En su más reciente discurso, el presidente dominicano, Luis Abinader, lanzó un paquete de 15 medidas migratorias tan rimbombantes como recicladas, reafirmando lo que ya es costumbre en nuestra política migratoria: mucho ruido y pocos ladrillos, incluso para el famoso muro.
Sí, Haití está en su hora más oscura, y sí, la comunidad internacional ha dado la espalda. Pero ¿cuántas veces más vamos a escuchar el mismo diagnóstico sin ver resultados tangibles?
La promesa de endurecer la frontera con más soldados y más muros suena firme… hasta que uno recuerda que, con los miles de efectivos ya desplegados y los 54 kilómetros de muro actual, siguen cruzando indocumentados como si nada. ¿Añadir 13 kilómetros más hará alguna diferencia si el problema es la corrupción en los controles fronterizos?
El endurecimiento legal parece una movida audaz, pero apunta con dedo selectivo: se persigue al pequeño arrendador, al empleador doméstico, al portero que alquila una pieza, mientras los grandes sectores económicos—como el turismo o la construcción—que dependen descaradamente de la mano de obra ilegal, siguen intocables. ¿Justicia o doble rasero?
El plan de salud es quizás el más polémico: exigir identificación, carta laboral y prueba de domicilio en hospitales públicos para recibir atención médica. Suena a orden, pero huele a puerta abierta para nuevas formas de corrupción y, peor aún, a un sistema de salud que olvida el humanismo en su esencia.
La creación de observatorios, comisiones y procuradurías suena bien en papel, pero ya conocemos ese libreto. ¿Cuántas comisiones han servido más allá de los titulares? ¿Cuántas reformas anunciadas terminan durmiendo en el Congreso? Si el objetivo es “ordenar”, ¿por qué seguimos improvisando?
El impulso a la “dominicanización del empleo” es otra jugada que llega tarde y mal: la ley ya obliga a un 80/20 en favor de trabajadores dominicanos. ¿Por qué ahora nos conformamos con mendigar un simple aumento salarial y ya en zonas francas y turismo?
El mensaje final del presidente, aunque patriótico y emotivo, contrasta con la falta de acciones reales contra los poderosos que se benefician de esta migración irregular. Mientras tanto, se responsabiliza al pueblo llano por un problema estructural que lleva años gestándose bajo complicidad, indiferencia y oportunismo político.
Y aquí viene la pregunta crucial: ¿estas medidas buscan realmente solucionar el problema migratorio o solo calmar el ruido mediático? Porque si todo este despliegue no es más que un amague, un intento de contener la presión ciudadana ante una posible marcha hacia el Palacio Nacional… entonces, ¿qué pasará si el pueblo vuelve a ceder y se suspende la movilización? ¿Se hará lo que nunca se ha hecho para controlar la migración ilegal haitiana? O peor aún, ¿se volverá al mismo ciclo de abandono disfrazado de voluntad política?
En resumen: el discurso fue fuerte en palabras, pero flaco en credibilidad. No por falta de diagnóstico, sino por exceso de promesas incumplidas. La seguridad y soberanía no se defienden con titulares, sino con acciones coherentes, justas y, sobre todo, valientes… incluso cuando toca incomodar a los de arriba.

Trabajador social, comunicador y político, amante de las tecnologías. #tipsTIC – http://youtube.com/MarioHerreraH