Un hombre muere a golpes en nuevo caso de linchamiento en México

EFE

  • La inseguridad, la impunidad y los rumores en redes han dado paso a una oleada que ha dejado ya 25 muertos.

México

La impunidad, la desconfianza en la Policía y el sistema judicial, así como los rumores en redes sociales, han dado paso a una oleada de linchamientos en México que ha dejado unos 25 muertos y otros 40 intentos, de acuerdo con las cifras de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) del país.

El más reciente tuvo lugar este lunes por la noche en la delegación de Cuajimalpa, en el oeste de la Ciudad de México, donde un grupo de vecinos linchó a un hombre de 24 años al que señalaron por intentar robar a un niño. Solo bastó que lo señalaran como culpable para que decenas de personas lo retuvieran y comenzarán a golpearlo.

Al ser rescatado por las autoridades, el joven contó que buscaba a un familiar pero un niño que salió de una casa se asustó. Poco después, la muchedumbre logró arrebatárselo a los policías y lo llevó a la explanada de una iglesia donde finalmente murió.

La doctora en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana, Elisa Godínez, señala que «la violencia tiene que ser leída en un contexto más amplio«. «Es una generalidad que en los pueblos donde se han producido linchamientos se sufren problemas como falta de servicios básicos, despojo de tierras, bienes y recursos naturales, invasión de territorios, crecimiento de la inseguridad y el crimen, entre muchos otros», explica.

La mayoría de los linchamientos ha ocurrido en pueblos rurales o urbanos del centro de México con «actores colectivos que forman parte de una misma comunidad y con algún grado de vínculo y de organización», agrega.

«Un segundo tipo incluye colectividades que se forman de manera espontánea y se disuelven inmediatamente después de perpetrado el acto», señala la especialista.

«A los pobladores se les estigmatiza» pero nadie ve, ni sabe que es lo que está pasando en sus comunidades, entre ellos las autoridades, asegura.

Supuesto robo de niños

En agosto un folleto alertaba sobre una supuesta ola de robo de niños por una banda que «se dedica al tráfico de órganos», lo cual detonó la incertidumbre en municipios de varios estados.

El mensaje, junto con el miedo de los padres, se propagó y viralizó en las redes sociales y una cadena de desinformación circuló rápidamente.

Para combatir los rumores, los gobiernos de trece estados emitieron alertas a la ciudadanía para que no cundiera el pánico. Según los medios, la tensión se inició en Chihuahua y Tamaulipas y se extendió por Baja California Sur, Campeche, Colima, Durango, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí y Estado de México, hasta llegar a la capital.

En este ambiente, el 30 de agosto, una persona fue linchada en el estado de Hidalgo acusada de haber robado niños y un día después los vecinos de una comunidad del estado de Puebla quemaron vivos a dos hombres identificados como presuntos secuestradores de menores.

«Actos de barbarie»

En ambos casos, las fiscalías estatales descartaron que las víctimas hubieran cometido el delito por el que fueron atacadas y el titular de la CNDH, Luis Raúl González Pérez, los condenó y calificó como «actos de barbarie».

«Hemos reprochado y condenado la justicia por propia mano. No podemos perseguir conductas, presuntamente ilícitas pretendiendo hacer justicia», declaró entonces el Defensor del Pueblo.

La inseguridad ha llevado a ciudadanos de varias poblaciones del centro del país a agruparse para establecer medios de alerta que les permitan mantener la seguridad y prevenir delitos, incluso con la amenaza del daño directo a los sospechosos.

En calles de poblaciones como Tepeaca, en Puebla, municipio altamente visitado por peregrinos por tener un santuario religioso, hay advertencias escritas que señalan del daño físico que recibirá cualquiera que sea detenido como sospechoso de un delito.

Esta situación no es nueva en el centro de México, especialmente en Puebla, donde desde hace medio siglo se han presentado linchamientos, uno de ellos llevado al cine en la película Canoa de 1975, en el que un grupo de estudiantes fue confundido con comunistas y decidieron lincharlos en el poblado de San Miguel Canoa.

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