Yo ya se si leerás este artículo: un nuevo estudio examina el proceso por el que nos decidimos entre la curiosidad y la desidia

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A ratos tenemos una curiosidad infinita, unas ganas enormes de indagas y una sed de conocimientos casi insaciable. Acto seguido nos da igual todo, perdemos el interés o nos sorprendemos diciéndonos a nosotros mismos que la ‘ignorancia da la felicidad’. Así, sin más.

«La búsqueda del conocimiento es una característica básica de la naturaleza humana, sin embargo, en cuestiones que van desde la salud hasta las finanzas, las personas a veces optan por permanecer ignorantes”, explica Tali Sharot, investigadora de la University College London y una de las grandes expertas en optimismo. ¿Cómo elegimos entre estos dos estados mentales? Y algo más interesante, ¿por qué?

Un grupo de psicólogos de UCL han estudiado qué ocurre en el celebro mientras nos decidimos entre el conocimiento y la ignorancia. Según sus conclusiones, usamos el mismo algoritmo y la misma arquitectura neuronal para evaluar la oportunidad de obtener información.

La importancia de las creencias

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Según parece, la gente tiene un gran interés en obtener conocimiento sobre eventos futuros que creen que serán positivos. De la misma forma, muestran un gran desinterés por conocer más información de eventos que creen que serán negativos. «Los hallazgos pueden ayudar a explicar por qué es más probable que las personas revisen sus cuentas bancarias cuando creen que su valor ha subido y es menos probable que lo hagan cuando sospechan que se ha reducido», explicaba Sharot.

Los investigadores analizaron a 62 personas (una cifra pequeña, pero considerable teniendo en cuenta que los estudios de neuroimagen trabajan con muestras pequeñas) y descubrieron que, cuando se esperan resultados positivos, se activa el circuito de las recompensas del cerebro. Ahí está la clave.

Ese mecanismo permite que «las personas están motivadas para buscar información sobre la que tienen creencias positivas y evitar información sobre la que tienen creencias negativas». Esto puede tener muchas aplicaciones directas. Por ejemplo, las evaluaciones y chequeos médicos, algo que suele evitar la gente incluso en casos en que esas pruebas puedan salvarles la vida.

«Nuestros hallazgos son consistentes con la teoría de que las creencias tienen utilidad en sí mismas. Esto significa que creer que algo sucederá tiene el poder para afectarnos de manera positiva y negativa, de forma similar a cómo nos afectan los eventos reales», explica Sharot y, sin lugar a dudas, abre la puerta a una forma interesante de estudiar las creencias.

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Javier Jiménez

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