«No imaginaba el nivel de popularidad que tuvieron, la cantidad de portadas de revistas que protagonizaron, por ejemplo». Lidia García (Montealegre del Castillo, 1989) es doctora en Historia del Arte con una tesis sobre la copla, autora del libro ¡Ay, campaneras! (Somos B, 2022) y responsable del pódcast del mismo nombre. Acaba de publicar Tarantella sevillana. Lola Flores, Carmen Sevilla y Sara Montiel: estrellas españolas en Italia (Somos B), un libro centrado en las andanzas de las tres folklóricas en el star system del país transalpino. La primera boda por la iglesia de la manchega, el primer posado de la jerezana en bikini en el Festival de cine de Venecia, o una Carmen Sevilla bailando en el Corral de la Morería en una producción italiana que fue censurada en España son algunos de los episodios que recorre este libro, cuyo contenido también puede conocerse en la nueva temporada del pódcast de su autora.
«Me he llevado muchas más sorpresas de las que esperaba», admite la investigadora y divulgadora. García aún tiene secretos que desvelar en este libro, que partió de una beca de investigación en la Real Academia de España en Roma con un importante trabajo de archivo -de hemerotecas y mercados callejeros-. «Me interesaba mucho conocer la mirada extranjera sobre nuestra mitología cañí«, explica la autora.
Uno de los motivos por los que eligió estos tres nombres de entre todo el panorama de estrellas folklóricas de la época fue la proximidad temporal: el libro se centra entre finales de los años 50 y principio de los 60. «Ellas triunfaron en ese tiempo, fueron en numerosas ocasiones al Festival de Venecia, por ejemplo». Pero además, admite, le interesaba la diversidad de perfiles: «Lola Flores, como el temperamento flamenco; Sara Montiel como una actriz sensual y libre, y una Carmen Sevilla como la novia de España, la vecinita de en frente con la sonrisa amable del desarrollismo», define.
El intento de ‘destapar’ a Carmen Sevilla
La primera en triunfar en Italia fue Carmen Sevilla (nacida María del Carmen García Galisteo, 1930 – 2023). Y lo hizo desde el principio como una estrella: su primera cinta en aquel país fue la coproducción Pan, amor y Andalucía, en 1958, junto a Vittorio de Sica. Esta era la cuarta película de una saga que antes habían protagonizado Gina Lollobrigida y Sofía Loren, y a la andaluza, prensa e industria dio el mismo tratamiento de estrella. En Italia trataron de sacarla de esa imagen de bondad y eterna sonrisa y construir un perfil más pícaro o sensual, con acercamientos de Sica, «del que ella se defendía por tierra, mar y aire», dice García.
A pesar de esto, uno de los papeles que protagonizó esta actriz fue censurado en España: la cinta Europa di notte (Europa de noche), dirigida por Alessandro Blasetti, en la que, como supuesto documental, el director mostraba cómo eran las diversiones nocturnas en diferentes capitales europeas. Carmen Sevilla se interpretaba a sí misma como bailaora espontánea en el tablao El Corral de la Morería. En el libro, García recoge el testimonio de la actriz, admitiendo que el director se empeñaba en colocar la cámara en el suelo, o casi, con un picado al revés que le hiciera enseñar las piernas y el culo. Las imágenes no pasaron el filtro de la censura y la cinta no pudo estrenarse en España.
También tendría Carmen Sevilla un papel de mediadora para facilitar el estreno de una co-producción italo-española, «con una carga política acusadísima», dirigida por Juan Antonio Bardem, que fue un gran amigo de la actriz, con una película que fue la primera cinta española nominada al Óscar. Tras su estreno en el Festival de Cannes y después de sufrir varias mutilaciones por parte de la censura -como cambiar el título, que iba a ser originalmente Los segadores y pasó a ser La venganza, por estar demasiado cercano al himno nacionalista catalán- Bardem le exigió a la actriz que no fuese actuar ante Franco como hacía cada año.
Sin embargo, la actriz le convenció para aprovechar la ocasión para disuadir al dictador y que autorizase su estreno en España. «Esto, que puede parecer una anécdota sin más, dice mucho de los entramados del posibilismo y de cómo se podía hacer cultura en la época, de lo que hizo hicieron todas estas artistas con el contexto que tenían», indica García. «Incluso habla de la condescendencia hacia ellas, porque nadie se iba a tomar a Carmen Sevilla como un agente político, ella utilizaba un poco su ingenuidad en ese sentido constantemente».
Entre la transgresión y la cosificación
Aunque el de Lidia García es un libro riguroso y bien documentado, el tono que elige aquí es jovial y ligero. Incluye un análisis de género o del contexto político en el que trabajaron y vivieron estas grandes estrellas del cine, pero lo hace con ligereza. En el libro describe, por ejemplo, cómo las mujeres -actrices- eran utilizadas en el Festival de Venecia como un reclamo físico y, aprovechando su celebración en verano, se utilizaba para que las actrices posaran en la playa ligeras de ropa. Fue el caso de Lola Flores (1923 – 1995), que tuvo el atrevimiento de posar en bikini en 1951.
«Me sorprendió muchísimo encontrar esa foto en la hemeroteca del festival, fue emocionante», admite García. «Estamos en contextos muy ambivalentes, porque es una fecha tempranísima para una foto en bikini en España. Fue muy atrevida, aunque también se pueda hacer esa lectura de cosificación. En España, esa imagen, en la que aparece junto a Orson Welles, se censuró, no se pudo publicar, lucir un bikini estaba prohibidísimo, fue una transgresión». Y añade: «A mí me interesan esas ambivalencias y ambigüedades».
La autora de Tarantella sevillana -título de una de las canciones que aparecen en Pan, amor y Andalucía, protagonizada por Carmen Sevilla- considera que la realidad que vivieron estas artistas fue poliédrica: gozaron de cierta libertad, pero vivían en una sociedad extremadamente conservadora. «Yo siempre me cuido mucho de decir, por ejemplo, que la copla pueda ser feminista», explica. «Ellas pueden presentar estas transgresiones, pero hay unas oscuridades muy oscuras ante las que, por supuesto, no podemos cerrar los ojos. Hay cuestiones como qué porcentaje de autoconsciencia tenían ellas o cuántas veces negamos la agencia, simplemente por ser mujeres que vienen de un determinado contexto, por ser mujeres del sur, por muchísimos entramados de opresiones».
García pone otro ejemplo similar: el de Sara Montiel, que se casó en Roma por la iglesia porque en España no le permitieron hacerlo. Fue en 1964, con el empresario José Vicente Ramírez Olalla que, después de un breve noviazgo en el que él constantemente prometía que nada cambiaría con la boda, trató de retirarla del espectáculo y convertirla en abnegada esposa tan pronto intercambiaron los anillos.
«Esa boda romana no tiene ningún tipo de sentido, pero tiene que ver con esta idea de ponerse el mundo por montera, por un lado, y a la vez, con un intento de redención, de decir: voy a intentar ser una mujer normal, casada por la iglesia», analiza García. «La boda terminaría saliendo fatal, pero dejó unas muy buenas anécdotas por el camino».
Sara Montiel, granadina de padre marroquí
La actriz manchega Sara Montiel -María Antonia Abad Fernández, 1928 – 2013- en seguida triunfó en Italia gracias a El último cuplé. La prensa italiana trató de vincularla con el mito romántico de España. «De lo primero que hace en Italia es una película con que en España no estamos muy familiarizados, pero allí tuvo mucho éxito: Carmen la de Ronda (estrenada en 1959) y le inventaron un pasado: Sara Montiel nació en Granada y su padre es un rico productor de vino marroquí… ¡Menuda historia!», ríeGarcía. «Eran las retro fake news de la época», dice bromeando.
Sin embargo, García cree saber el significado de esta invención: «Da buena cuenta del relieve de estas estrellas, porque hasta el momento que no empiezan a inventarse cosas de ti, no eres una verdadera diva», afirma. «Con lo mentirosa que fue toda su vida Sara Montiel, su origen era lo único de lo que siempre se sentía orgullosa: su padre era un campesino manchego, siempre lo defendió».
Otro de los elementos que incluye el libro de Lidia García es la competencia que hubo entre las tres estrellas, que convivía con su relación de amistad. Sara Montiel tuvo tantísimo éxito con El último cuplé (1957) y La violetera -una coproducción italoespañola de 1958- que destronó a Carmen Sevilla como «la más célebre actriz española», dice García. «Si a esto le añadimos el hecho de que el papel protagonista de La violetera iba a ser para Carmen Sevilla, pues ya tenemos todos los ingredientes para el salseo. Los cruces de acusaciones entre ellas son casi un género dentro de las biografías de folclóricas, y por supuesto que están en este libro», explica.
También lo haría Lola Flores, «por su frustración de no haber llegado a ser la actriz dramática que quería ser», explica. Debutó en el cine, en 1940, justamente de la mano de un director de cine italiano -Fernando Mignoni-, en la cinta Martingala, donde tenía un papel secundario. «Ella siempre dijo que quería ser la Magnani española», afirma la investigadora en referencia a la actriz italiana Anna Magnani, famosa por su trabajo en cintas neorrealistas. No lo conseguiría. «Carga contra Carmen Sevilla en varias ocasiones», indica, a pesar de que serían tan amigas que amadrinó a Rosario Flores, la tercera hija de la jerezana. «Se queja de que le den todos los papeles. Las acusaciones entre ellas son divertidísimas».
‘Tarantela sevillana. Lola Flores, Carmen Sevilla y Sara Montiel: estrellas españolas en Italia’
Somos B
280 páginas | 21,75 euros