Son las 11:30 de una mañana de diciembre, en la Sala de Madera de la Nave 10 de Matadero. Suena una de esas músicas repetitivas y machaconas que destruyen neuronas a su paso y el director de escena Jose Martret dice: «¡Vamos a llevar la desesperación al límite! ¡Quiero ver a esos animales encerrados en esta jaula, esperando que llegue la otra persona! ¡Más al límite esa espera! ¡Más al límite esa desesperación!». Los tres actores se mueven, ansiosos, de un lado a otro de esa jaula que es, en realidad, un apartamento de suelo azul y paredes de cemento gris con cocina, salón y dormitorio. Un espacio minimalista y de líneas rectas, a excepción de un teléfono del siglo XX de color naranja. El director para el entrenamiento y anuncia que va a empezar el ensayo. En pantalla se proyecta una frase extraída de la novela El celo, de Sabina Urraca —“Nunca había oído de ninguna mujer que escenificara posesiones de espíritu como resultado de una contención diurna de la furia” —, suena música electrónica y Ana Rujas se dirige a alguien que no está y pregunta: «¿Cómo puedo sentir tanto amor y a la vez tanto vacío, Padre? ¿Está el alma humana concebida para albergar amor? ¿Y qué pasa cuando el alma deja de amar? Entonces prende fuego y echa a arder, ¿verdad, Padre?».
A partir de ese momento, lo que suceda en ese escenario, en esa sala de ensayos, será la historia de una mujer en crisis vital y de pareja —su marido acaba de volver a ese apartamento azul y gris, con tres maletas en las manos, después de abandonarla—, que sentirá que su alma y su cuerpo están habitados y poseídos por una voz sin domesticar que se ha adueñado de todo, una voz salvaje que da título a esta obra, La otra bestia, escrita e interpretada por Ana Rujas, que comparte escenario con Joan Solé y Teo Planell (que se turnará en el papel con Itzan Escamilla), y la dramaturgia y dirección de José Martret y Pedro Ayose. La otra bestia se estrena este jueves en la Nave 10 de Matadero y supone la vuelta al teatro y la escritura de la creadora de Cardo (Premio Feroz a Mejor Actriz Protagonista y Mejor Serie Dramática) y del monólogo La mujer más fea del mundo, estrenado en 2021 y escrito junto a Bárbara Mestanza.
En 2023, Rujas publicó La otra bestia (Aguilar), un libro con vocación poética y relatos y reflexiones en torno al amor, el dolor, la creación, la soledad o la identidad, repleto de imágenes y referencias, desde Angélica Liddell a Felipe González, pasando por Ottessa Moshfegh, Miguel Hernández, Tiziano o El Bosco. Rujas le pasó el libro a Luis Luque, director de Nave 10 y este le propuso llevarlo a escena e incluir el montaje en su primera temporada al frente del espacio. Al proyecto se incorporaron José Martret y Pedro Ayose, que ya había dirigido a la actriz en la obra ¿Qué sabes tú de mis tristezas?, y los tres comenzaron a trabajar en la adaptación del texto.
“Me pareció increíble que mi libro tuviera más vida, pero la obra parte de unas premisas concretas —explica Rujas a este diario después del ensayo— porque yo no quería hacer un monólogo otra vez ni quería hacer mi libro tal cual, como una performance, porque en el libro no hay una historia, sino ideas. Tampoco quería hacer algo actual con un lenguaje coloquial, no me interesaba nada que los personajes hablaran de una forma orgánica, esto que ahora se lleva mucho, yo quería que todos tuvieran una cosa más antigua. José Martret y Pedro Ayose diseccionaron mucho el libro y vieron que el amor, la clase, la intelectualidad, el hombre y lo antiguo estaban muy presentes, y eso está en la obra”.
La bestia que llevamos dentro
En La otra bestia habrá también un marido arquitecto y de buena familia, un amante joven y de barrio obrero, una moto blanca, una cruz, un cuchillo eléctrico, mucho sexo, un embarazo y música techno. También habrá una steady siguiendo y filmando a los intérpretes en directo, un recurso que ya utilizó Martret cuando dirigió La infamia, de Lidia Cacho, y que aquí los directores usan para proyectar en pantalla primeros planos de una realidad subjetiva y en blanco y negro que comparte la atmósfera de Persona, de Bergman, o de Faces, de Casavettes. Hay algo también en La otra bestia de Sacrificio, de Tarkowsky, y de la Gena Rowland de Una mujer bajo la influencia o de Opening night, pero en el proceso de escritura y dramaturgia, Rujas, Martret y Ayose descubrirán en Posesión y Lo importante es amar, ambas del director polaco Andrzej Zulawski, los dos grandes referentes de esta historia. “Pedro y yo nos pusimos a investigar, estuvimos meses leyendo, viendo mucho cine, hasta que de repente llegamos a La posesión de Zulawski y ahí hubo algo que nos sirvió de motor. Hemos rescatado acciones que ocurren en la película, pero la obra no habla de lo mismo, aquí no hablamos de una posesión demoníaca”, explica Martret.
Ana Rujas es Sara, una mujer a la que abandona su pareja y que, en ese espacio de soledad y pérdida, conectará con Dios y una espiritualidad que parece dotarla de una serenidad extraña, al mismo tiempo que deja salir a esa bestia, explica Martret, “que cada uno lleva dentro, esa bestia que en sociedad solemos tener domesticada, pero que cuando la desatamos y nos posee, nos lleva a decir o hacer cosas desde un lugar menos domesticado. Esto es lo que estamos intentando contar en la obra, no una posesión demoniaca, sino qué pasa cuando esa bestia se desata y vivimos dominados por ella”. Cuando esa bestia se desate, Sara discutirá con su marido, follará y bailará con ese joven de moto y polígono llamado Joel o sentirá que se ha quedado embarazada pero, además, Sara se convertirá en un inmenso contenedor de insatisfacción vital y conciencia de clase. Le dirá a Marc, su marido: “Me pregunto cuándo dejaré de poner mi corazón encima de la mesa, cuándo me dejarán de seducir los intelectuales acomodados de familias importantes”. Le dirá también que sus padres no van a visitarla a casa “porque no soportan ver mi vida de mujer acomodada”.
Explica la actriz que Sara “está enamorada de una parte superficial relacionada con la intelectualidad y eso tiene que ver con la idea de pertenecer, algo que me ha interesado siempre porque yo lo he vivido, he querido pertenecer y me he dado cuenta de lo que es, de lo que no es, de lo que conlleva venir de un lugar o venir de otro, eso es un sello para toda la vida”. Martret añade que en la obra queda claro que a Sara ese marido arquitecto y cool “ya no le sirve, se ha dado cuenta de la estafa y le dice que se ha enamorado de alguien porque quiere estar enamorada y porque tú no me sabes ni tocar y me estás lijando la cabeza. Él representa esa parte de la sociedad que todos vemos en los perfiles de Instagram de la gente con pasta, con esas vidas tan guays, pero es una puta mierda”. Para Pedro Ayose, en La otra bestia se plantea “un discurso sobre la comodidad que viven algunas personas y lo difícil que es hacerte preguntas sobre eso y cuestionarte tu vida. Yo creo que esa reivindicación está ahí y está también en la vida y el arte de Ana Rujas”.
Una relación tóxica y una cabeza en la nevera
La obra comenzará por el final, con la protagonista besando la cabeza cortada de un hombre, como una Salomé que hubiera encontrado, por fin, la solución a su sufrimiento. “Creo que estamos poniendo encima del escenario una relación tóxica, algo que tiene que ver con la toxicidad del amor, dentro de una pareja convencional que habla de cosas antiguas”, explica Ana Rujas. “Llegamos hasta ahí, a esa cabeza cortada, desde un lugar metafórico, pero necesario: esta mujer está en una relación tóxica en la que no le dan un lugar, en la que no se siente querida de la manera que necesita y ese otro personaje, el joven salvaje y apasionado, tampoco le basta. O sea, hay algo de los hombres que la atrae, pero que luego no le basta. Y fantaseamos con esa idea de poder cortarle la cabeza a un hombre, guardarla en la nevera y sacarla cuando lo necesites. Esa es la metáfora, pero no queremos que nadie piense que ella es una asesina”, explica Martret. Ayose sostiene que, en el fondo, cortar esa cabeza simboliza “acabar con una parte de una sociedad insana y oscura que está haciendo mucho daño”.
En ese universo de toxicidad, desamparo, caos emocional y acciones no siempre lógicas aparecerá lo espiritual, la fe, algo que la actriz califica como “muy importante” en su carrera y en su vida: “No es que yo sea practicante, pero el arte me ha ayudado a entender que ahí hay un espacio de belleza que tiene que ver con salir un poco de lo terrenal para ir a algo más elevado y que no es tangible. Para mí, la fe tiene que ver con eso, con encontrar otro lugar que tiene que ver con el arte, que tiene que ver con estar en una sala de ensayo, básicamente”.
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Después de brillar en 2023 en la serie La Mesías de Los Javis, Ana Rujas acaba de rodar 8, de Julio Medem y La buena letra, adaptación de la novela homónima de Rafael Chirbes dirigida por Celia Rico Clavellino. Además, trabaja en el guión de su primer largometraje como directora, inspirado en El desencanto, de Jaime Chávarri, que estrenará en Movistar+. Su última incursión sobre las tablas fue hace tres años, en la obra De algún tiempo a esta parte… Fracaso?, de Max Aub, en la que compartió escenario con María Pujalte y dice, y se emociona cuando lo dice, que concibe el teatro como “un lugar sagrado en el que todo está mejor. Encontré mi sitio ¿sabes?”.