Nos encontramos una mañana a finales de diciembre, en una cafetería cerca de su casa, junto al Mercado de San Fernando de la calle Embajadores. Nada más sentarse, dice que no ha pegado ojo en toda la noche porque se la ha pasado organizando repartos en vez de dormir. Explica que lleva semanas viviendo entre el Teatro Español y el Teatro de la Comedia, saliendo de un teatro para irse al otro y viceversa. En el primero estrena el próximo 11 de febrero Natacha, un texto de Luisa Carnés, de la que también llevó a escena Tea Rooms en 2022, cuando dirigía el Teatro Fernán Gómez. Al segundo se incorpora este jueves como nueva directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, después de imponerse al resto de candidaturas en un concurso público convocado por el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de La Música (INAEM) con un proyecto basado en la contemporaneidad, la descentralización, la paridad y la inclusión.
Laila Ripoll sustituye a Lluís Homar, que cesó en su cargo el 31 de diciembre tras cinco años al frente del Clásico a raíz de la polémica suscitada por los cobros de codirecciones falsas que adelantó El Periódico de España. La directora y dramaturga, fundadora de la compañía Micomicón y Premio Nacional de Literatura Dramática, estará al frente de la CNTC por un período de cinco años, prorrogable por un máximo de otros tres, y limitará la dirección de espectáculos a una por temporada: “Hasta 2026 no voy a dirigir porque, entre otras cosas, me tengo que enterar de cómo funciona la casa. Y no me voy a enterar si estoy dirigiendo y encerrada en la sala de ensayos durante casi dos meses, más el tiempo de preparación. Quiero estar con todos los sentidos 24 horas al día y la gestión tiene que ser un puntal primordial de todo”. Explica Ripoll que, una vez se sitúe, lo primero que hará será “convocar las audiciones para la siguiente promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, elegir qué espectáculo van a hacer y con qué director”.
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Además, la directora avanza a este diario que cada temporada tendrá “un eje temático, una narrativa y una dramaturgia, y en la 25/26 el eje va a ser lo colectivo, lo popular, lo común y también el acervo, la oralidad y de dónde venimos, los orígenes”. Entre los autores y autoras cuyas obras se estrenarán en el Clásico estará Lope de Vega, por el que Ripoll siente debilidad, “y también tengo pensado hacer a Antonio Mira de Amescua, que no se ha hecho nunca y es un autor fantástico coetáneo de Lope, o a María de Zayas, de la que solo se ha estrenado una adaptación de Los desengaños y creo que La traición en la amistad es un textazo suyo que hay que hacer”,
¿Ha decidido ya quién formará parte de su equipo y si va a mantener la figura de dramaturgo de la compañía que ocupó Xavier Albertí durante el mandato de Lluís Homar?
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No, yo no estoy acostumbrada a trabajar con un dramaturgo ni nada parecido, y en mi caso no lo considero necesario. Mi director adjunto será José Luis Patiño, que ha sido mi compañero en Micomicón desde 1991 y nos hemos educado juntos en esta casa, en la que lleva trabajando desde finales de los 80 y se la conoce como nadie. Va a ser un adjunto más artístico, con un trabajo menos basado en lo económico y más parecido a la figura de Fefa Noia en el CDN. Fernando Cuadrado será el director técnico y la directora de producción va a ser Gisela Serrano, que ya estaba y, aparte de que es maravillosa y divina, sabe cómo funciona la casa y es una garantía de continuidad, de no hacer tabula rasa de lo anterior.
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¿Cómo y cuál será la presencia de la CNTC en el Festival de Almagro?
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Vamos a estrenar Fuenteovejuna, dirigida por Rakel Camacho, que abrirá Almagro en 2025 y la temporada en el Teatro de la Comedia. En el Clásico nunca ha dirigido Fuenteovejuna una mujer y creo que es muy interesante la lectura que pueda hacer ella de ese texto. Hay una cosa que se instituyó con Adolfo Marsillach y que luego siguieron Eduardo Vasco y Helena Pimenta y es que la CNTC abre el festival con un gran estreno de la compañía y luego con algo que ya se ha estrenado en temporada, que casi con toda seguridad será a cargo de La Joven. Después hay que ver con Irene Pardo (directora del festival) qué cosas que ya se han hecho pueden ser interesantes y oportunas para Almagro. Por ejemplo, yo quiero rescatar La fortaleza, de Lucía Carballal, porque me parece una belleza de espectáculo. Pero ya veremos porque no sé ni qué presupuesto tengo.
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Uno de los ejes en que se sustenta su proyecto es la contemporaneidad. ¿Cómo se va a traducir en la programación?
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La contemporaneidad para mí no es escribir ahora, sino poner una mirada contemporánea en esos textos de los siglos XVI, XVII, XVIII e incluso del XIX, aunque yo me voy a centrar en el periodo del Siglo de Oro, sobre todo. Para escribir ahora está el Centro Dramático Nacional y nosotros somos el Clásico, lo que no quiere decir que no se propongan miradas contemporáneas sobre textos clásicos, pero no desde el punto de vista de la escritura, porque eso no deja de parecerme muy convencional.
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¿Va a mantener esos montajes que Lluís Homar programó en la Sala Tirso de Molina que proponían una lectura contemporánea sobre la obra que se estrenaba en la sala grande?
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Hay alguno que estaba encargado y que respetaré, pero lo que quiero hacer es recuperar a intérpretes que, por edad, ya no pueden hacer muchos papeles, sobre todo mujeres. Los hombres pueden hacer un alcalde de Zalamea o el duque de El castigo sin venganza, pero las mujeres no, apenas hay personajes para mujeres de determinada edad. Quiero utilizar esa sala para escuchar las voces de actrices descomunales y estoy pensando en Ana Marzoa, Blanca Portillo o Carmen Machi y lo voy a enfocar de otro modo, no tanto desde la escritura como desde experiencias, y no sólo a partir de textos dramáticos.
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Quiero escuchar las voces de actrices descomunales y estoy pensando en Ana Marzoa, Blanca Portillo o Carmen Machi
¿Qué tipo de textos?
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Poéticos, pero también prosa, novelas o tratados sobre determinados temas. Siempre nos llega esa imagen de la contrarreforma del Siglo de Oro y qué va, el Barroco es un juego de espejos con cuerpos diversos, opciones sexuales diversas, razas y etnias diversas, y todo eso se tiene que reflejar en una Compañía Nacional de Teatro Clásico. Esa diversidad del Siglo de Oro en España tiene que estar ahí también. En esa sala no quiero hacer semimontados con el texto en la mano, sino lecturas, y aunque los personajes puedan tener 20 años, al ser una lectura los pueden interpretar perfectamente actrices de 70. Además, también quiero experiencias menos convencionales de danza o de títeres, con compañías invitadas de pequeño formato, algo que requiera un espacio pequeño o la recreación de un espacio barroco a tres bandas. Un poco lo que hacía en la sala pequeña del Fernán Gómez, pero de otra manera.
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Sobre los tiempos de exhibición, ¿programará pocos montajes con más tiempo en cartel o muchos con menos funciones?
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Prefiero hacer pocas cosas muy bien hechas y con más dinero, claro. Se trata también de intentar no precarizar, y creo que es mejor hacer dos cosas muy bien que siete regular.
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Otro de los ejes de su proyecto es la paridad…
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Cuando pienso en nombres para dirigir o para hacer las versiones se me ocurren muchísimas mujeres, pero no porque lo fuerce, sino porque ahora mismo hay gente estupendísima. Por ejemplo, Rakel Camacho acaba de hacer una Coronada y el toro (de Francisco Nieva) y para Fuenteovejuna no se me ocurre nadie mejor que ella porque domina esa cosa operística y de movimiento, y Fuenteovejuna es eso, un pueblo que es el protagonista. También pienso en gente como Beatriz Argüello, Ana Zamora o Marta Pazos.
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¿Cómo va articular en su programación esa mirada feminista que también atraviesa su proyecto?
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Supongo que eso es inevitable porque yo soy feminista y lo paritario es fundamental, pero es que no puedo pensar de otra manera. Tenemos una carencia de autoras del Siglo de Oro, hay muy pocas, pero sí tenemos una gran cantidad de autoras contemporáneas que pueden hacer versiones impresionantes. Es muy importante esa mirada y la resignificación de muchos textos y vuelvo otra vez a La traición en la amistad, que no puedo decir que sea un texto feminista porque no podemos hablar de feminismo en el siglo XVII, pero sí se puede hacer una lectura muy feminista con los ojos de hoy. El feminismo tiene mucho que ver con el punto de vista.
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¿Va a hacer una programación política?
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Te digo lo mismo que con el feminismo, aunque no quiera es inevitable. Si el teatro no es política no es nada, y el punto de vista siempre es político.
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¿Cómo va a llevar a cabo esa descentralización a la que aspiran todas las unidades del INAEM pero tan difícil de llevar a la práctica?
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Esa es la madre del cordero. Es muy complicado y no es tanto por una cuestión de dinero sino por lo difícil que es mover esa máquina. Mi intención es empezar a coproducir con otros teatros públicos como el Arriaga (de Bilbao) o el Calderón (de Valladolid) y hacer producciones más pequeñas, no porque tengan menos actores, sino menos aparato escenográfico. Obras que puedan entrar en teatros pequeñitos, que no necesiten un montaje de tres días. Se puede hacer algo interesante y visualmente atractivo sin tener que meter tres trailers. De esa manera puedes ir a teatros preciosos como el de Zamora o el de Ourense, que es muy chiquitito también. Cuanto menos aparataje, menos gente se mueve. Si tienes que estar tres días montando una escenografía tienes que llevar una legión de técnicos, pero si montas una cosa mucho más sencilla, llevas menos gente.
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Otra cuestión clásica en los teatros públicos es qué hacer con la programación para el público infantil
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Yo tengo una carencia importante con el teatro infantil y voy a hacer un pequeño comité de asesoramiento, en el que tiene que estar Itziar Pascual y más gente, para ver cómo afrontamos eso porque me parece importantísimo. También tengo que ver el tema de las campañas de institutos y colegios porque puedes perder a ese público para siempre depende del ladrillo que les metas. Quiero hacer un foro permanente con profesores de secundaria para que ellos nos demanden lo que necesiten y hacer unos cuadernos pedagógicos atractivos, divertidos, interesantes y en papel. Yo tenía un convenio en el Fernán Gómez con el Festival de Almagro por el cual me llevaba el espectáculo ganador del Barroco Infantil y eso lo voy a mantener aquí. También quiero hacer mediación y voy a hacer una especie de ágora de espectadores jóvenes que puedan acceder a los procesos, a los ensayos y se puedan involucrar. Y voy a recuperar Rapsodas del Barrio, un proyecto que hizo hace muchos años la Fundación Tomillo, que yo vi en Almagro y me gustó muchísimo, y vamos a montar con chicos y chicas de institutos un taller de músicas urbanas con letras de Lope de Vega, van a construir sus piezas jugando con la versificación y el ritmo.
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Me voy a ceñir a España y también a Portugal, con autores como Ángela de Acevedo, que además escribía en español y tiene unos textos…
¿Se va a abrir a otras productoras y compañías distintas a las que han estado trabajando los últimos años en el Clásico?
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A ver qué proyectos me encuentro encima de la mesa. A mí Declan Donellan me sigue interesando mucho y me interesa ver, por ejemplo, qué haría con un Lope. Y creo que hay una serie de compañías que deberían estar como Nao d’Amores, Morboria o Teatro del Temple. Estamos en un momento en que las compañías no están bien y creo que hay que darles un impulso desde lo público, sobre todo porque es gente que lleva mucho tiempo haciendo clásicos con una perspectiva contemporánea.
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¿Va a abrir el repertorio a Shakespeare y Molière como hizo Homar?
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No, ni a Shakespeare ni a Molière. Me voy a ceñir a España y también a Portugal, con autores como Ángela de Acevedo, que además escribía en español y tiene unos textos… De los siglos XVIII y XIX tocaré algo, y también del siglo XX. Me interesa mucho Miguel Hernández, que tiene dos obras, una escrita a la manera de Lope (El labrador de más aire) y otra la manera de Calderón (Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras), y hay varias cosas muy bonitas para celebrar el centenario de la Generación del 27 que tienen que ver con él pero también con María Teresa León, porque siempre se habla de La Numancia de Rafael Alberti, pero es La Numancia de María Teresa León, que estamos siempre con lo mismo. No sé si eso es una mirada feminista o simplemente colocar las cosas en su sitio, pero es que la idea se le ocurrió a ella, la dirigió ella y Alberti hizo la versión. Para el 27 retomo a las Sinsombrero, pero estamos hablando también de la Edad de Plata, cuando Lorca hizo el auto sacramental de La vida de sueño y las misiones pedagógicas hacían entremeses y obras de Calderón…. El 27 surge por una reivindicación de Góngora y con una importancia capital de las mujeres que después, con la guerra, se va a tomar por saco y tienen que volver todas a casa con la pata quebrada. Esa me parece una alegre y hermosa celebración del 27.
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Antes de eso, en 2026, se cumplirán los 40 años de vida de la CNTC. ¿Sabe ya cómo le gustaría celebrar ese aniversario?
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Aún es pronto, pero me gustaría hacer una buena exposición con el Museo Nacional del Teatro. También voy a recuperar los Cuadernos de Teatro Clásico y haremos una edición especial de los 40 años de la compañía. Y tengo una idea para un espectáculo muy concreto, pero no sé si lo voy a poder hacer.
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En una entrevista reciente dijo que se había sobreactuado en la polémica sobre Lluís Homar. ¿A qué se refiere?
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Adolfo Marsillach (fundador de la CNTC) era actor, actuó alguna vez y nadie se llevó las manos a la cabeza. Yo creo que el actor y el dramaturgo son las bases del teatro, pero curiosamente no dirigen espacios. En el caso de los dramaturgos parece que la cosa está cambiando y ahí están Alfredo Sanzol, Juan Mayorga o yo misma, pero es el imperio del director. En el caso de los actores es como ¡ay, qué horror, un actor que actúa! Bueno, pues yo creo que eso es una cosa que habrá que revisar en algún momento. Otra cosa es si estamos o no de acuerdo con la manera en la que ha actuado Homar, pero me parece una sobreactuación llevarse las manos a la cabeza porque el actor que dirige un centro actúe.
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El problema no estuvo tanto ahí sino en el cobro y la atribución de codirecciones falsas.
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Sí, pero porque no podía cobrar como actor. Creo que es algo que se debería revisar para que no vuelva a suceder y esto tiene que ser un toque de atención, hay que darle un meneo a cómo están organizadas las cosas y esto lo dice una persona que no se va a volver a subir a un escenario ni harta de vino. Al margen de lo que haya pasado o haya dejado de pasar, hay gente que sí sabía de lo que estaba hablando y otra que se lanzó a degüello sin tener ni idea. Se dicen muchas tonterías y la verdad se ve perjudicada porque se pone el foco en cosas que no se debería poner y se pasan por alto otras más graves.