Usted no se considera un escritor. ¿Por qué?
Porque, para mí, el de escritor es un oficio que necesita de mucho más recorrido. Me considero básicamente un periodista, un periodista de radio, que se atrevió con el ejercicio que era como un anhelo que estaba por ahí rondándole la cabeza, pero al que acababa de aterrizar. Por eso me atreví con la escritura de esta novela y ahora he descubierto una nueva realidad: la del autor o la de persona que escribe. Y es muy bonita, sobre todo por la respuesta que te dan los lectores y las lectoras. Escritor es una palabra muy, muy grande. Me considero un periodista de radio que ahora ha probado con su primera novela.
Publicó Las frases robadas en septiembre del año pasado, ¿cuál ha sido la respuesta de esos lectores? Porque esta novela, que podría parecer a priori una historia muy triste de una hija obligada a despedirse de su padre, que se muere, es sorprendentemente luminosa.
Te agradezco que me digas eso porque lo que yo quise escribir fue una historia que diera la mayor cantidad de luz posible. Me parecía que era un ejercicio más interesante si ofrecía ese contraste que tú comentas. Hablo de un momento que efectivamente puede ser doloroso, que en este caso es el de una hija que va a despedir a un padre y un padre que afronta los últimos días de su vida. Para mí el reto era cómo contar esta historia y, sin embargo, intentar dejar una situación de satisfacción en quien la lea. Quería contar que si la vida merece la pena se desprende, lógicamente, el querer vivirla con dignidad hasta el final, lo que implica una muerte digna. Sin embargo, para mí el tema principal de esta novela es, en primer lugar, el vínculo entre un padre y una hija y contar cómo a partir de las cosas sencillas está lo bonito de vivir. Me preguntas por la respuesta de los lectores y la verdad es que me preocupaba que la gente me dijera que había llorado mucho con mi novela. Mi propósito era justo el contrario y me han dicho que es como una crónica emocional. Y no lo podría negar porque ese paseo por las emociones buenas necesita transitar, también, por aquellas que –sin que sean necesariamente malas– también te llevan a cosas que son tristes porque recuerdan o te evocan momentos que si no has vivido acabarás viviendo en algún momento de tu vida.
Desde la primera frase del libro hay una certeza aplastante: mi padre va a morir. ¿Pero por qué un padre y una hija?
Porque yo soy padre, mi hija mayor es chica y era la primera novela. Imagínate el vértigo. Me parecía que lo más honesto que podía hacer conmigo y con los demás era escribir de algo en lo que, aunque fuera ficción, me sintiera cómodo. Todos somos hijos de alguien, muchos somos padres y por eso sentía que podía hablar de este tema. Evidentemente, es una novela de ficción. Nada ha ocurrido en realidad, pero todo está compuesto de experiencias que sí he visto o he vivido, que conectan con la vida y los recuerdos más íntimos de cada uno de nosotros. Lo que más me estoy encontrando es gente que viene y me dice que es la despedida que tuvo con sus padres o la que le hubiera gustado tener. Es inevitable que esta historia te lleve a rincones que son muy íntimos. Que te digan ese tipo de cosas es muy bonito y muy de agradecer.
Hay algo que me llama mucho la atención, la descripción de la personalidad del padre es muy minuciosa, como si lo conociera en profundidad. Es muy certera.
Cuando Iñaki Gabilondo leyó la novela, él que tiene ese don de hacer descripciones con muy pocas frases que son inapelables, me dijo: has escrito tu autobiografía en futuro. Yo no era tan consciente de que ese padre era una especie de proyección mía hasta que empecé a escuchar cómo la gente me encontraba los parecidos con él. No fue deliberado, por lo menos en el ejercicio de escribir la novela.
Y aún así decidió escribirla desde el punto de vista de la hija. Bueno, no sé si eso fue una decisión exactamente.
Hay dos decisiones que estaban ya tomadas en mi cabeza. Una era la perspectiva de la hija, me interesaba contarlo desde ahí. Quizá la razón sea que he tenido muy presente a mis hijos y mi hija es la mayor. La otra era la de no ponerle nombre a los protagonistas. No me salía ningún nombre y me parecía impostado ponerles ninguno; así que tiré así, sin ponerles nombre.
Hay mucho amor en esta historia, y no solo del amor del padre y la hija, sino mucho amor a la radio. Tampoco será casual.
Necesitaba que en esta primera novela hubiera algunos lugares que fueran grandes agarraderas para mí para sentirme seguro y habitarla como si fuera mi casa. Por eso está la radio y por eso está el mar.
Sí, porque el mar aquí es sinónimo de felicidad.
Sí, vosotros que vivís tanto la realidad del mar, como la tengo yo, que soy muy mediterráneo, sabréis que muchas veces hay gente de interior que nos pregunta el porqué de esa relación tan estrecha. De hecho, en verano le dediqué una sección entera en la radio a preguntar por qué el mar genera esta necesidad en nosotros. Por eso lo quise que apareciera de esa manera en la novela, con estas mismas preguntas o con estos mismos comentarios.
¿Y qué es morir bien?
A veces me preguntan si la eutanasia era un tema en el libro. Yo considero que es accesorio, que este es un libro que que quiere provocar también satisfacción o alegría en el lector. Creo que el hecho de morir con dignidad es una consecuencia de una manera concreta de haber vivido y de haber entendido lo que es la vida. Sí es verdad que puse al padre en el brete de tener que decidir si quiere vivir el poco tiempo que le queda retozando en los recuerdos, que además serán edulcorados, o quiere aprovechar el tiempo de calidad que le quede para seguir viviendo cosas nuevas. Y lo que él desea es hacerle entender a la hija lo que necesita. Más que que le ayude a morir, quiere que entienda que lo que quiere es ser dueño de sus actos desde el principio hasta el final, pero no convertirse en alguien que ya no reconozca ni siquiera a su propia hija.
La novela está completamente atravesada por libros, que imagino que son los que usted también ha leído. Su personaje los subraya, ¿usted hace lo mismo?
No sé leer sin subrayar y no sé leer sin tener un lápiz a mano. Me parece que es una falta de educación hacia una frase bonita pasar por ella sin hacerle saber que es distinta de las demás. Es distinguida y además me la llevo a la última página. La distingo así y me la llevo; así me sirve para cuando estoy haciendo crónicas, guiones o cuando pienso en nuevos proyectos.