Está usted de enhorabuena: hijo predilecto de Teror y presidente de la Academia Canaria de la Lengua. Aparte del apostolado cultural, compila honores en la villa, de la que fue pregonero en las fiestas del Pino, pero en 2014.
Ese es el privilegio de ser viejo, que ya uno ha pasado por casi todo, ¿no? La gente aquí me quiere mucho. Desarrollé toda mi vida profesional en Tenerife, en la Universidad de La Laguna, porque de joven no existía la Universidad de Las Palmas. Estudié en la Facultad de Filología. Y bueno, me acabo de jubilar tardíamente hace unos cinco meses, con los 70 años cumplidos.
Vuelve a ejercer el puesto que ostentó entre 2012 y 2015, ¿cómo afronta esta legislatura?
El presidente saliente, Humberto Hernández, es amigo y compañero de toda la vida. Ha hecho una buena labor al estar siete años al frente de la Academia. Digamos que el propósito genérico sigue siendo el mismo. Hay personas que piensan que en Canarias se habla mal, con poca fluidez y un vocabulario pobre. Todo por ese «complejillo» frente al español peninsular. Esos tópicos no se tienen en pie para nada, mucho menos entre la gente joven.
¿Avanzamos o vamos proa al marisco?
Décadas atrás existía una situación de analfabetismo tremebunda. En una sociedad mayoritariamente iletrada prende con facilidad el complejo, porque al final los complejos lingüísticos tienen que ver con el nivel formativo de la persona. Alguien formado, que ha leído, viajado y se ha cultivado como individuo, no tiene ningún complejo. En cambio, una persona que se ve precaria, e insegura para intervenir en público, normalmente es porque tiene un problema cultural previo. O sea, que al final los complejos lingüísticos son siempre inseguridades culturales.
La globalización ha esquilmado el léxico canario, pero es evidente la inclusión de anglicismos en el español, ¿hay conciliación entre ambas cuestiones?
Todo lo relativo a la lengua hay que verlo con cierta naturalidad. Nada es aberrante. ¿La sociedad se ha globalizado? Sí. Ese hecho tiene una repercusión en el modo de hablar y ahí están los anglicismos. En las áreas urbanas se va perdiendo el vocabulario tradicional más que en las áreas rurales. En el campo el proceso va más lento porque las áreas rurales están menos expuestas. Siempre las áreas urbanas han sido innovadoras lingüísticamente y las áreas rurales han sido conservadoras.
Hay quien clama la muerte del dialecto canario como si fuese Zaratustra.
Tampoco hay que exagerar. Mucha gente dice que «ya nadie usa vocabulario canario» y eso no es cierto. La mitad del léxico, como mínimo, tiene que ver con nociones y conceptos propios de Canarias. Si existe una planta, que es la tabaiba, pues la palabra tabaiba, que es un canarismo, no va a desaparecer. Las palabras folia, isa y malagueña, que son canarismos, no van a desaparecer. Y así otras tantas cosas, como papa, guagua, habichuela…
¿Cuáles son las que están en riesgo de extinción?
Por ejemplo «magua», «enchumbarse» o «guineo», que son una serie de palabras más abstractas. Son verbos, sustantivos abstractos y adjetivos que no tienen ese marcado carácter designativo. Esas sí que se pierden junto a la fraseología, porque está en la línea de ese vocabulario menos designativo.
¿Funciona al revés? Es decir, ¿pueden recuperarse palabras perdidas? Lo que intenta con sus cuentos…
Los escritores pueden recuperar palabras. Hay palabras rescatadas que pierden su valor recto, pero pervive el valor metafórico. O la palabra está en una expresión hecha. Tampoco es cosa de emprender una especie de cruzada para rescatar el vocabulario tradicional a través de una obra literaria, porque luego lo que resulta es una especie de caricatura. Nunca se puede extender el certificado de defunción de la palabra. Muchas resucitan, simplemente.
¿Qué opina del caso este de estudio de la palabra «fleje»?
Ese es un caso muy curioso, porque era un sustantivo tradicional canario, pero me temo que un nuevo uso se está extendiendo desde Gran Canaria también a otras islas. Resulta que los jóvenes han convertido esa palabra en un adverbio. Y dicen cosas del tipo: «Esto está fleje bonito». El caso de fleje es precioso porque no solo se trata de mantener una palabra, sino que hay un cambio gramatical drástico.
¿Está demonizado el «vosotros»?
Es el ejemplo clásico. Utilizar el vosotros siendo canarios, con excepción de La Gomera, donde sabemos que se emplea con normalidad, parece que representa una especie de deslealtad. Los chicos jóvenes están en Internet, redes sociales y blogs, donde el «vosotros» se emplea mucho. Se les pega con toda naturalidad y eso no quiere decir que ese chico sea anticanario, o sea un pedante. Los tiempos son otros. A mí no me gusta oír el vosotros en boca de un canario, honradamente lo digo, pero tampoco es eso que dice la gente de que se muere un baifo cada vez que un canario dice «vosotros». No voy a llevar a nadie al juzgado de guardia.
¿Y por qué tanto alarmismo? ¿El seseo podría desaparecer?
Yo no veo a nadie que pronuncie la «z». Sería ya un sonido antinatural, ¿no? Desde el punto de vista de la pronunciación, el español de Canarias está intacto. Y la pronunciación es muy importante. Después están los aspectos gramaticales. Yo estoy convencido de que por cada «vosotros» que emplea la gente por ahí, siendo de Canarias, se emplean otros 300.000 «ustedes». Tendemos a sobrevalorar esas cuestiones. Hay que quitarle hierro a las cosas porque las lenguas cambian. Forma parte de la libertad, porque es que el uso de la lengua es el reino de la libertad.
Se comenta que tiene en prensa una colectánea nueva de cuentos llamada La tejedora de sueños y otras narraciones. ¿Se refiere al mito?
Esto es simplemente un cuento en el que la protagonista en su juventud fue tejedora de lana de oveja. Hay una serie de peripecias, amoríos, sueños y sus ilusiones. Tiene un montón de sueños y la mayor parte de ellos no se le cumplen. Serán 12 cuentos los que va a tener esta colección.