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El caso de Jair Bolsonaro y Pedro Castillo


pasar a través carlos santander

El 7 de diciembre de 2022, el entonces presidente de Perú, Pedro Castillo, anunció en televisión nacional la disolución inconstitucional del Congreso de la República y el establecimiento de un gobierno de emergencia nacional para evitar ser destituido por el poder legislativo. Esta declaración unilateral sin respaldo militar provocó su arresto y encarcelamiento horas después. Pedro Castillo fue despedido por el Congreso y actualmente se encuentra en prisión preventiva y hasta el momento no ha recibido una sentencia definitiva.

El mismo día, tras perder ante Luiz Inácio Lula da Silva en la segunda vuelta de las elecciones de Brasil, el entonces presidente Jair Bolsonaro mantuvo un largo silencio que fue interpretado como frustración y negativa a reconocer los resultados. Bolsonaro ha dicho anteriormente que hubo fraude electoral, pero nunca ha aportado pruebas concretas. Posteriormente, la policía federal de Brasil descubrió un complot golpista que incluía planes para asesinar al presidente electo y otras autoridades judiciales.

Aunque ambos casos comparten un intento de socavar el orden constitucional, existen diferencias significativas. En Perú, Pedro Castillo se dejó llevar por las prisas y los errores de sus colaboradores más cercanos, quienes le hicieron creer que estaba a punto de ser despedido por el Congreso. La oposición parlamentaria intentó derrocarlo por tercera vez. En mociones anteriores, obtuvieron 46 y 55 votos respectivamente, muy por debajo de los 87 votos necesarios. La probabilidad de alcanzar la mayoría necesaria para una tercera moción es baja, ya que el gobierno controla al menos 30 votos para bloquear la moción de la oposición.

En Brasil, Jair Bolsonaro ha implementado una estrategia planificada de antemano: sembrar dudas sobre la seguridad de los sistemas de votación electrónica, argumentando que son vulnerables al fraude y no garantizan un proceso electoral honesto. Aunque los organismos electorales han validado el sistema y demostrado su eficiencia, Bolsonaro no ha aportado pruebas que respalden sus afirmaciones. En cambio, alentó a sus seguidores a ignorar las consecuencias. Esta narrativa prepara el escenario para un golpe si la reelección no es posible. El 8 de enero de 2023 movilizó a sus seguidores, provocando la destrucción de la principal sede del poder público en la llamada Plaza de los Tres Poderes. En medio del caos “espontáneo”, Bolsonaro podría haber tratado de justificar una intervención inconstitucional.

En el caso peruano, Pedro Castillo fue inmediatamente deportado, detenido y sometido a proceso judicial. Bolsonaro, que completó su mandato y perdió privilegios presidenciales, aún no ha sido arrestado, aunque enfrenta múltiples investigaciones. Mientras Perú ha condenado casi unánimemente a Pedro Castillo, en Brasil muchos políticos relevantes, incluido el presidente del Congreso, han optado por guardar silencio y no han condenado explícitamente los intentos golpistas de Bolsonaro.

Los cargos en ambos casos son similares. Pedro Castillo enfrenta cargos de rebelión, intento de alterar el orden constitucional, conspiración y abuso de poder. En cuanto a Jair Bolsonaro, los cargos incluyen abolición violenta del Estado de derecho, golpes de estado y participación en organizaciones criminales, además de otros cargos relacionados con corrupción.

En el juicio a Pedro Castillo se argumentó que, aunque sus órdenes represivas fueron ignoradas y no logró dar un autogolpe, había pruebas claras de que buscaba socavar el orden constitucional. Sus acciones no fueron mera deliberación sino ejecución concreta, como lo demuestra su anuncio público de la disolución del Congreso. Incluso si actúa apresuradamente o engaña, debería estar sujeto a algún tipo de responsabilidad penal.

En el caso de Jair Bolsonaro, el debate jurídico será más largo. La policía federal preparó un informe de más de 800 páginas que describe su participación en la planificación y ejecución de operaciones criminales a través de intermediarios en un esfuerzo por determinar el alcance de su responsabilidad en el complot golpista. Una cuestión central en el debate es si sus acciones fueron más allá de la mera intención de dar un golpe de Estado para permitir su ejecución.

La teoría del dominio de hecho en derecho penal puede aplicarse al caso Bolsonaro. Esto permite que una persona con autoridad decisiva sobre un acto delictivo sea considerada responsable incluso si no se tomó ninguna acción sustantiva directamente para cometer el delito (como es el caso cuando un líder actúa a través de un subordinado).



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