A estas alturas de su carrera, después de tantas retrospectivas, premios y reconocimiento, ¿qué le mueve a seguir pintando?
Pintar para mí es como respirar. Es muy importante en mi vida, en mi día a día, en mi estado de ánimo. Algo que no se agota nunca. Siempre que llego al estudio digo: qué felicidad, este es el sitio en el que necesito estar, no saldría de aquí nunca. Y es algo que no se agota, cuando terminas una serie ya estás pensando en otra.
Una retrospectiva permite mirar hacia atrás. ¿Cambiaría algo de lo que ve?
En principio, no. De los errores también se aprende y una cosa que no te gusta o que te funciona menos también es bueno que exista. En esta exposición solo hay un pequeño tanto por cien de mi trabajo, de mi obra. Se ha quedado fuera series enteras que no han podido entrar porque hubiera necesitado en Madrid el Reina Sofía entero y aquí en el IVAM lo mismo. Yo no he dejado de trabajar ni un día, y eso es una producción enorme.
Su admirado Pessoa decía que todo arte es una forma de literatura. ¿Qué relato nos cuenta esta exposición?
Me cuesta mucho explicar ese tipo de cosas. Yo soy minimalista absoluta, lo que ves es lo que hay. Empiezo con la abstracción geométrica y termino con la abstracción geométrica, que es la serie de los Sempere.
Sempere, Teixidor, Yturralde, usted. ¿Qué tenía aquella València de los 60?
Siempre se ha dicho que València es una tierra de creatividad. Además, por entonces solo había tres escuelas de arte: la de València, la de Barcelona y la de Madrid. Y eso hacía que en pocos espacios se encontraran espíritus con inquietudes artísticas y sensibilidad.
Soledad Sevilla prepara la exposición «ritmo, gráfico y variables». / JM López
«A mi familia no le gustaba que fuera artista. Y a mi marido, tampoco»
Creo que por sus padres primero y por su marido después, no le fue fácil desarrollar esas sensibilidades artísticas.
Efectivamente, lo tenía todo en contra. A mi familia no le gustaba que fuera artista, no lo tenían previsto para una hija. Y ya casada, a mi marido tampoco. Me tocaba hacer lo que le tocaba a las mujeres de mi generación, así que yo tenía dos hijos y mi marido, ninguno. Tenía que tirar de la casa, de los hijos y de mi trabajo, aunque yo no era consciente de eso y lo sacaba adelante. Pero ya no me gusta hablar de eso, porque es como hablar de la edad media.
¿Cuándo sintió que ya se la tomaban en serio como artista?
No creo que fuera por una cosa en concreto, fue algo paulatino. Efectivamente, no se me tomaba en serio, se me veía como una ama de casa que pintaba. Y además, seguía trabajando en la abstracción geométrica cuando la figuración ya estaba muy potente. Si participaba en una exposición colectiva, mi cuadro se quedaba siempre ahí rarísimo. Pero nunca me desanimé porque siempre he dicho, y lo sigo diciendo hoy en día, que lo importante, lo vital, es lo que pasa en el estudio. Si no expones, da igual.
¿No hace arte para que se vea?
Hombre, sí quieres que se vea, pero no es el objetivo. El objetivo es resolverlo, insistir si una serie no te gusta. Y una vez se ha terminado, sí quiero que se vea.
Fue de los primeros artistas en España que trabajó con ordenadores, concretamente en el Centro de Cálculo de la Complutense de Madrid.
Yo ya tenía esa inquietud en València. Estaba con Yturralde en el grupo Antes del Arte y participaba en esas exposiciones que se hacían en València. Ya había esa tendencia de artistas que nos interesaba la geometría y la investigación, donde lo visceral y la mano suelta no era nuestro interés. Teníamos un interés más de formato estructural del arte.
Como una de las primeras artistas de algo parecido al arte digital, ¿teme que la IA pueda tener alguna vez “sensibilidad artística”?
Diría que no, que es muy difícil sustituir el espíritu humano, traducir el cerebro de un ser humano sensible. Pero van a ocurrir cosas muy interesante gracias a la IA. Allí, en la Complutense, solo había un ordenador IBM y de él salieron cosas importantes, pero sabíamos que nunca iba a sustituir la sensibilidad enorme de Sempere, de Yturralde, de Elena o de mí misma.
Valencia. Entrevista con la pintora Soledad Sevilla, que se prepara para una nueva exposición en IVAM VLC / JM López
«Cuando me pongo a pintar se me van hasta los dolores de las manos»
¿Por qué le han atraido siempre tanto los grandes formatos?
Porque el gran formato mueve al espectador, le rodea, le permite transitar por el cuadro. Y yo me expreso mejor en ellos. Y por eso las instalaciones me interesan también tanto, porque desarrollar especialmente una idea, un concepto, me gusta mucho.
¿Se puede disfrutar bien una pintura sin tener en cuenta el espacio?
Creo que sí, que la pintura, si es buena, tiene suficiente entidad para ser disfrutada sola. Pero también ocurre que la pintura hay que enseñarla bien, en su sitio, en su atmósfera. Antes de montar una exposición, cuando todos los cuadros están en el suelo, todos son malos. Le ocurriría hasta a «Las Meninas».
Hablando de las Meninas, cuando veo su serie dedicada al cuadro de Velázquez me viene a la cabeza aquello que dijo Dalí de que si se incendiara El Prado salvaría el aire de las Meninas.
Es que por lo que nos deslumbra ese cuadro es por ese espacio que crea Velázquez, además en un tiempo en el que la perspectiva no estaba desarrollada. Cuando Velázquez falleció e hicieron inventario de los libros que tenía, tenía todos los que hablaban en su época de perspectiva. Él desarrolla un espacio en dos dimensiones que es impresionante, los personajes que están y no están, la puerta del fondo… Eso es mágico.
¿Qué salvaría usted del Prado sí se incendiara?
Nada, me metería en el incendio y moriría. Si el Prado se quema no quiero seguir viviendo, me quemaría a lo bonzo.
¿Cómo ha influido su condición física a la hora de seguir pintando cuadros tan grandes?
Hay recursos. Yo no he vuelto a hacer un cuadro tan grande como el que hay aquí en la entrada y lo lamento. Pero no es una cuestión física, porque físicamente siempre tienes algún recurso. He llegado a utilizar hasta poleas. Ahora en el estudio en Granada estoy pintando cuadros de tres metros y lo que hago es pintar primero la parte de abajo, darle la vuelta al cuadro y pintar la de arriba. Vas resolviendo según las posibilidades. Además pasa que, aunque tengo problemas en las manos, cuando me pongo a pintar los problemas se me van, no noto la artrosis. Eso sí, cuando termino me duelen las manos a rabiar.
La pintura le cura.
Sí, y mentalmente también. Cuando entras en el estudio entras en un espacio diferente en el que tú no tienes otro objetivo más que pintar.
¿Cómo trabaja en el estudio? ¿Se pone música para pintar?
Sí, Radio Nacional Clásica, que no tienes que andar cambiando, a no ser que se ponga muy pesada.
En la exposición vemos que su arte pasó de la geometría pura y dura a algo más libre.
Sí, a veces me ha fallado la salud y como no tenía el equilibrio o la fuerza que tenía que tener, tenía que cambiar de estilo. La serie de los Insomnios la hice después de una operación que me obligaba a estar sentada para pintar, así que me dije: si no me puedo mover yo, que se mueva el cuadro. Así que elabore esa manera de hacer que era una pincelada que por acumulación se convertía en otra cosa. Y las Meninas, como me requería un esfuerzo de rodillas importante, tuve que cambiar el sistema. Siempre pienso en Matisse, que se quedó ciego e hizo la maravilla esa de los papeles recortados.
Valencia. Entrevista con la pintora Soledad Sevilla, que se prepara para una nueva exposición en IVAM VLC / JM López
«A la nueva directora del IVAM le pido que haga las cosas con cariño»
¿Cómo ve el panorama artístico valenciano actual?
Yo tengo la sensación desde Granada, que es donde vivo ahora, que lo que no pasa en Madrid, no pasa. Estar en la periferia tiene la ventaja de que las instituciones se preocupan del talento local, pero falta una visión más global.
Su exposición coincide con una nueva etapa en el IVAM.
Sí, con una nueva directora que no conozco. Pero me alegro mucho de que sea una mujer, el IVAM ha tenido muchas mujeres al frente. Le deseo suerte y que le vaya todo bien.
¿Le daría algún consejo desde la trinchera artística?
No me gusta nada dar consejos. Solo que haga lo que tenga que hacer y que lo haga con cariño.
Volviendo a Pessoa para finalizar, también decía que hacer versos es confesar que la vida no basta y que hacer arte es un olvidarse de que es esto solo…
Mira, yo de Pessoa me digo mucho que hasta del deseo de gloria me he ido liberando poco a poco, como quien se desviste lentamente para irse a descansar. Yo estoy en ese momento, me da igual la gloria, estoy en otra fase.
¿Se irá entonces satisfecha de este mundo?
Creo que sí. A ver qué dicen mis hijos.
Supongo que estarán contentos de haber tenido una madre como Soledad Sevilla.
Valencia. Entrevista con la pintora Soledad Sevilla, que se prepara para una nueva exposición en IVAM VLC / JM López
No lo sé, siempre he tenido complejo de mala madre porque siempre piensas que le has dedicado mucho tiempo a algo que no eran ellos. Para mí eran lo primero, pero compartido con otras cosas. Yo recuerdo que sus amigos venían a casa, me veían trabajar y les decían: cómo mola tu madre. Pero era complicado.
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