Dos sucesos de la historia de España unidos por los recuerdos familiares que el periodista Francisco Pomares conserva desde que era un niño de sus dos abuelos. Ese es el argumento del que parte la novela gráfica La pistola que Millán Astray le regaló a mi abuelo, publicado en ediciones Idea, y que es el último trabajo del dibujante tinerfeño Eduardo González.
El primero, protagonizado por su abuelo materno Manuel, comienza en la guerra del Rif donde fue condecorado por un suceso heroico en la lucha contra el líder militar Abd el-Karim El-Jattabi, que encabezó la resistencia contra las administraciones coloniales de España y de Francia. Y el segundo, el de su abuelo paterno Paco, se sitúa en plena Guerra Civil española durante la defensa de El alcázar de Toledo en la que logra otra hazaña militar con la intervención final del personaje que titula la historia.
El autor de Dentro de la noche realiza un trabajo escueto, de rápida lectura, integrado por setenta y dos páginas tamaño folio que se inicia con un prólogo esclarecedor e incluye unas aclaratorias notas finales firmadas por el propio Pomares. Es una obra sencilla, pero con una pericia técnica realmente encomiable que demuestra el momento importante que está atravesando ya que enlaza de forma sutil con su anterior y maravillosa obra Mararía. El texto que da origen a la historia es un trabajo universitario que Pomares realizó mientras cursaba cuarto curso de Historia en 2013 y en el que se refleja, desde su propia experiencia familiar, y desde una postura totalmente imparcial, los claroscuros que hay detrás de las hazañas familiares más épicas, concretamente las relacionadas con España durante el siglo XX. Por eso esta obra se nos antoja recomendable para leer en los centros de secundaria de Canarias y España.
Asequible
Pero también es otro ejemplo contundente de cómo el noveno arte es el vehículo ideal para entender de una manera asequible los sucesos o ideas más complejos de la historia. En un momento en el que muchos youtubers se dedican a ensalzar un periodo tan siniestro y terrible como el franquismo y donde la Ley de Memoria Histórica aún tiene enemigos declarados dentro de la propia democracia, la obra llega en el mejor momento posible, ya que demuestra las contradicciones de dos militares que se vieron, por determinadas circunstancias, atrapados en el bando nacional, aunque fueran totalmente conscientes muy pronto del infierno que se avecinaba.
Dividido en seis capítulos, cada un tienen una estética particular ya que González se enfrenta a ellos a través de diferentes técnicas y colores. Por sus páginas aparecen, desde el lado sublevado, personajes como Primo de Rivera, Moscardó, Mola, Sanjurjo o Franco. Y, desde el lado del gobierno republicano democráticamente constituido, Azaña, Negrín, Durruti o Largo Caballero. La obra empieza por un prólogo de Pomares El último tebeo de Eduardo en donde señala que «todo el texto se mueve desde la voluntad de integración de las peripecias personales de mis dos abuelos, dos militares de derechas que pasaron la guerra en zona republicana, perdieron sus carreras y se enfrentaron a esas pérdidas de formas muy distintas» El primer capítulo, Villacisneros. Una extraña pistola, se sitúa en el Sahara español en los años sesenta, en donde, el autor del texto, con cinco años de edad, es instruido por su padre en el disparo a larga distancia a través de una pistola que, supuestamente, su abuelo recibió del propio militar José Millán Astray, fundador de la legión. Aquí González muestra su ingenio para reflejar las grandes panorámicas y para mostrar el paisaje desértico.
Pueblo
El siguiente, Mula. El alcázar. La alcazaba nos traslada al pueblo murciano de su padre, donde su tía-abuela le cuenta la historia del abuelo paterno Paco, militar de ingenieros que pudo escapar de Albacete vestido de miliciano, que estuvo en la defensa del alcázar de Toledo y al que el general Millán Astray le regaló una pistola fabricada especialmente para él con el fin de que pudiera cargarla con una sola mano porque era manco. Aquí están algunas de las mejores páginas de González cuyo estilo recuerda la célebre saga de Palacios sobre la guerra civil, obra de cabecera en el noveno arte español.
También aparece la historia del abuelo materno del autor, Manuel, al que en la guerra de África, tras desalojar a los rebeldes de la alcazaba, una bala le atraviesa el cráneo, pero salva la vida. Pomares realiza un estupendo paralelismo entre las gestas de sus antepasados y los clásicos del cómic de aventuras español rememorando los personajes emblemáticos de Víctor Mora. En el esclarecedor tercer capítulo, Madrid. Massiel. El duce. Un carioca multiminas, el guionista tiene trece años y estudia en el Liceo italiano donde pudo comprender qué había de verdad detrás de las hazañas que les habían relatado sus familiares.
El cuarto capítulo, Manuel, vuelve a revisar la historia del abuelo materno, un monárquico en terreno republicano, a partir de un suceso ocurrido en la sierra de Granada en 1936 en donde se entrega al enemigo. Seguirá la cárcel y será otra víctima más de la depuración ideológica, pero no logrará su gran deseo de que lo reincorporasen nuevamente al ejército.
El quinto, Paco, vuelve a su vez al abuelo paterno, mostrando una versión completamente diferente de su carrera militar seguida de una emprendedora vida como empresario constructor, aunque muera a los 54 debido a la diabetes. Finalmente, el último capítulo, titulado La Palma. Tenerife. Juan. Manolo, presenta otros momentos íntimos familiares y una mirada más realista, alejada de cualquier tipo de épica, por parte del propio Pomares hacia sus dos familiares.
El cómic acaba con una especie de epílogo por parte del periodista en el que incluye algunas notas aclaratorias de la obra con fotos reales y sus correspondencias con las viñetas del cómic y que van desde cómo era Dajla o Villa-Cisneros a describir el célebre bolígrafo multimina Carioca de cuatro colores. Aquí destaca las descripciones de las dos pistolas que su padre conservaba. Una de ellas, la Joloar, era «un arma misteriosa dotada de un peculiar sistema de palanca». También explica las características de la medalla militar individual que su abuelo Manuel recibió como reconocimiento a su actuación el 5 de junio de 1923, en el grupo de la 4ª columna de operaciones rumbo a Tafersit y el asalto a la alcazaba de Holla de Bufahora. O cómo Largo Caballero creó, en 1936, la División Orgánica de Albacete, encargada de asistir a los voluntarios que llegaban del extranjero y que fueron reclutados por el Partido Comunista.
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Al margen del importante testimonio histórico, La pistola que Millán Astray le regaló a mi abuelo retrata las luces y las muchas sombras de un periodo de la historia de España cuya manipulación propagandista planea todavía hoy de una forma inquietante a casi cincuenta años de democracia.