El actor y director Sergio Peris-Mencheta mira a la vida de otra manera tras un trasplante de médula imprescindible para superar la leucemia a la que se ha enfrentado con ayuda de la familia y de proyectos como ‘14.4‘ una obra de teatro que dirigió a 9.000 kilómetros de distancia y enfermo. Pero se impusieron las ganas de sacar adelante este proyecto basado en la historia real del protagonista, Ahmed Younoussi, un niño marroquí que llegó a España escondido en los bajos de un camión.
-¿Cómo conoció a Ahmed?
-En un rodaje hará unos 15 años. Él no era actor pero tuvo que sustituir a un chico en el corto. Vino a asesorar pero finalmente se quedó con el personaje. Hablando con su tutor, Borja, me estuvo contando su historia. Él también me la explicó. Y es tan apabullante que yo, que veo las cosas no como una película sino como una obra teatral en seguida le dije: Si sigues dedicándote a esto y te animas a ser actor, porque tiene un careto espectacular, y a contar tu historia, yo me propongo para dirigirla. Él que tendría como 17 o 18 años me escuchó como quien oye llover pero Borja (su tutor) sí me tomó la palabra. Al cabo de unos tres años hubo un conato de intento y Ahmed se lo empezó a tomar un poquito más en serio y hemos ido teniendo conatos hasta que por fin se pudo hacer. Convencí a Botto para que construyéramos juntos el texto, para que lo armara y abreviara el relato. Han pasado unos 15 años más o menos pero ya tenemos encima en escena ’14.4’.
-¿Él es actor profesional?
-Ahmed estudió interpretación con una beca Cristina Rota que pedí. Ha estado haciendo trabajitos de actor por aquí y por allá pero básicamente se gana la vida como transportista. Ha estado compaginando los ensayos con su trabajo. Se levantaba por la mañana, se iba a Barcelona con el camión a la cinco o a Mercamadrid, volvía y a las cuatro de la tarde estaba encima del escenario ensayando.
-Los ensayos fueron particulares.
-Bastante sui generis, sí. Trabajamos a distancia, porque yo estaba en Los Ángeles haciendo un tratamiento para superar mi leucemia y él en España. Fueron ensayos peculiares por las circunstancias porque me conectaba veces desde el hospital con el ordenador y el gotero, con la quimio o lo que tocara. Unas veces con voz, otras sin, o con dolores por todo el cuerpo que se me pasaban con los ensayos. Hemos sacado este proyecto dirigido completamente a 9000 kilómetros en remoto y enfermo: es un milagro en toda regla.
-Tanto le sorprendió lo bien que le sentaba desarrollar su trabajo artístico que hasta se animó a filmar un documental y a escribir un libro sobre el tema.
-Bueno, el documental que está en fase de montaje sí va sobre cómo lo creativo ayuda a lo creativo durante la enfermedad. El libro es más autobiográfico y se llama ‘730 días’. Es un libro que me ha hecho mirar al pasado, a mis ancestros, a la infancia, al niño herido y a mis aventuras. Son como fotogramas de mi vida que voy a publicar con 50 años recién cumplidos.
-¿A qué saben?
-A la mitad de mi vida. En realidad estoy empezando una nueva vida y tengo síntomas de bebé. Me sale un pelo tan finito como el de un bebé, hay muchas cosas que empiezo a reaprender. Es un renacimiento.
-¿Durante la enfermedad ha estado preparando otras cosas?
-Ha sido la época más fructífera de mi vida. Aparte de vencer una enfermedad. Hemos dirigido Marta (su esposa y madre de sus dos hijos) el documental que está en fase de montaje que produce Mediapro/El Terrat y he escrito un libro pero aparte de eso he preparado los tres próximos montajes teatrales que haremos en las próximas temporadas. El primero, ‘Blaubeeren’ se estrena en junio en los Teatros del Canal. Pero aunque parezca mentira he dedicado gran parte del tiempo a ver pasar las horas, a sentir mi cuerpo. A cuidarme mucho y a cuidar todo lo que he podido de los míos aunque han sido más bien ellos quienes han cuidado de mí. Lo otro ha sido cuidar el mundo a través de lo mejor que sé hacer: teatro. Es mi manera de aportar mi granito de arena.
-¿’Blaubeeren’ se adentra en el Holocausto?
-Pero no solo. Es un espectáculo sobre la banalidad del mal que puede suceder en cualquier parte por desgracia. Ha habido todo tipo de genocidio y, por desgracia, existirán más. El espectáculo se centra en Auschwitz. Es una obra de teatro documento, basada en un álbum de fotos que recibió el museo del Holocausto. Es un complemento fantástico a la película ‘La zona de interés’ porque de hecho el filme se nutrió de este álbum para recrear los decorados, la piscina y la casa de este hombre.
-¿Has estado en ese campo de concentración?
-No. Es algo que tengo pendiente. A ver si de aquí a entonces tengo la energía para ir hasta allí. Pero el asunto es ese, partimos de las 116 fotos del álbum que se publicaron en el NY Times se empiezan a descubrir cosas que tienen que ver con lo que ocurría en el otro lado. Parece un catálogo de vacaciones de SS. No se ve ni un solo preso, solo se les ve celebrando, comiendo… Llegaron hasta a construir un spa a pocos quilómetros del campo de concentración como premio para las familias de los cuadros superiores para que disfrutaran de las aguas termales. La banalidad del mal muestra como cualquiera de nosotros nos podríamos convertir en uno de ellos, tanto los de un lado como los del otro. La maldad habita en uno y con el cerebro suficientemente bien lavado uno puede estar en la cadena de un proceso diabólico.
-Ahora está en Madrid. ¿Se quedará?
-De momento vamos a pasar una temporadita aquí y el futuro dirá. Necesito poder salir a la calle y llegar a sitios caminando, sin tener que coger el coche porque en Los Ángeles cada cosa te queda a una hora. Además el nivel de vida allí es bastante inasumible si no estás trabajando y llevo dos años sin hacerlo. Primero me pilló el final del covid, después la huelga en el mundo del cine de Hollywood y luego la leucemia. Hasta que me encuentre en condiciones para poder hacer cualquier cosa, pues nada. Ahora puedo hacer algunas pero no interpretar personajes físicos así que estaremos un poco en la cueva en Madrid. Toca seguir con la recuperación.
-¿Cómo ha cambiado su enfermedad su visión del trabajo?
-Ahora me lo tomo todo con mucha más filosofía. Me importa todo un poco menos. Pero ya antes era un poco así porque nunca me ha importado el resultado a la hora de dirigir. Y creo que por eso nos ha ido bien. Nunca me ha preocupado si lo que hago le va a gustar en al público. No pienso en él, ni en cómo reaccionará el día del estreno. Lo que me importa es qué quiero contar yo, de qué manera y mi equipo. Pero un aspecto diferencial desde la enfermedad es que ahora, si no consigo que producción me dé algo me inventaré alguna cosa. Se ha liberado más mi imaginación. Ahora nada es tan importante.
-Entonces, ¿será más atrevido?
-Me atreveré más porque el mérito no es mío. Ahora soy más consciente de que las ideas que se me ocurren. Los montajes siempre se me han aparecido. Me venían imágenes a la mente y eso no dependía de mí sino del cosmos. Algunos lo llaman Dios, otros ser superior, para otros es canalizar que es lo que hacemos cuando algo nos gusta. Sea como sea, sé que mientras me lo pase bien estaré en el buen camino.
-Volviendo a ‘14.4’, ¿qué periodo de la vida de Ahmed abarca?
-Desde su infancia hasta su llegada a España y un poco de su momento actual. Pero hay un análisis sociopolítico de la situación en el Estrecho de Gibraltar, la emigración… La obra se estrenó en Madrid en junio del año pasado justo el día después de que se propusiera en el Congreso el uso del Ejército para frenar la entrada de inmigrantes.
-Un tema candente.
-Tanto que varios ayuntamientos que solían contratarnos no han querido programarnos. Han cambiado su gobierno tras las elecciones y los encargados de Cultura son ultraderechistas. Consideran que no interesa esta historia cuando creo que son gente como ellos los que más necesitan verla. Porque ver a lo que ellos llaman un ‘mena’ contar su historia en un español perfecto y con un equipo profundamente español les haría falta sobre todo para relativizar aquello que ellos temen tanto. ‘14.4’ pone ojos, rostro y corazón a estos niños que cruzan el Estrecho como pueden jugándose la vida.
-Pero vivimos en un mundo cada vez más polarizado donde la capacidad para escuchar al que piensa diferente no se estila.
-El momento es dramático en todos lados, sobre todo en relación a los movimientos de población. Lleva así hace unos cuantos años. ¡Y ahora tenemos la guinda naranja en EEUU!.