Aunque el reconocimiento universal recibido por Pedro Almodóvar en la pasada Mostra de Venecia al recibir el prestigioso León de Oro a la Mejor Película por La habitación de al lado constituye uno de los grandes respaldos autorales registrados durante la pasada temporada entre las citas cinematográficas más acreditadas del planeta, se ha da también la paradoja de que la película no ha podido arañar ni una sola candidatura a los Oscar, convirtiéndose en la gran ausente de la 97ª edición de los premios cinematográficos más influyentes y ambicionados del planeta.
Un hecho aparentemente incomprensible para una obra tan encumbrada y para un autor que ha sobrepasado felizmente el rango de figura nacional para transformarse, definitivamente, en uno de los estilistas cinematográficos más reverenciados y exitosos del momento.
Y esto sucede precisamente en un año en el que el plantel de personalidades y de títulos nominados ha contado con más apoyos explícitos que nunca de la crítica internacional, además de obtener el beneplácito de la propia industria a tenor de las grandes cifras de recaudación generadas antes y después de conocerse su ausencia en la recta final de los premios. Por tanto, insisto en que el silencio atronador que ha alimentado La habitación de al lado entre las potenciales ganadoras del Oscar este año quedará marcado en los anales de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos como otro de los numerosos dislates cometidos por esta institución a lo largo de su extensa y culebrabte trayectoria.
Candidatas
En el listado de las diez principales aspirantes al Oscar, encabezado naturalmente por la arrolladora y muy controvertida Emilia Pérez, de Jackes Audiard, con 13 nominaciones, incluidas la de Mejor Película, Mejor Actriz de reparto, Mejor Actriz y Mejor Director, el alcance de cuya popularidad ya ha rebasado, por causas extracinematográficas, cualquier caso conocido hasta la fecha, es un filme muy alejado de los dos estereotipos genéricos de los que aparentemente se nutre. Por un lado, el del musical, por otro, el del ‘narcothriller’, pues sus resultados en la pantalla están mucho más cercanos al drama intimista – protagonizado en este caso por una mujer trans en medio de un mundo atravesado por la violencia y por el machismo sistémico- que de cualquier otra referencia. Y su valor fundamental reside precisamente en eso: en que se trata de una obra que navega libre e inteligentemente por un mar de aguas turbulentas pero sin transitar en ningún momento por los lugares comunes más estereotipados de ambos géneros.
Wicked: Part One y The Brutalist, de Jon M. Chu y Brady Corbet, respectivamente, suman cada una 10 nominaciones, entre las que destacan, en el caso de la primera, la de Mejor Película, Mejor Actriz y Mejor Actriz de Reparto y en el del segundo, la de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor. La de Chu, por otra parte, es otro gran espectáculo musical, cargado de referencias más o menos explícitas al mítico El mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939), de Victor Fleming, aunque sin la presencia de la legendaria heroína de aquella memorable cinta, ni la de ninguno de sus pintorescos compañeros de aventuras. En ella se entremezclan guiños de matriz política con rasgos argumentales que intentan penetrar en terrenos dominados por la fantasía más delirante y con sombrías alusiones al mundo de la magia y la brujería, desmontando los tópicos más socorridos de un género revisitado, con especial atención, por algunas de las jóvenes lumbreras que hoy están trazando los nuevos destinos del cine del futuro. Y a fe que Chu es, hoy por hoy, uno de sus más inspirados activos.
Dirigida por el jovencísimo Brady Corbet, The Brutalist, otro de los más importantes hits de la temporada, ganadora de los Globos de Oro a la Mejor Película, al Mejor Director y al Mejor Actor, así como del Leon de Oro a la Mejor Dirección y el Premio de la Fipresci en la Mostra veneciana, parte lógicamente como la gran triunfadora de la noche, pues se trata de un filme de dimensiones monumentales por el que diluyen muchas de las más agudas meditaciones acerca de la potencia liberadora del arte. El de la arquitectura, para ser exactos, es ese arte capaz de provocar la adhesión inmediata de cualquier espectador libre de prejuicios. Así, también Adrien Brody, su protagonista, dispone de casi todas las papeletas para alzarse esta madrugada con su segundo Oscar.
Cónclave, del cineasta germano Edward Berger, suena también como firme competidora de The Brutalist, pues aunque ambos títulos se sitúen, en el plano narrativo, en sus antípodas, el filme de Berger aporta rigor, profundidad y verdad a un tema escasamente abordado en las pantallas. No se concede la menor tregua al espectador, ni la menor concesión a los debates morales acerca de los comportamientos impropios que oscurecen la imagen constitucional de la Iglesia Católica cuando la sombra del poder se cierne sobre las cabezas del colegio cardenalicio.
Entre sus ocho nominaciones, la de Ralph Fiennes como mejor actor es, sin duda, la que reúne las mayores posibilidades para hacerse con el premio. No así la de Isabella Rosselini, su compañera de reparto, como Mejor Actriz secundaria, pues le toca batirse con tres formidables actuaciones: la de Ariana Grande en Wicked, la de Felicity Jones en The Brutalist y la de Zoe Saldaña en Emilia Pérez.
Y pese a su incuestionable presencia entre las nominadas a la Mejor Película, sus directas competidoras, como son Anora, de Sean Baker; la impresionante incursión en los tiempos de plomo en el Brasil de la dictadura militar que ofrece Aún estoy aquí, de Walter Salles; las estadounidenses Nikel Boys, de RaMell Ross y A Complet Unknown, del veterano James Mangold, o la multilaureada La sustancia, de Coralie Fargeat, han contado con mayor apoyo promocional en su larga carrera de obstáculos hasta alcanzar sus respectivas nominaciones.
Además, tanto Anora como Aún estoy aquí, son dos títulos que ejercen una poderosa influencia entre los sectores más concienciados del público al establecer una fuerte conexión inmediata con dos temas, especialmente importantes para los tiempos que corren y por lo tanto de una vibrante actualidad: la primera es una potentísima carga explosiva contra la cosificación de la mujer, perfectamente ejemplarizada en el pasado en Pretty Woman (1990), la celebérrima comedia sentimental de Gary Marshall, así como en tantos otros ejemplos de la fase más complaciente y escapista del Hollywood de los ochenta y noventa.
Baker, por el contrario, construye una inteligente, brillante y corrosiva comedia dramática, que provocó ríos de tinta en la prensa especializada desde su estreno a mediados del pasado año y que consiguió, además, la Palma de Oro a la Mejor Película en Cannes. Anora permite, y ahí radica gran parte de su encanto, disponer de una visión diferente, mucha más descarnada, profunda y objetiva de la sociedad de la opulencia de lo que hemos podido ver en muchos años en el marco de la comedia. Una obra, en resumidas cuentas, tan punzante e irónica como nos tiene acostumbrados su prolífico director.
Por eso, a nadie le ha extrañado que su participación en la carrera de los Oscar incluyera también las nominaciones a la joven y prometedora Mickey Madison como Mejor Actriz, al propio Baker como Mejor Director y como Mejor Guionista y a Yura Borisov como Mejor Actor de Reparto. Similar reacción provocó en la comunidad cinéfila La sustancia, una coproducción entre Francia, Reino Unido y Estados Unidos, dirigida por Coralie Fargeat e interpretada por Demi Moore -otra de las favoritas para adueñarse esta noche del Oscar a la Mejor Actriz-, Margaret Qualley y Dennis Quaid. Ganadora, entre otros, del Premio al Mejor Guion en el Festival de Cannes es otra de las piezas clave para entender la esmerada selección de filmes que adorna este año la propuesta de los académicos.
Body horror de ‘La sustancia’
A caballo entre la comedia más desopilante y el terror más brutal y desaprensivo, la película se alimenta de una imaginería capaz de mantener la atención del espectador sin pestañear. Y aunque destinada naturalmente a paladares muy resistentes ante propuestas visuales tan extremas, La sustancia posibilita una electrizante y transgresora mixtura de géneros, como no recordamos en los anales del cine contemporáneo. Y si bien muchos observadores dan por ganadora del Oscar a la Mejor Actriz a la protagonista de Teniente O´Neil (G.I Jane, 1997) en su sorprendente trabajo a las órdenes de la joven y talentosa Coralie Fargeat, pocos se aventuran ya a situar a esta cineasta, directora y guionista del filme, como la virtual triunfadora en ambas modalidades.
Sería muy ingenuo de nuestra parte creer lo contrario, pese a la complejidad y solvencia que demuestra esta directora en su barroca y explosiva puesta en escena, pero me temo que habrán de pasar muchos años para que la sensibilidad de los miembros de la Academia adquiera el refinamiento necesario para poder admitir el triunfo de un cine en el que la libertad creativa y la conciencia social se conviertan en la esencia de sus principales aspiraciones. Y ojalá yerre en mis predicciones y mañana celebremos, como se merece, el talento de una de los nombres más sobresalientes del cine de nuestros días.