Burocracia espiritual / El Día
En un texto que Fernando Mora Zahonero titula Burocracia Espiritual, dice: «el Karmapa III o Chögyam Trungpa, no han dudado en calificar de materialismo espiritual y que nosotros redefinimos, mutatis mutandi, como burocracia espiritual» a toda suposición de que la libertad del ser puede adquirirse a través de «algún tipo de gimnasia física, emocional, mental e incluso espiritual».
La burocracia espiritual puede adoptar varias máscaras: «En el plano físico puede adoptar las máscaras del vegetarianismo, del ecologismo, del escape a la naturaleza (como si la vida urbana imposibilitara, por sí misma, cualquier aproximación a la iluminación), del culto al cuerpo, a la salud, etc. En el plano emocional, suele adoptar la máscara del fanatismo y la adoración ciega que, supuestamente, resuelven de manera automática todos los problemas personales a través de la entrega de la propia libertad a una supuesta autoridad espiritual. En el plano intelectual se manifiesta, por ejemplo, como apego a etiquetas, sistemas, conceptos, categorías, mapas y descripciones o en los intentos de mensurar cuantitativamente la experiencia interior aplicando procedimientos mecánicos». En filosofía ha ocurrido algo parecido, de forma que los exabruptos de la propia filosofía a partir de sus pensadores demasiado humanos, han intentado paliarse en los últimos tiempos con el asesoramiento filosófico o Filosofía Práctica, una modificación de la mera filosofía académica, la cual pasó una fuerte crisis a finales del siglo XX, donde todo se hizo postmoderno, con sólo algún oasis como el iniciado por el filósofo alemán Gerd B. Achenbach, que concibió la idea del filósofo como una institución privada e independiente, alejada de la Universidad. De aquí que Achenbach comenzara a recibir a personas para consultas privadas sobre problemas de vida desde 1981. En 1982 fundó la Sociedad Alemana de Práctica y Asesoría Filosófica, y publicó los primeros textos sobre el sistema en 1984. A partir de ahí el Asesoramiento Filosófico se extendió por el mundo.
Más Platón y menos Prozac, del filósofo canadiense Lou Marinoff, en 1999, fue la obra que hizo famoso el asesoramiento filosófico en el mundo anglosajón. En España la lideresa del movimiento fue Mónica Cavallé, que organizó en la Fundación Cencillo de Pineda, con el Profesor Luis Cencillo (quien estudió con Max Müller, Martin Heidegger, o Karl Jaspers), varios Máster de Asesoría Filosófica, muy completos y pluridisciplinares, hasta el fallecimiento de este sabio humanista en 2008.
Un grupo de filósofas prácticas, Nale, Mónica Cavallé, Montse Simón, Teresa Gaztelu, o Neus Ramis Seguí, que a su vez, son profesoras de yoga, redactaron en su día, a través de la Asociación de Filosofía y Yoga, de Baleares, un aclaratorio sincero sobre lo que ocurre con la enorme maquinaria de certificación del Yoga, uno de los antiquísimos sistemas de transcendencia psicofísica de la humanidad: «La intención de este artículo es informar sobre certificado por, homologaciones etc. dentro del ámbito de la Formación de profesorado de Yoga… Que lo más parecido a una regulación sean los criterios capitalistas de costes: horas y dinero, es decir, la Yoga Alliance, en las que la escuela y/o el alumno tiene que pagar una determinada cuota y justificar que ha hecho 200 horas o 500 horas, nos parece que está basado en una falta de sentido común, aunque en Norteamérica funcione como su mecanismo de regulación… Decir que una formación es según el Real Decreto 1076/2012 de 13 de julio, vuelve a ser otra falacia, es decir, un juego de lenguaje que da lugar a equívoco. El Real Decreto no es más que un proyecto de Formación profesional desde el organismo de formación ocupacional».
Uno de los profesores de yoga más respetables de España es Ramiro Calle, quien ha advertido repetidamente de que, incluso los estudios impartidos en sede universitaria, a algunos de los cuáles él ha ido como profesor, no facultan en absoluto para decir que se sabe yoga, pues es un conocimiento antiquísimo que se adquiere por cualquier vía excepto la de la burocracia de las certificaciones académicas.
Mora Zahonero advierte de otro tipo de reduccionismo en las técnicas para la consecución de la libertad del ser, cual es pensar que estas prácticas tienen un resultado terapéutico, pues, aunque sea patente lo sumamente positivos que son los métodos psicofísicos (yoga, tai chi, meditación, etc.) sobre el cuerpo y la mente, no hay que olvidar que no se intenta mejorar la salud o el bienestar físico-mental como un fin en sí mismo. Y termina Mora Zahonero observando dos verdades: a) «una de las paradojas que más llama la atención sobre la búsqueda espiritual es que haya que ir tan lejos, viajar a lugares exóticos, desplazarse en pos de enseñanzas especiales, para llegar a la postre al conocimiento de uno mismo», y b) «es curioso que hoy en día sean los supuestos maestros quienes vayan a la caza de discípulos cuando tradicionalmente fueron los discípulos los que fueron a la búsqueda de maestros». Los auténticos maestros nunca hacen proselitismo y, en cierto modo, un maestro espiritual tendría que desempeñar un oficio diferente que le permitiese ser independiente de sus discípulos, al igual que los políticos, los maestros profesionales son peligrosos para la enseñanza.