50 años después del disco ‘Ciclos’ de Los Canarios, Eduardo Bautista (Las Palmas de Gran Canaria, 1943), publica una réplica, esta vez tras una inmersión de las músicas asiáticas, con excelente acogida de la crítica.
Medio siglo después de Ciclos, su recreación particular de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi con el grupo Los Canarios, lanza Ciclos 5.0, El periplo de las heroínas, donde vuelve a experimentar con instrumentos y géneros musicales, imaginamos que sin pretender entrar en listas de ventas o que se escuche de forma machacona en radiofórmulas o plataformas digitales. ¿Qué quiere ofrecer en este Ciclos 5.0?
Creo que he intentado recopilar lo mejor que hay en mí como músico y como creador. En realidad, me gustaría que el disco cumpliera dos funciones y por eso he volcado ahí mi experiencia. La primera es darle una respuesta de amor a la gente que le gusta este tipo de música. Yo no sé si puedo mejorar eso. Y la segunda, puesto que el disco nace en la pandemia, como tenía tiempo pude rastrear todos aquellos horizontes que a lo largo de mi carrera no me había atrevido a cruzar. Y decidí que me iba a salir del perímetro de confort y realmente hacer algo muy experimental.
Confiesa que, para su sorpresa, la obra tiene excelentes críticas y despierta interés más allá de los antiguos admiradores de Los Canarios o del mundillo de la música contemporánea, minimalista, ambient, new age o como quieran etiquetarla . ¿De verdad que no se lo esperaba? Hay temas que enganchan a la primera escucha.
No me lo esperaba. A lo largo de mi carrera he hecho muchos amigos y también muchos enemigos. Cuando decidí que aquí iba a dejar una huella sonora de dónde estaba yo y dónde estoy ahora a los 80 años, pues se cumplen 50 años del primer Ciclos, no me esperaba que la acogida fuese tan rigurosa, pues las críticas responden a alguien que ha oído el disco y que ha sacado sus conclusiones . Y cuando la crítica es favorable después de ese proceso uno tiene que sentirse realizado y agradecido.
«Con este disco decidí salir de la zona de confort y hacer algo muy experimental»
Desde 1992, con La memoria del agua, no editaba nada como Teddy Bautista, aunque sí ha seguido trabajando como productor. Después de la mala experiencia en la SGAE, una década de ostracismo en espera del juicio, la absolución y luego reconocimientos como el de Hijo Predilecto de Gran Canaria. ¿Significa este disco su rehabilitación definitiva, como volver a una vida que se truncó en 2011?
Pues sí, aunque no lo había pensado de esa forma. Pero sí. Es una reivindicación, pero sin ajuste de cuentas. Como decir: Mire usted, amante de la música; esto soy yo, sin cortapisas estéticas. También sin condiciones de la compañía discográfica, que me ha dicho que haga lo que me apetezca porque me he ganado la condición de músico respetable.
¿Y qué hubiese pasado de continuar como presidente de la SGAE?
Pues a lo mejor no hubiese vuelto a la música ni hubiese grabado esta obra. Era una actividad absorbente que no me dejaba tiempo para nada. Yo di tres vueltas al mundo en viajes de gestión. La SGAE estuvo a punto de quitármelo todo, incluso la familia. No se puede tener una familia y al mismo tiempo ostentar un cargo ejecutivo internacional en el que no puedes decir que a esta reunión no voy, porque de repente en esa reunión se está tejiendo una red de normas legales que pueden afectar a los creadores.
¿Cómo ha sido el proceso para componer y grabar Ciclos 5.0? Ha dicho que casi tuvo que volver a aprender a tocar el piano.
Cierto. Cuando grabe Memorias del agua fue en el año 1991 y en 1992 hice muchos trabajos para la Expo de Sevilla. Pero en 1993 mi condición dentro de la SGAE pasó a ser de máximo ejecutivo y no me parecía deontológico que me hubieran liberado para defender los intereses generales de los creadores y al mismo tiempo competir con ellos. Por eso decidí cerrar mi etapa y hacer una especie de tremendo reseteo, cambié el chip completamente y así estuve hasta el 2011. Probablemente, si no hubiese pasado aquel episodio tan mediático estaría en este momento retirado, porque había prometido a la familia que los 70 años los cumpliría en casa. Aunque resulte paradójico, quizá tuve suerte porque los cumplí en casa y haciendo música.
Su última incursión en la música, digamos comercial, se remonta a 1981, a dúo con Pepe Robles, ¿por qué no lo ha intentado ahora con un disco más pop?
Si yo miro por el retrovisor, es un camino larguísimo. La vida me ha permitido hacer prácticamente todo lo que quería. Después de un año sabático, de reaprender, y otro año más para recuperar el nivel tecnológico que siempre había tenido, no me veo haciendo un disco de canciones o cantando, rememorando eso que está tan de moda, en que todo se está resucitando.
En el tema Epifanía 88 recrea o se inspira en Ryüichi Sakamoto, Steve Reich y Haucshka. ¿Es un homenaje a esos tres maestros? ¿Por qué esos tres y no otros?
Ryüichi Sakamoto y su grupo Yellow Magic Orchestra eran fans de Ciclos. Yo me enteré de esto en Tokio, y no a través de Ryüichi, sino por Haruomi Hosono, otro de los tres miembros de la banda. Y que casualidad, porque Sakamoto es uno de mis pianistas favoritos. Ha sabido combinar muy bien el clasisismo del piano con la tecnología más avanzada. Tras recuperar la memoria muscular, sentado al piano es donde verdaderamente tú sabes quien te gusta más y quien no, porque tus dedos van acariciando el teclado y sin quererlo aparece un riff de aquí y otro riff de allá. En el caso de Haucshka, es un músico que estuvo nominado en los últimos Oscar de Hollywood porque hizo una música maravillosa en Cónclave. Finalmente, Steve Reich es el padre de todo esto y fue alumno de Terry Riley, el impulsor del minimalismo. Pero lo que une a los tres es que son grandes experimentadores de lo que se llama el piano preparado. Es decir, un piano en el que en el arpa de la cola se manipula con fieltros, incluso con bolas de ping-pong, de forma que cuando tocas interactúa el sonido original del piano con todos esos artefactos que han metido ahí. Los tres han hecho grandes obras de piano preparado.
«La gestión del día a día en la SGAE estuvo a punto de quitármelo todo, incluso la familia»
En algunos temas se aprecian similitudes con Jean Michael Jarre o Tangerine Dream. ¿Son también una fuente de inspiración?
Yo tengo influencias de todo ellos, Jean Michael Jarre, Kraftwerk, Tangerine Dream y demás. Es inevitable porque somos contemporáneos y durante un tiempo estuvimos compartiendo los caminos de la vida, pero lo que me haya salido de influencia de ellos no fue a propósito. En este disco he investigado mucho las escalas orientales y, como puedo fabricarme un piano virtual, me lo he fabricado con microintervalos. En algunos momentos no es la afinación académica la que está sonado, sino afinaciones que vienen de las escalas de los metalofones, que se usan muchísimo en Indonesia o la Península Indochina y son muy evocadores. Yo recomiendo oír el disco con cascos, porque está mezclado en binaural, no en estéreo. He recibido mensajes de personas que me dicen que con cascos descubren cosas nuevas en cada escucha.
Teddy Bautista, en una entrevista el lunes pasado. / José Carlos Guerra
Este disco es una inmersión en la música asiática. ¿De dónde le viene esa admiración por unos sonidos de tan lejos?
En uno de mis viajes, porque se celebraba un Midem en Hong Kong, conocí a varios músicos y uno de ellos me invitó a conocer partes de China. Resultó que era el director del Conservatorio de Shanghái y fuimos a la fonoteca, donde me enseñó una colección de muestras electrónicas de más de 300 instrumentos asiáticos que yo no había visto en mi vida. En aquel momento me impactó, pero no reaccioné como músico, como creador. Pero el hombre fue tan amable y tan generoso que me regaló una caja con 12 DVD donde estaban, por un lado los sonidos de todos esos instrumentos y, por otro, cómo se tocaban. El sonido de un instrumento es un embrujo, por supuesto, pero hay que ver cada instrumento porque unos son más orgánicos que otros. Muchos años después, y gracias al encausamiento judicial, estuve estudiando y a través de ese análisis fui descubriendo que en nuestra sonoridad occidental hay un montón de huecos y ellos, de forma espontánea, han ido creando sonidos y timbres que encajan muy bien.
Dada su procedencia y su idilio inicial con las músicas negras norteamericanas. ¿Ha pensado en hacer algo similar con la música africana?
Pues sí. Si sobrevivo a Ciclos 5.0, ya he estado recopilando y trabajando en ello. Yo estaba muy cerca de los creadores del Afrocan, como Martín Chirino, Tony Gallardo, Pepe Dámaso o Manolo Padorno y todo eso se me quedó. Un día, ya después de haber salido el disco, recuperé lo que había estado escarbando en mi fichero y mi librería, porque quiero ordenar todos los sonidos pensado en que después los pueda donar a alguna fundación o institución para que la gente, si tiene interés en saber cómo son esos instrumentos y sonidos los tenga ahí. Y al ordenar salió de repente una obra que yo había estado trabajando, pensando en que el grupo Taburiente la incorporase en su repertorio. Ellos incluyeron una obra mía, Islas, en su segundo álbum, Ach Guañak, pero esta otra era demasiado compleja y se quedó ahí. Hace un mes, la oí y de repente volvieron a mí todas esas sensaciones, pensé que se podían agrupar en un proyecto que se llame Mama África. Primero, porque por muy civilizados que nos creamos en Occidente, venimos de ahí. No solo eso, sino que cuando hemos vuelto ha sido para depredar el continente, quitarles todas sus riquezas y distinguirlos con el desprecio de infracivilización. Me parece que ahí hay una reivindicación pendiente.
¿A qué refiere?
El subtítulo de Ciclos 5.0 se llama El periplo de la heroínas porque creo que el siglo XXI va a quedar como el siglo donde la mujer fue reconocida como igual. Estamos al borde o casi dentro de un matriarcado porque la inteligencia emocional de las mujeres no la tenemos los hombres. Ellas han hecho un esfuerzo tremendo y ahí está no solo el homenaje a los amantes de la música, sino a las mujeres. Yo hago esto porque mi madre, que era pianista, me sentaba al piano y me obligaba a hacer escalas. Yo llegué a odiar la música y el piano, porque vivía en Las Canteras y veía por la ventana a mis amigos jugando al fútbol en la playa. Eso era lo que yo quería hacer.
¿Por qué Ciclos 5.0 se edita solo en disco de vinilo?
El disco está solamente en vinilo porque, primero, es un soporte frágil. Si descuidas la aguja o el polvo estático se puede estropear, pero para oír de verdad una pieza musical hay que hacerlo en vinilo. El disco compacto es en realidad un compromiso en un momento determinado, pero el vinilo tiene este carácter icónico. Ocupa un lugar en el espacio y permite, por ejemplo, que parte de esto que estoy contando se pueda recoger en un libro que viene dentro del disco y que ayuda mucho a comprender la música que se está oyendo. Narra el viaje desde Oriente a Occidente de las guerreras samurais, las científicas chinas o las artistas coreanas, que son las que componen la Liga de las Mujeres Extraordinarias.
Ha anunciado que quiere llevar esta obra al directo. ¿Se podrá ver en Canarias?
Sí. Por supuesto. De hecho estamos ahora mismo sondeando. Tiene que ser un sitio de muy buena acústica, pues los sitios abiertos no son precisamente muy respetuosos con el sonido. La acústica del Alfredo Kraus y del Auditorio de Tenerife es estupenda. No tengo fechas aún, pero hay músicos de aquí con los que quiero contar. Me gustaría llegar aquí con el núcleo duro ensayado e incluir artistas locales tanto en Las Palmas como en Santa Cruz.
«Estoy recopilando y trabajando en otra inmersión musical que se llamará ‘Mama África’»
También anunció hace tiempo unas memorias. ¿Cómo va esa redacción?
Ya está terminada.
¿Narra hechos aún desconocidos de sus primeros años en la Isla y de la historia de Los Canarios?
No tanto de la parte familiar y demás, porque de eso ya he hablado mucho y en muchos sitios. El título es El niño bajo el piano, porque según mi madre, cuando todavía no caminaba, al gatear me colocaba debajo del piano de cola donde ella practicaba. Seguramente yo tengo esta noción de inmersión en la música porque para mí la música caía desde arriba con todos sus armónicos. La caja armónica de un piano de cola es un nido inagotable de sonidos porque unos tropiezan con otros y se desplazan en el espacio. Lo más importante de las memorias es compartir con la gente que esté interesada cosas que nunca he contado.
¿Por ejemplo?
Lo que sentí en Nueva Orleáns cuando fui por primera vez, la música cajún, el blues y los espirituales. Eso no lo he contado con detalle. O cosas más divertidas, como la travesía del Atlántico en barco. Decidimos ir desde Virginia hasta Hamburgo porque allí estaba el Star Club, el sitio donde habían empezado Los Beatles, los Rolling y todos esos grupos. Tuvimos la oportunidad de ir a Hamburgo y no lo pensamos. Metimos el equipaje en un buque y estuvimos dos semanas en el Atlántico, con una tormenta por medio. Tampoco he contado mucho de los músicos de aquí que más me enseñaron siendo un crío. Fueron Andrés Plata, un personaje fascinante, y Rafael Jáimez, primer violonchelista en el Lido de París. Y, por supuesto, mi madre. Ella fue tan inteligente que para hacerme caer en la trampa de ser músico me enseñó primero dos obras clásicas, un preludio de Juan Sebastian Bach en Do Mayor y un preludio de Beethoven en Do Menor. No sé por qué ella entendió que esas dos obras iban a ser tan importantes en mi vida, porque yo me siento al piano y las manos se me van a esos dos preludios, a esa música perfecta.
¿Serán esas memorias un ajuste de cuentas a quienes le denunciaron o le dieron la espalda en los peores momentos?
No. A medida que he ido escribiendo también he ido aprendiendo a establecer una escala de valores en cuanto a los recuerdos. No voy a dedicar mi memoria y mis recuerdos a un ajuste de cuentas. Lo que sí voy a contar, por supuesto, son cosas que son importantes porque en su momento crearon circunstancias adversas y hay gente que ha hecho daño, no a mí, sino a la cultura de este país, mucho daño. He conocido a 12 ministros de Cultura y he tenido que lidiar con muchas situaciones, algunas fantásticas y otras que no se las deseo ni a mi peor enemigo. No es un ajuste de cuentas, pero sí un relato desapasionado de los hechos.
Está estos días en su ciudad natal y son frecuentes sus visitas. ¿Ha tenido la tentación de volver a vivir aquí?
Sí, por la calidad de vida que tenemos en el Archipiélago, en cualquiera de la islas. Día tras día los vientos alisios renuevan el aire y eso genera un sentimiento. Yo aquí puedo respirar hondo y quizá me entre salitre, pero no dióxido de carbono. Y además, me he llevado una sorpresa en los últimos años, que es descubrir el talento musical que hay aquí. Cuando oí a Cristina Ramos cantando un blues que escribí cuando ella ni había nacido, se me pusieron los pelos de punta. En Mestisay hay cuatro o cinco músicos extraordinarios. Y cantantes. Todos tienden a irse a la Península a realizarse allí , como Valeria Castro, pero aquí está el vivero. Aquí uno no se hace famoso, pero se puede hacer artista y cada vez hay ejemplos más palpables. Es evidente que tenemos en nuestro ADN un factor musical que tiene al menos 500 años. Tenemos casa aquí y en Madrid, pero nos tienta volver porque mi esposa también es canaria y echa mucho de menos vivir en una ciudad que tiene una playa dentro.
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