Los mejores poemas de Carmen Conde

Google celebra hoy los 111 años del nacimiento de la poeta Carmen Conde que además, tuvo el honor de ser la primera mujer de la Real Academia Española. Estos son, los mejores poemas de Carmen Conde.

Carmen Conde nacida en Cartagena en 1907 vivió una vida pegada a la cultura y su gran pasión: la poesía. Sus primeros trabajos los realiza en la Sociedad Española de Construcción Naval Bazán.

En  1931 se casa con el poeta Antonio Oliver, al que conoció mientras estudiaba Magisterio,con él fundó la Universidad Popular de Cartagena. Unos años más tarde, en 1934, publica “Jubilos”‘ su segundo libro de poemas tras “Brocal”, publicado en 1929.

Tras la guerra civil, Conde y esposo fundan el Archivo Semanario de Rubén Darío en la Universidad de Madrid. Su labor profesional al margen de su obra literaria, se desarrolla como profesora de literatura española en el Instituto de Estudios Europeos y en la Cátedra Mediterráneo de la Universidad de Valencia en Alicante.

En 1953 gana el Premio Elisenda Montcada gracias a su obra Las oscuras raíces. En 1967 gana el Premio Nacional de Poesía y en 1980 gana el Premio Ateneo de Sevilla con Soy la madre. Junto a su labor como escritora, dramaturga y poeta, Conde colabora además con el seudónimo de Florentina del Mar en La Estafeta Literaria y RNE. Además sus obras La rambla y Creció espesa la yerba, son adaptadas por  Televisión Española.

El 28 de enero de 1979 Conde hace historia al ingresar en la RAE ocupando el sillón K , de modo que se convierte en la primera mujer que ingresa en la institución de la Lengua Española desde su creación. A comienzos de los 80 surgen los primeros síntomas del Alzheimer, enfermedad por la que fallece el 8 de enero de 1996 en Madrid.

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El “Doodle” que Google ha dedicado a Carmen Conde

Los mejores poemas de Carmen Conde

La obra de Carmen Conde es prolífica desde sus inicios, a finales de la década de los años 20. Previo a su primer libro de poemas “Broncal”, Conde había escrito la obra de Teatro, Entre aceitunas y coplas, pero es en el campo de la poesía donde más destaca.

Su obra poética la podemos encontrar resumida en la antología titulada “Obra poética” que reúne sus poemas de los años 1929-1966, pero además tenemos que hablar del mencionado “Broncal”, así como las obras “Júbilos” “Poemas a María”, “Corrosión”, “La noche oscura del cuerpo”, “En la tierra de nadie” y “Los poemas del mar Menor”.

Entre sus mejores poemas podemos encontrar infinidad de títulos, aunque nosotros hemos seleccionado estos tres que podéis leer a continuación:

Amante

Es igual que reír dentro de una campana:
sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles.
Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo
y yo te transparento: soy tú para la vida.

No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos.
No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya
esta mortal ausencia que se duerme en mi boca,
cuando clama la voz en desiertos de llanto.

Brotan tiernos laureles en las frentes ajenas,
y el amor se consuela prodigando su alma.
Todo es luz y desmayo donde nacen los hijos,
y la tierra es de flor y en la flor hay un cielo.

Solamente tú y yo (una mujer al fondo
de ese cristal sin brillo que es campana caliente),
vamos considerando que la vida…, la vida
puede ser el amor, cuando el amor embriaga;
es sin duda sufrir, cuando se está dichosa;
es, segura, la luz, porque tenemos ojos.

Pero ¿reír, cantar, estremecernos libres
de desear y ser mucho más que la vida…?
No. Ya lo sé. Todo es algo que supe
y por ello, por ti, permanezco en el Mundo.

Hallazgo 

Desnuda y adherida a tu desnudez.
Mis pechos como hielos recién cortados,
en el agua plana de tu pecho.
Mis hombros abiertos bajo tus hombros.
Y tú, flotante en mi desnudez.

Alzaré los brazos y sostendré tu aire.
Podrás desceñir mi sueño
porque el cielo descansará en mi frente.
Afluentes de tus ríos serán mis ríos.
Navegaremos juntos, tú serás mi vela,
y yo te llevaré por mares escondidos.

¡Qué suprema efusión de geografías!
Tus manos sobre mis manos.
Tus ojos, aves de mi árbol,
en la yerba de mi cabeza.

El universo tiene ojos

Nos miran;
nos ven, nos están viendo, nos miran
múltiples ojos invisibles que conocemos de antiguo,
desde todos los rincones del mundo. Los sentimos
fijos, movedizos, esclavos y esclavizantes.
Y, a veces, nos asfixian.

Querríamos gritar, gritamos cuando los clavos
de las interminables vigías acosan y extenúan.
Cumplen su misión de mirarnos y de vemos;
pero quisiéramos meter los dedos entre sus párpados.

Para que vieran,
para que viéramos frente a frente,
pestañas contra pestañas, soslayando el aliento
denso de inquietudes, de temores y de ansias,
la absoluta visión que todos perseguimos.

¡Ah, si los sorprendiéramos, concretos,
coincidiendo en la fluida superficie del espejo!

Nos mirarán eternamente,
lo sabemos.
Y andaremos reunidos, sin hallarnos como mortales
en tomo a la misma criatura intacta
que rechaza a los ojos que ha creado.
¿Para qué, si no vamos a verla, aunque nos ciegue,
hizo aquellos y estos innumerables ojos?

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