En la música ha sido Crema, C. Tangana, El Madrileño, pero ahora, por primera vez en su vida, firma con su nombre original, Antón Álvarez, en el que es su debut como cineasta: el documental ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’, que se estrena este viernes en cines. Hablamos con el hoy director y con el protagonista de esta conmovedora historia familiar con personajes fascinantes, el guitarrista Yerai Cortés.
Después de varios reconocimientos, el documental acaba de ser nominado a dos premios Goya. ¿Cómo de importante está siendo sentirse validado por un gremio del que hasta ahora no formaba parte?
Antón Álvarez: Estamos muy orgullosos de lo que pasó en San Sebastián, en el In-Edit, ahora vamos a estrenar en Róterdam… Todo eso siempre viene bien. Pero para mí lo más importante es el público. Y lo que era muy importante era que toda la gente que participa en la película estuviese convencida y orgullosa. Se habla de temas muy complicados. Que, como dice Yerai, haya servido un poco de puertas para dentro, es lo más importante.
Ha arrastrado la sensación de ser un intruso o un impostor, algo que incluso en la música a veces había comentado que ya le pasaba. ¿Utiliza eso como motor creativo?
A. Á.: La creatividad, como yo la entiendo, no es tan interesante cuando el lugar de donde nace es muy intelectualizado o muy enciclopédico. Requiere de un punto de atrevimiento. A veces, la ignorancia, el vivir en un pequeño estado de ignorancia o de no control, es superproductivo. No es que yo quiera sentirme un intruso, es que el lugar donde me siento más creativo es cuando no lo tengo todo bajo control. Y esa creatividad que te da el atreverte porque es la primera vez que lo haces, como el primer beso, esa sensación, es el momento en el que yo produzco lo mejor. Me siento muchas veces intruso, en la música me ha pasado, y ahora en el cine también.
De la película, de algún modo, también nace una relación entre ustedes. ¿Por qué se ha producido esa conexión?
Yerai Cortés: Nos ha unido mucho la pasión, la curiosidad, el hacer cosas que nos llenen. O probar cosas que no sabemos si van a funcionar. Eso afianza una relación, por el vértigo que hay. Y, personalmente, la hemos ido construyendo también en el ‘backstage’ de la película, nos hemos ido de cena, a conciertos, nos hemos pegado fiestas… ¡Ahí haces una hermandad que se nota en la película!
A. Á.: Me llamó mucho la atención cómo Yerai pone su vida en riesgo cuando compone. Todo lo que escribe tiene que ver con algo que le duele, le pasa, siente. Y me veía muy reflejado ahí. Y a los dos nos gusta sacarnos de nuestras propias casillas. Y para mí, egoístamente, Yerai ha sido la posibilidad de entrar en el mundo flamenco. No tanto con la película, pero sí con mi vida personal: las fiestas a las que me ha llevado, la música que me ha hecho escuchar en directo… Eso para mí es un regalo muy fuerte.
Hay un momento en el que su padre le dice algo así como: ¿pero tú qué ganas con esto?
Y. C.: Me flipa lo de mi padre, es una declaración de amor de un padre a un hijo que quiere que le vayan bien las cosas. Yo lo que me llevo es un aprendizaje, hemos abierto una puerta, un sitio que antes no había. Sabía que tocando según que temas podría ser un poco sanador o igual me buscaba la ruina. Pero tenía la intuición que me iba a ir bien a mí y a los de mi alrededor. No es una historia mía, es una historia mía con los míos.
La película es también un acto de generosidad por parte de ambos: uno ha entregado su historia y su intimidad; el otro, los medios y su nombre.
Y. C.: Lo hemos hablado muchas veces de fiesta, estando más sensibles de la cuenta. «Tú me estás dando mucho», «no, tú me lo estás dando a mí», «no, pero tú tienes que ser consciente de que tú a mí también»… Era como una pelea de quién quiere más, de a ver quien está más agradecido. Eso me encantaba cuando sucedía.
A. Á.: Yo me sentí muy elegido por Yerai. Tenía algo que era muy valioso para él, su vida personal y profesional. Yo gracias a esto he aprendido a hacer películas, he participado en una obra que va mucho más allá de mí. Y luego la parte del flamenco, el acceso, el entenderlo más, poder dar una palmas por bulerías… ¡A mí me gustaría ser palmero de Yerai Cortés! [ríen]
Ustedes también tienen en común que son artistas que se encuentran entre dos mundos, en el caso de Yerai, como dice la película, entre lo gitano y lo moderno.
Y. C.: Parto de la base que todos estamos en ese sitio, no es una cosa mía lo de permanecer entre varias aguas. Todos tenemos curiosidades… Y algunas veces también estamos enrejados, cuando te dicen: «Esto tienes que hacerlo así porque tu abuelo, tu tío, tu padre…». Hay muchas cosas que se heredan que no ayudan a la vida de ahora. El silencio, guardarse las cosas…
¿Ha creado eso conflicto a su alrededor?
Y. C.: Hay de todo. Hay una pregunta que me surge constantemente: ¿Yo qué soy de todas estas facetas mías? Es bonito estar ahí, aunque a veces te cuestionas si es que no tienes identidad o qué. Pero se está bien en ese lugar, estar en cuestión, en movimiento.
¿Daba respeto a un payo adentrarse en la comunidad flamenca o gitana para retratar una historia así?
A. Á: Sentía ese respeto con la vida personal de Yerai, no tanto con la comunidad flamenca o gitana. Precisamente porque Yerai no hace esa diferencia, vive con muchos estilos de vida juntos. Yo estoy acostumbrado a utilizar mi vida personal en mis canciones pero, en este caso, había una responsabilidad emocional más fuerte porque era la vida de otra gente. Ahí sí que he sentido respeto. Ha habido una conversación constante sobre la familia de Yerai.
El documental es también un retrato generacional, sobre todo, en la manera de entender el amor.
A. Á.: Todos tenemos unos padres que tienen conflictos, todos tenemos cosas que no hemos terminado de hablar con nuestra familia, tenemos una pareja y tratamos de vivir en el mundo actual. Y nuestra generación ha cambiado muchas cosas respecto a las anteriores.
Hasta ahora, la carrera de Antón Álvarez ha transcurrido en la música y, como cineasta, su primera obra es un documental musical. ¿Su reto es hacer algo desligado totalmente de la música?
Desligado de la música en el sentido de que la música no sea un tema. Con cualquier idea que tengo de una peli pienso en qué música haría nueva, qué música que ya existe utilizaría, cómo se relaciona la música con la narrativa… Sí, me toca hacer una ficción, pero probablemente en esa ficción me vuelva loco con el sonido o tenga muy presente lo que pase con la banda sonora.
Dice que esta película es lo mejor que ha hecho nunca. Pero juegue, si puede, a comparar qué es más difícil: tener éxito con este filme ahora o lo que logró con algunas de sus ‘mixtapes’ fundacionales.
Hacer una peli es un milagro. Todo es mucho más faraónico… Hemos tenido que montar la productora, aprender a hacer todo esto… Y eso ha sido gracias a la música. Hemos hecho una película completamente independiente, la hemos hecho nosotros, yo y Little Spain. Eso se parece mucho a lo que hacía yo al principio en la música: grababa con colegas, en casa y, claro, la diferencia es que si no hubiera pasado por la música no hubiera tenido los medios para hacer todo esto. He necesitado la música para poder hacer esto, seguro.
Y, para terminar, si hay alguien que piense que usted ha hecho esto para agrandar su ego, ¿qué le diría?
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Es de alma pequeña y mente estrecha pensar que cuando alguien cambia, curiosea, es que quiere eso. No es una cuestión de abarcar, sino que algo te llama. Es verdad que he tenido esa cosa del intruso y me pueden decir lo de «qué hace el rapero este metiéndose en el cine», pero en el fondo cuando tenía 14 años no era nada y ellos tampoco. Todo se hace. No tienes por qué ser una sola cosa y hacer esa cosa para siempre.