El poeta y escritor canadiense Andrés Sánchez Robayna durante la exhibición de sus últimas obras literarias. / Jon Barandica
Murió Andrés Sánchez Robayna, un poeta en permanente estado de alerta. Grancanario que hizo de las islas un lugar de enlace para la poesía universal, deja atrás una obra ingente que no tuvo que ver solo con los versos, sino que convivió, en España y en el extranjero, con todas las artes, también con las artes de la amistad.
Fue amigo de todo el mundo que tuviera importancia en la poesía, en España y en el extranjero, y eso contribuyó, desde que fue un joven profesor y un poeta de envergadura, al conocimiento general de todo lo que de interesante, en todas las artes, tuviera su origen en las islas y en España. Era generoso, y también minucioso, un crítico que fue impulsor de Sintaxis, la revista que fue fundó para juntar a las islas con las poesías y las literaturas del mundo.
En ese sentido, fue émulo de un maestro suyo, Domingo Pérez Minik, creador con Eduardo Westerdahl y Pedro García Cabrera la impar Gaceta de arte. Cualquier hallazgo que hubiera sobre Pérez Minik, que fue de enorme importancia en el desarrollo de la crítica y la creación en las islas y en el mundo, lo tenía a Robayna como cronista inmediato. Era emocionante recibir de él, cada vez que don Domingo aparecía en los medios de cualquier parte, una señal de alborozo. Pues él era tan generoso como su maestro a la hora de subrayar los talentos.
Su propia literatura, su poesía y su prosa, llegaron a todas partes, en España y en el extranjero. Él procuró, además, que llegara la obra de otros a los que trató, canarios o peninsulares, a través de esa revista o de su interés por activar los contactos a los que fue accediendo. América Latina fue uno de los instrumentos mayores de esa relación de Robayna con la literatura de los otros. Eso lo llevó a estar muy cerca de personajes como Octavio Paz o Carlos Fuentes. A este último le presentó en Madrid uno de sus libros. Me dijo Fuentes, cuando el actó acabó: “Tengo un paisano que sabe de mi literatura más que yo mismo”. La familia de Carlos Fuentes proviene de Gran Canaria.
Robayna había nacido en Gran Canaria en 1952 y en gran parte de su vida estuvo ligado a la Universidad de La Laguna, donde empezó sus estudios universitarios. En Barcelona se especializó en Filología Hispánica. Allí ya fundó una revista literatura, Literradura, que duraría doce números. Sintaxis, su gran aportación a la historia general de las revistas en España, se mantuvo en los quioscos a lo largo de diez años.
Su pasión fue la poesía, que para él era “una aventura espiritual, una religación”. Su trabajo era también la explicación de los otros grandes poetas a los que dedicó versos y estudios. De José Ángel Valente fue albacea, y compilador de sus obras completas que publicó en Galaxia Gutenberg, la editorial que ha publicado gran parte de la obra de Robayna.
A una pregunta que Javier Rodríguez Marcos le hizo en El País sobre el conjunto de su obra dijo Sánchez Robayna que el poema En el cuerpo presente (así se llama su poesía reunida) resume la esencia de lo que había escrito: “el cuerpo, la muerte, el tiempo… lo que a mi me gusta llamar el ego de la memoria”.
Su obra poética es ingente, y se resume en los poemas y antologías que ha publicado sobre todo Galaxia Gutenberg. Entre sus títulos el más relevante, el que en definitivo recoge su modo de entender su propia poesía fue En el cuerpo del mundo. Ensayos suyos fueron, entre otros muchos, el que dedicó a Alonso Quesada, su paisano, los que escribió sobre Severo Sarduy o Jorge Oramas…
Las obras completas de Domingo López Torres y la antología que hizo con Valente de la poesía en lengua española (Las ínsulas extrañas) están entre las más relevantes incursiones suyas al trabajo ajeno. Como traductor, trajo al castellano al catalán Joan Brossa y al francés Paul Valèry.
Era atento y minucioso, tenía por su obra una gran pasión, que ayudó a depurarla, y en los últimos años, ya viudo, trabajando en su obra y en la de otros, se le veía con mucha frente en las actividades literarias de las islas, sobre todo en Tenerife, donde arraigó y donde ha muerto.
Andrés Sánchez Robayna sufría una enfermedad cancerígena, pero fue un infarto lo que acabó con una vida que fue extraordinariamente rica, muy importante para la tierra donde nació y para el mundo al que se dirigió.