En pocas palabras, ‘Cónclave’ podría definirse como una sucesión de escenas que transcurren casi en su totalidad en las instalaciones del Vaticano y en las que unos señores con sotana hablan y hablan, a menudo susurrando, sobre asuntos que conciernen el Catolicismo. ¿Cómo se las arregla, a pesar de lo dicho,para generar él suspense suficiente para mantener al que la ve con las uñas clavadas en el brazo de la butaca? “Siempre me han fascinado los ‘thrillers’ políticos de Alan J. Pakula, películas como ‘El último testigo’ (1974) y ‘Todos los hombres del presidente’ (1976)”, nos cuenta el director Edward Berger a modo de explicación. “Me encanta su precisión narrativa, y la atmósfera de paranoia y claustrofobia que sus películas transpiran, así que decidí inspirarme en ellos. Cuando leí la novela de Robert Harris en la que la /es‘Cónclave’ se basa, comprendí que no habla de Dios sino de la ambición, la sed de poder y otros asuntos de lo más laicos”. En lugar de situarse en el Vaticano, en efecto, la historia que la película cuenta “podría hacerlo en los despachos de la Casa Blanca, de cualquier compañía multinacional, de la redacción de un periódico o de cualquier institución en la que un alto cargo queda libre, y varias personas empiezan a afilar los puñales para ocuparlo”.
Se trata del primer largometraje que Berger dirige después de ‘Sin novedad en el frente’ (2022), galardonado en su día con el Oscar a la Mejor Película Internacional y muchos premios más, y figura en todas las quinielas como uno de los títulos que sin duda competirán por las principales estatuillas que Hollywood otorga. Si aquella predecesora retrataba los horrores de la Segunda Guerra Mundial, ‘Cónclave’ plantea un escenario bélico tal vez menos sangriento pero posiblemente igual de brutal: el turbulento proceso de elección de un nuevo Papa, durante el que los cardenales se recluyen para deliberar y que, al menos en este caso, conlleva un buen número de conspiraciones, traiciones, secretos y escándalos revelados e insospechables giros argumentales. Y entretanto, comenta su director, plantea un dilema: “¿Hacia dónde debería dirigirse la Iglesia? ¿Debe adaptarse a las dinámicas sociales y culturales actuales o, por el contrario, regresar al conservadurismo en respuesta al extremismo, la intolerancia y la violencia imperantes? Es un debate que nunca queda superado”.
La cabeza visible en esa premisa argumental es el Cardenal Lawrence (magnífico Ralph Fiennes), que es el encargado de coordinar el proceso de selección mientras se ve azotado por una crisis de fe. “Creo que cualquiera de nosotros puede identificarse con las inseguridades de ese personaje respecto a sus propias creencias”, opina Berger. “Yo mismo tengo dudas y me hago preguntas constantemente. ¿Qué películas estoy legitimado para hacer? ¿Para qué sirve mi trabajo? ¿Debería dedicarme a otra cosa? Si el ámbito de la religión y el de la creación cinematográfica se parecen en algo, es que ninguno de ellos funciona según reglas y datos empíricos. ¿Cuál es la mejor religión? ¿Cuál es la forma correcta de hacer una película? No hay certezas, y por tanto se requiere fe. Y la fe, claro, conlleva dudas”.
Mientras acompaña a Lawrence, ‘Cónclave’ se dedica a conciencia a desmitificar los rituales y las rutinas que tienen lugar en el interior del Vaticano, y a demostrar que quienes lo habitan no tienen nada de divinos. “Cuando te asomas a una ventana en Roma, puedes ver a una monja fumando un cigarrillo mientras pasea por la calle, o a dos sacerdotes haciéndose un ‘selfie’, o a un obispo que bebe un café del Starbucks, y así es como yo quería retratar la sede de la Iglesia Católica”, explica el cineasta alemán. “Son personas como usted y como yo, que usan teléfonos móviles, y vapean, y se resfrían, y que cometen pecados y luego se arrepienten”. Se trata de un mundo eminentemente masculino, casi tanto como la unidad del ejército por el que luchan los protagonistas de ‘Sin novedad en el frente’. “Ambas películasson producto de un interés por mi parte en demostrar qué tóxicas pueden llegar a ser esas estructuras”, añade. “‘Cónclave’ habla de la institución patriarcal más antigua del mundo y, al final de la película, en su seno se abre una grieta a través de la que pueden filtrarse la luz y el aire fresco, y la promesa de un futuro más plural e integrador”.
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Criado como protestante, Berger abandonó la práctica de la religión durante la adolescencia.”Ya no tenía sentido para mí. Sin embargo, creo que las diferentes creencias dentro de las iglesias cumplen una función muy importante. Si no tuviéramos esas instituciones careceríamos de Historia, y de tradición, y de identidad cultural. No me refiero necesariamente a la Iglesia Católica, sino a las religiones en un sentido más amplio”. Insiste en que ‘Cónclave’ de ningún modo es una película anticlerical, y que no la ha hecho con la intención de ofender a nadie. “¿Quién soy yo para atacar a la Iglesia? Ahora bien, habrá gente que discuta mi enfoque, o que incluso se sientan ofendidos por él. Después de todo, vivimos en tiempos de confrontación, de polarización y de radicalización”. Tiempos oscuros, añade el director, e inmediatamente menciona el auge de la extrema derecha, una amenza que se extiende en todo el mundo pero que tiene un significado distinto en su Alemania natal. “Me siento profundamente avergonzado de mi país”, asegura. “Soy incapaz de entender cómo es posible que, después de haber traído el horror al mundo no en una sino en dos ocasiones, haya tantos alemanes capaces de olvidar ese pasado y recuperar el tipo de discurso de odio que tanto daño causó hace más de 80 años. Quiero creer que superaremos pronto esta amenaza, ansío creerlo”.