A finales de 2011, el Museo Guggenheim de Nueva York solicitó al laboratorio del Museo de Arte de Harvard que analizase algunos de los cuadros de Wassily Kandinsky que iban a formar parte de una muestra dedicada al artista. Tras exponer los lienzos a la luz ultravioleta, se descubrió que Boceto I para cuadro con borde blanco (Moscú), datado en 1913, había sido pintado sobre un cuadro anterior. Un detalle importante, habida cuenta de que el artista ruso no solía reutilizar las telas. La sorpresa fue aún mayor cuando se descubrió que el cuadro subyacente era muy semejante a Concierto en el jardín, un guache pintado en 1912 por Gabriele Münter.
El hallazgo despertó tanta satisfacción como dudas. ¿Utilizó Kandinsky un lienzo de la que por entonces era su pareja sin conocimiento de esta? ¿Se trataba de un lienzo descartado por Münter que, por entonces, estaba descontenta con el resultado de su arte? Si bien los biógrafos de Kandinsky y Münter sostienen que el pintor siempre admiró el trabajo de la pintora y la alentó a seguir creando, lo cierto es que la situación inversa era impensable: Münter jamás hubiera pintado sobre un lienzo de Kandinsky.
Más allá de las especulaciones, la anécdota tiene una importante carga simbólica. Durante años, Münter y su obra han quedado tapadas por la omnipresencia del pintor ruso. A pesar de haber fundado junto a él y otros pintores El jinete azul, uno de los movimientos más influyentes de las vanguardias del siglo XX y de crear una valiosa obra pictórica, Münter acostumbra a ser presentada como «la pareja de Kandinsky».
Gabriele en Madrid
La muestra Gabriele Münter. La gran pintora expresionista es una buena ocasión para poner fin a esa mirada prejuiciosa y patriarcal tan frecuente en el mundo del arte. Estructurada de manera cronológica, esta exposición —que estará abierta al público hasta el próximo 9 de febrero en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza— recorre la trayectoria artística de la pintora remontándose a sus primeros pasos en el mundo del arte. Unos inicios que, curiosamente, no fueron en el campo de la pintura, sino en el de la fotografía, tal vez por ser esta una disciplina novedosa que no estaba constreñida por el academicismo de la escultura y la pintura, ni acaparada por artistas, artistas hombres, para ser más concretos.
A continuación, la muestra recoge las obras realizadas durante sus viajes por Europa y Norte de África, hasta alcanzar el que sería el cenit de su carrera: las pinturas encuadradas en El jinete azul, movimiento expresionista del que fue impulsora junto a Franz Marc, Paul Klee o August Macke. La muestra finaliza con las obras realizadas en Escandinavia durante su exilio provocado por la Primera Guerra Mundial y aquellas creadas, no sin contratiempos, a su regreso a Alemania.
Instalada de nuevo en su casa de Murnau, Müner siguió trabajando a pesar de que las autoridades de su país le prohibieron exponer, por considerar su trabajo arte degenerado. Lejos de amedrentarse, la pintora no solo continuó con su labor, sino que ocultó en su vivienda más de ochenta obras del movimiento El jinete azul, librándolas así de la rapiña y la destrucción nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Cuadros y viñetas
Aquellos que se acerquen a la pinacoteca madrileña —que los próximos días 5 y 6 de diciembre amplía su horario hasta las 21 horas— para disfrutar de la exposición se encontrarán, además del centenar de piezas seleccionadas entre pinturas, dibujos, grabados y fotografías, con un trabajo muy especial: Gabriele Münter. Las tierras azules. Este cómic, creado por Mayte Alvarado (Badajoz, 1978), continúa la colaboración iniciada hace unos años por el museo y la editorial Astiberri y se suma a títulos ya publicados como Balthus y el conde de Rola de Tyto Alba, Georgia O’Keeffe de María Herreros o El cóndor y la caníbal de Víctor Coyote.
«La idea surgió de Héloïse Guerrier, editora de Astiberri. En su opinión mi trabajo encajaba con el de Münter y tenía razón. Si bien tuve que adaptar un poco mi estilo para que los cuadros de Gabriele fuesen reconocibles, todo ha sido muy natural y si hemos conseguido establecer ese diálogo entre la la obra de Gabriele y la mía ha sido gracias a Héloïse. Parece que le estoy haciendo la pelota en todas las entrevistas, pero es verdad; creo que tuvo muy buen ojo», comenta Mayte Alvarado que, a la hora de enfrentarse a este proyecto, se encontró con ese fantasma que persigue a Gabriele Münter: la falta de información sobre ella y la excesiva presencia de Kandinsky en sus biografías.
«Lo primero que hice al recibir el encargo fue informarme sobre Gabriele. Aunque reconocía algún cuadro suyo, no sabía demasiado sobre ella o sobre su obra. El problema fue que, cuando comencé a investigar, apenas había información sobre ella. En todo caso, no fue un problema. Como lectora no me interesan las biografías al uso, súper documentadas y que abordan los grandes momentos vitales de los personajes, así que pensé que, si no me gustan a mí, por qué voy a hacer una cosa igual para los demás. Preferí hacer una obra que generase cierta familiaridad en el lector y despertara su interés por Münter y su obra. Se lo propuse a Héloïse y a la gente del Thyssen, les pareció bien y me dieron toda la confianza y libertad para hacerlo». El resultado es Gabriele Münter. Las tierras azules, un precioso trabajo que destaca por su calidad gráfica y un ritmo reposado, en el que se repasan algunos capítulos de la vida de la pintora y los cuadros de la artista se integran y confunden con las ilustraciones de Alvarado.
«No soy especialmente rápida trabajando. Ilustro de manera tradicional y, hasta que encuentro por dónde quiero ir, a veces puedo estar una semana sin hacer nada. El problema era que el libro tenía que coincidir con la exposición, la editorial tenía que pedir el papel y yo no podía retrasarme. A pesar de todo, no fue hasta que tuve los dos primeros capítulos cuando supe por dónde quería tirar. Además de estructurarlo según las estaciones del año, los diferentes fragmentos del libro se basaban en cuadros que sabía que iban a estar presentes en la exposición. Luego, como comentaba antes, no me interesaban tanto los apuntes biográficos como transmitir esos momentos de intimidad de Gabriele. Quería que el lector presenciase momentos puntuales de la artista sin necesidad de contextualizarlos. Por ejemplo, que cuando esté hablando con Kandinsky no le diga: ‘¿qué has hecho hoy, Wassily Kandinsky?’, porque no creo que se llamasen así entre ellos, pero sin tener que explicar demasiado su relación».
Aunque Gabriele Münter. Las tierras azules no entra de manera intencionada en ciertos aspectos de la vida y la trayectoria artística de la pintora, Mayte Alvarado ha querido enriquecer el libro con infinidad de detalles que, si bien pueden parecer anecdóticos, proponen un interesante juego con el lector, que puede obtener de ellos más información sobre Münter de la que pudiera suponer. «El libro tiene varios niveles de lectura. He incluido cosas que no espero que la gente conozca, pero que me parecieron interesantes. Por ejemplo, cuando están en París, sale la película de Napoleón de Abel Gance porque, en sus libretas, Gabriele apuntaba las películas que había visto y esa era una de ellas. También está el papel pintado de las paredes, que es como el que había en su casa, o los muebles y las figuritas de adorno. Como ahora su vivienda es un museo, pude ver todas esas cosas y me volví loca metiéndolas en las ilustraciones, aunque posiblemente nadie repare en ellas. En ese sentido, el cómic propone una lectura reposada que requiere que el lector ponga algo de su parte. Luego, si quiere, puede completar la experiencia con una pequeña biografía que hemos incluido al final o viendo los cuadros en la exposición».
Mayte Alvarado
Astiberri
96 páginas | 19 euros