso para subir la dosis de intriga. Entrar en esos territorios emocionales no es fácil, pero reconozco que hay cierta obsesión por encontrar a personajes complejos?
¿Personajes complejos?
Sí, seres que se muevan, que tengan algo que decir, que lleguen a ser imprevisibles… No me convencen los personajes planos.
¿Hay muchos seres angulosos en ‘La casa de las amapolas’?
Hay unos cuantos, pero cuando hablo de personajes complejos me refiero a aquellos que generan situaciones cambiantes.
La mujer tiene un rol importante en esta trama literaria.
Son mujeres valientes que han crecido en entornos familiares en los que existe mucha incomprensión y donde el poder lo tienen los hombres. Ellas adquieren un brillo especial en La casa de las amapolas, pero también hay algún que otro rol relevante es masculino. Las familias son organizaciones complejas y en esta novela nos vamos a mover en un territorio áspero.
¿Cómo se ha sentido en medio de este rompecabezas familiar?
He disfrutado el proceso, que es algo que no siempre ocurre cuando te propones hacer una novela… Escribir me permite lidiar con unos seres indomables; no me gusta lo previsible. Más que un rompecabezas, un libro es como un puzzle en el que debes ir encajando piezas: intriga, misterio, inquietud, tragedia… Ésta es una novela luminosa en la que hay dolor, pero no quiero que el lector se queden con esa idea cuando llegue a la última página.
¿Cuál es el mensaje?
Que por muy duro que sea el pasado, en el presente y, sobre todo, en el futuro siempre se puede volver a empezar casi de cero… Hay cosas que se van a quedar en esos reseteos, pero un comienzo es una oportunidad. A veces es necesario desaparecer para renacer.
¿Por qué se inclinó por un narrador en tercera persona?
Es una manera de estar más cerca de los personajes y experimentar su libertad. Ellos son los que me dan la historia. Que los lectores puedan conocerlos es una de las cuestiones que más cuido a la hora de diseñarlos. No me importa demasiado si al principio es un ser secundario que va creciendo a medida que avanzan los capítulos. Esa movilidad es fundamental en mi escritura.
Escritura que combina con la docencia.
Sí, de momento, sólo es un hobby que me puedo permitir sin dejar de lado el mundo de la enseñanza. La literatura es una especie de realidad paralela en la que me siento cómoda; cada novela es un reto. Mi intención es crear historias que llamen la atención de los lectores y generen entretenimiento.
¿Se ve en otro registro?
Sinceramente, no. En mi escritura no hay una fórmula matemática, pero sí unos elementos que están conectados con las emociones que trato de explotar al máximo en cada proyecto.