Año 1984. Fidel Castro aterriza en Madrid (nunca había pisado una capital europea). Nace el primer bebé probeta español. Muere Francisco Rivera tras una cogida en Pozoblanco (Córdoba). Miles de personas se manifiestan contra la política educativa en el Paseo de la Castellana. Francia le concede a España la primera extradición. El 4 de abril se estrena la película ‘Los santos inocentes’.
El rechazo a la represión vivida durante años ha estallado y los madrileños hacen toda una declaración de intenciones con su Movida, pero Mario Camus llega para recordar que la historia no hay que olvidarla, que la precariedad, la opresión social o los abusos de las clases altas han existido. Que la censura ha sido una de las señas de identidad de la dictadura franquista y que el cine no ha podido contar lo que se tendría que haber contado.
Es así como el director santanderino coge la obra homónima de Miguel Delibes, publicada tres años atrás, se rodea del mejor equipo de rodaje y se traslada a una finca situada a las afueras de Alburquerque, en la provincia de Badajoz. Estaba creando una de las películas más taquilleras del año –recaudó 523.904.485 millones de pesetas-, que permanecería 18 meses en cartel. Más aún, según explica el director de la Filmoteca de Extremadura, Antonio Gil, estaba a punto de dirigir «una de las tres mejores películas del cine español», por lo que necesitaba un elenco a la altura: Alfredo Landa, Terele Álvarez, Juan Diego, Ágata Lys y Paco Rabal fueron quienes se trasladaron a un cortijo de La Raya –zona fronteriza entre España y Portugal- y generaron un enorme revuelo entre la población local. «Cerca de 500 personas se presentaron para hacer de figurantes», explica Gil, que, símbolo del hermanamiento entre obra y vecinos, destaca la estrecha relación entre Rabal y ‘Barrunta’, el extremeño en quien se inspiró el actor para construir su personaje.
No menos destacados son los símbolos -por continuar con el tema- que, llenos de crudeza, cargan con el peso de agudizar las diferencias sociales que riman, en la época, con injusticia. A La Niña Chica, que tiene discapacidad física y cognitiva hay que esconderla. Ni siquiera merece ser nombrada. Paco El Bajo sigue, oliendo el suelo de la misma forma que lo haría un perro, el rastro de una perdiz que ha matado el señorito Iván.
«Miguel Delibes reflejó muy bien en la novela la opresión de las clases sociales, y Mario Camus supo adaptarlo a la gran pantalla», explica Antonio Gil.
Pero, tomando la libertad de bordear un argumento que, seguramente, la mayoría de ustedes conozcan, vale la pena ahondar en la repercusión que ‘Los santos inocentes’ tuvo en esta tierra.
«Creo que, hoy en día, cuando la gente habla de la película se le viene a la cabeza, inmediatamente, Extremadura», afirma el director de la filmoteca, que destaca la acción positiva de la película sobre la región, ayudando a posicionarla en el mapa. «Refleja, además, el rico patrimonio natural», añade Gil. Extremadura es la tierra donde el vallisoletano -Buñuel es otro ejemplo- encontró la estampa perfecta para situar su novela y hacer, de paso, promoción de ella.
El reconocimiento que logró el pacense Reyes Abades, especialista en efectos especiales, en la industria del cine no deja de defender la posición de Antonio Gil.
No queda en el olvido el recelo que pudo germinar en algunos, por la imagen negativa que la obra dio de esta tierra o de sus gentes. Pero, la película se situaba en la dictadura desde la democracia. Rompía con la censura desde la libertad y contaba lo que, en pasado, había ocurrido. No sobra decir que cerca de 200 producciones audiovisuales han escogido Extremadura para abrir sus objetivos hasta la actualidad.
Año 2024. Hace 40 años se estrenaba ‘Los santos inocentes’. La filmoteca ha programado una emisión especial el 10 de diciembre y los centros escolares de la región han saturado ‘filmoeduca’ por las peticiones para poder proyectar la película en las aulas. Extremadura aparece en una de las mejores obras audiovisuales del cine español, alabada internacionalmente, y eso no puede ser, sino, motivo de orgullo.
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