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¿Cómo ven los brasileños la emergencia climática?


pasar a través Carlos RS Milani, Josué Medeiros y Mariana Castro

Brasil se enfrenta a un aumento alarmante del número de fenómenos meteorológicos extremos que se vuelven más intensos, frecuentes y destructivos. En 2024, el país sufrió un gran desastre climático. En el estado de Rio Grande do Sul, las inundaciones entre abril y mayo afectaron a más de 875.000 personas, provocando numerosas muertes y pérdidas económicas. En Sao Paulo, millones de personas se quedaron sin electricidad tras las fuertes lluvias. En Río de Janeiro, 100.000 personas se vieron afectadas por las inundaciones de enero. En la segunda mitad del año, una sequía récord en el Amazonas y los incendios forestales en el Medio Oeste, el Norte y el Sudeste, con humo que cubrió el 60% del país en septiembre, exacerbaron las preocupaciones ambientales y de salud pública.

Esta serie de acontecimientos no es aislada: en 2023, São Paulo y Rio Grande do Sul ya sufrieron fuertes lluvias y olas de calor históricas. Lo que antes se podía interpretar como excepciones ahora se considera la regla.

Un estudio realizado en el primer semestre de 2024 por el Observatorio Interdisciplinario de Cambio Climático (OIMC) de la UERJ y el Observatorio Político y Electoral (OPEL) asociado a la UFRJ y la UFRRJ documenta esta realidad. El estudio, financiado por el Instituto Clima y Sociedad, analizó las percepciones sobre la crisis climática en seis ciudades brasileñas: Río de Janeiro, Ciudad Duca Caxias, Niterói (estado de Río de Janeiro), São Paulo, Diadema y Río de Janeiro. (San Pablo). Los hallazgos son muy reveladores.

Primero, los asistentes demostraron una amplia comprensión de la gravedad y las raíces humanas del cambio climático. Sin embargo, la gama de emociones va desde el pesimismo y la impotencia, por un lado, hasta la disposición a actuar de forma independiente, por el otro. Las acciones mencionadas incluyeron la conservación y el reciclaje del agua, pero la desilusión con el gobierno socavó la confianza en las soluciones colectivas o las políticas públicas.

En segundo lugar, las investigaciones muestran un reconocimiento generalizado de la gravedad del cambio climático y un acuerdo generalizado de que las poblaciones más pobres son las más vulnerables a impactos como inundaciones, calor extremo sostenido y más frecuente, sequías e incendios forestales. Esta conclusión surge directamente de las experiencias vividas concretas de los entrevistados, quienes describieron cómo los desastres climáticos afectan su vida diaria.

Sin embargo, las respuestas políticas y sociales a esta emergencia climática están plagadas de contradicciones. Brasil todavía enfrenta un legado de destrucción ambiental impulsado por el gobierno de Jair Bolsonaro, que ha debilitado las instituciones y las políticas ambientales. El tercer gobierno de Lula está tratando de reconstruir este panorama institucional, tomando medidas como la creación del Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático, el establecimiento del Ministerio de Pueblos Indígenas y la confirmación de Brasil como anfitrión de la COP30 en Belém en 2025. Si bien estos esfuerzos representan un progreso, coexisten con tensiones dentro de las coaliciones gubernamentales y presiones sobre los sectores económicos vinculados a la agroindustria y la economía de los combustibles fósiles. Un excelente ejemplo de esta presión es la exploración petrolera propuesta en el borde ecuatorial del Amazonas.

Esto lleva al tercer hallazgo de este estudio, que señala las limitaciones de los estados para desarrollar respuestas efectivas. Muchos expresaron frustración por la falta de acciones gubernamentales concretas, particularmente en materia de preparación para desastres y adaptación al clima. Esta frustración se suma a una sensación de abandono, especialmente en las periferias urbanas, donde las condiciones estructurales inestables amplifican los efectos de los fenómenos climáticos extremos. El pesimismo sobre la capacidad del poder público para impulsar un cambio real refleja, en parte, procesos de vulnerabilidad de individuos, clases y grupos sociales.

El actual sentimiento dominante de pesimismo e impotencia dificulta la adopción de medidas políticas más positivas y firmes. Los gobiernos y la sociedad civil deben trabajar juntos para formular estrategias que fortalezcan el sentido de pertenencia y la capacidad de adoptar medidas colectivas. La política climática debe ser más accesible y estar vinculada a las realidades locales, reconociendo las particularidades de las zonas marginales urbanas y las poblaciones más jóvenes que enfrentan desafíos específicos al enfrentar los impactos climáticos.

El cuarto hallazgo del estudio se relaciona con la confianza general en la ciencia como eje central para generar evidencia y aportar insumos al desarrollo de políticas públicas. A pesar del negacionismo oficial sobre el medio ambiente, el clima, las vacunas y las cuestiones de salud durante el gobierno de Bolsonaro, los encuestados expresaron un alto apoyo a los desarrollos científicos para abordar la emergencia climática.

En quinto lugar, entre las políticas públicas destacadas en el estudio, la educación es vista como una esfera política importante para que Brasil imagine alternativas social, ambiental y económicamente sostenibles. Al mismo tiempo, existen crecientes dudas sobre la capacidad de los gobiernos y las empresas para comprometerse con una transición energética justa.

Las contribuciones de OIMC y OPEL confirman que, a los ojos de muchos brasileños, la emergencia climática ya no es un problema de un futuro lejano sino una realidad que redefine las condiciones de vida de millones de personas. Por lo tanto, los desafíos que enfrenta Brasil son enormes. El cambio hacia un nuevo modelo de desarrollo que abarque la producción, la circulación y el consumo no puede limitarse a la retórica o a medidas simbólicas, ni puede inspirarse en experiencias pasadas de desarrollismo depredador que reprodujo la injusticia.

Las consecuencias de la emergencia climática requieren acciones innovadoras, audaces, concretas y equitativas para enfrentar poderosos intereses sectoriales y construir alternativas reales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, proteger los biomas, salvaguardar los derechos humanos y proteger a los más vulnerables (compuestos principalmente por grupos desfavorecidos). Negro y pobre.

La emergencia climática se ha convertido en una fuerza que redefine la situación actual, requiriendo una respuesta inmediata que no se base en un juego de suma cero entre protección ambiental y desarrollo. Es imperativo planificar el hoy con la vista puesta en el futuro. En Brasil, esto significa no sólo responder a desastres acumulativos, sino también cambiar fundamentalmente sus fundamentos políticos y económicos, sus modelos de desarrollo y sus políticas ambientales, energéticas y climáticas.

Carlos R.S. Milani. Profesor Titular de Relaciones Internacionales del IESP-UERJ, Coordinador del Observatorio Interdisciplinario de Cambio Climático, Investigador Titular del CEBRI.

Josué Medeiros: Profesor de la UFRJ y de la UFRRJ, Doctor en Ciencia Política del IESP-UERJ.

Mariana Castro: candidata a doctorado en Ciencia Política del IESP-UERJ, investigadora del Observatorio Interdisciplinario de Cambio Climático y del Laboratorio de Análisis de la Política Mundial.

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