Hogar de las Niñas, una alternativa al matrimonio infantil en la India

BELÉN SARRIÁ

  • El vicepresidente de la asociación española Hogar de las Niñas acoge en su residencia-escuela a menores en la India para evitar que se casen prematuramente.
  • «Es cierto que muchas de las niñas se han casado, pero tienen un oficio; son independientes», explica Guzmán Lago.

Guzmán Lago en una visita a España.

La India, el país de los hindúes, de los antiguos majarás; la tierra de las especias, el país del Ganges… y el de los matrimonios infantiles. A pesar de los avances registrados por Unicef en los últimos años, aún son muchas las niñas que son forzadas a casarse contra su voluntad. Dejando la ética a un lado, el futuro profesional de estas jóvenes está gravemente afectado: son más propensas a abandonar la escuela, acabar en trabajos con salarios abusivos y perder la voz en sus hogares.

En la aldea de Harispur, a tres horas de la ciudad de Calcuta, se encuentra el Hogar de las Niñas, un proyecto que ya celebra su décimo aniversario. Hasta ahí se desplazan centenares de familias, con hijas de entre 4 a 19 años, en busca de consuelo.

Cuando, en 2007, el español Francisco Perelló tropezó con esta residencia- escuela (entonces llamada Ma Sarada Shishu Tirtha) residían unas 100 niñas santalis. Lo emprendió un monje hindú hace 40 años para ofrecerles un lugar donde vivir. Tocaban a una comida diaria y gozaban de un suelo común al que daban el doble uso de aula y dormitorio. «Estaban acogidas, sí, pero en unas condiciones muy precarias», relata Guzmán Lago, vicepresidente de la Asociación Hogar de las Niñas.

Esta fotografía real que Perelló captó en su retina le dio impulso para querer buscarle continuidad a la casa. Su granito de arena acabó por florecer en 2009 con la inauguración del Hogar de las Niñas, ahora con dos espacios separados y en un estado saludable.

Aunque en la India «casi todos tienen móviles» es a través del «boca a boca como estas familias llegan a nosotros», explica. Familias que, por cierto, tienen que cumplir unos requisitos para recibir el certificado oficial de pobreza que otorga el gobierno y que solicita la asociación. «Suelen vivir de la tierra y no pueden educar a sus hijos ni mantenerlos en casa», cuenta Lago, quien se hace cargo de las niñas. Una vez allí, «los padres confían en nosotros porque están desesperados».

El Hogar de las Niñas no es solo una residencia, es también un espacio de aprendizaje: «Se levantan cada día con el acceso a tres comidas, un colegio al que asistir y tiempos de ocio». Les enseñan a estudiar y a ser personas. Y, sobre todo, trabajan para acabar con el matrimonio prematuro: «¡Que se casen cuando quieran y a su manera!», defiende Lago.

Para ello, aprovechan los domingos de visita y ofrecen charlas a las familias sobre la educación como alternativa al matrimonio. «Las madres lo entienden muy bien pero los padres no, porque creen que su obligación es casar a sus hijas», un error si se atiende a los datos recogidos por Unicef: se calcula que una niña con 10 años de educación tiene una probabilidad seis veces menor de ser empujada al matrimonio antes de los 18 años.

Por eso, el papel de la asociación en su educación es «fundamental» y, con ello, ha alcanzado su mayor logro: «la independencia de la mujer». «Es cierto que muchas de las niñas se han casado –explica Lago– pero tienen un oficio». Ese es el ejemplo de Menoca, quien contrajo matrimonio después de aprobar un curso de formación profesional y aprender a coser. «Se ha casado pero es independiente», defiende.

Pero no siempre lo logran. Es el caso de una de las mejores estudiantes de la casa, que había conseguido el dinero que concede el gobierno para ir a la universidad y estaba decidida a sacarse una carrera. Sin embargo, el padre pensó que su deber era casarla, «así que mandé a una de las niñas mayores a la aldea para que le convenciera; al final la presión de sus vecinos y familia hizo que la estudiante cediera ante su padre«, lamenta.

Aún con la sonrisa en la cara, Uncle (tío en inglés, como le llaman las niñas) relata su día a día en este pueblo alejado de sus raíces: «Nosotros no pretendemos cambiar el mundo, pero sí la vida de estas familias».

La continuidad del Hogar de las Niñas depende de las ayudas que reciben. La financiación es esencial porque, al ser una asociación española, solo recibe donaciones privadas. «Con tan solo 25 euros al mes una niña tiene educación, sanidad, vivienda y sostenibilidad».

Si en 2009 había 330 niñas que «dormían en el suelo», con una alimentación «pobrísima» y unas condiciones «lamentables», hoy son 280 las que se levantan todos los días con un autobús para ir al colegio, una comida y compañeras que se cuidan entre sí. Aunque aún haya mucho trabajo por delante, hoy en día el vicepresidente echa la mirada atrás y afirma con orgullo que, gracias a las ayudas, «han cumplido con su objetivo: dar continuidad al Hogar de las Niñas».

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