La cara sonriente de Jimmy Carterno es lo primero que a uno le viene a la cabeza cuando piensa en la tumultuosa relación que el rock and roll y la política han mantenido en las últimas seis décadas. Sin embargo, a la hora de repasar el legado del trigésimo noveno presidente de Estados Unidos se hace difícil soslayar la importancia que este tuvo en la aproximación entre dos mundos que hasta entonces parecían condenados a darse la espalda: la juventud melenuda y contestataria del rock y las élites encorbatadas de Washington.
Carter no fue, desde luego, el primer político de alto rango que buscó tejer alianzas con estrellas de la música para expandir su popularidad (John F. Kennedy no dudó en dar publicidad a su amistad con Frank Sinatra, por ejemplo), pero sí fue el primer candidato presidencial que supo relacionarse con figuras prominentes de la escena rock desde una posición de genuina admiración, sin asomo de paternalismo. Esa es la tesis que defiende ‘Jimmy Carter: Rock and Roll President’, un documental dirigido en 2020 por Mary Wharton que explora la importancia que el amor por la música y por los músicos tuvo en la carrera política del rey de los cacahuetes de Plains, Georgia.
En una región en la que los afroamericanos constituían el 80% de la población, el joven Jimmy Carter creció escuchando a los cantantes de góspel locales y las emisoras de country, y desde muy temprana edad desarrolló una desaforada pasión por la música que abarcaba también géneros como el jazz, el blues y el folk. Militó desde primera hora en las filas del rock and roll, querencia que hizo compatible con una profunda religiosidad, y siguió con devoción los pasos de Bob Dylan, con quien acabaría entablando una relación de sincera amistad.
Alianza con el rock sureño
En 1971, cuando ya se sentaba en el sillón de gobernador de Georgia tras una década de meteórica carrera política, Carter conoció a Phil Walden, cofundador de la discográfica Capricorn Records, para la que grababan algunos de los más destacados nombres del rock sureño y el soul. A través de Walden, el mandatario empezó a alternar con los miembros de bandas como The Marshall Tucker Band y los Allman Brothers (en el documental de Wharton, Gregg Allman recuerda que la primera vez que vio a Carter, este iba sin camisa y blandiendo una botella de J&B). El respaldo público de todos ellos (y de otros ilustres artistas como Dylan, The Band, James Brown, Willie Nelson, Toots & The Maytals, Roseanne Cash y muchos más) fue un elemento distintivo de la campaña presidencial de 1976 y un factor de no poca importancia en la victoria final del candidato demócrata.
La conexión de Carter con la aristocracia del rock continuó una vez instalado en la Casa Blanca. Después de que Paul Simon y Aretha Franklin cantaran en el baile inaugural del mandato, la lista de estrellas que desfilaron por la residencia presidencial fue tan extensa como insólita para le época: Crosby, Stills & Nash, Johnny Cash, los Bee Gees, Dylan, Cher, Willie Nelson (que fumó marihuana con el hijo del presidente, Chip, en la azotea del edificio), Emmylou Harris, Nile Rodgers, Jimmy Buffet… Además, los jardines de la Casa Blanca acogieron en 1978 un festival de jazz en el que Carter subió al escenario para unirse al trompetista Dizzy Gillespie en una hilarante interpretación del clásico ‘Salt peanuts’ (cacahuetes salados).
La Discoteca de la Casa Blanca
Pero tal vez la mayor contribución al rock que Jimmy Carter hizo durante sus cuatro años como presidente fue la ampliación de la Discoteca de la Casa Blanca, una colección de elepés que en ese tiempo no solo creció exponencialmente en tamaño sino que experimentó un salto cuántico de calidad y entró definitivamente en la modernidad con la incorporación de títulos incontestables de Bob Dylan, Bruce Springsteen, los Rolling Stones, Led Zeppelin, David Bowie, The Flying Burrito Brothers, Captain Beefheart y Funkadelic, por citar solo algunos.
“Una de las cosas que ha mantenido unido a nuestro país es la música que compartimos y amamos –subraya Jimmy Carter en una escena de ‘Rock and Roll President-. Diría que el ritmo que llevamos en nuestro interior, esa pasión por la música country, o por el rock, o por el jazz, o por la música clásica, es algo que hermana a la gente”.
[–>
Luego llegó Ronald Reagan. La Casa Blanca no adquirió muchos discos de rock en ese periodo.
Suscríbete para seguir leyendo