Cuba, entre la expectación y la rutina ante un histórico relevo presidencial

AGENCIAS

  • Por primera vez en sesenta años, el presidente del país no será un miembro de la familia Castro.
  • El relevo, que arranca este miércoles, no ha alterado la rutina diaria de los ciudadanos.

Cuba vive esta semana el mayor cambio desde la Revolución de 1959. Tras doce años en el cargo, Raúl Castro deja la Presidencia poniendo fin a seis décadas de dominio absoluto de su familia en la vida política, económica y social. El país afronta una nueva etapa sin el respaldo que a lo largo de su historia le han ofrecido distintos aliados internacionales y con fuertes convulsiones internas.

El relevo recaerá en una nueva generación de dirigentes con el actual primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, de 57 años, como favorito para ser el sucesor. Si se cumplen los pronósticos, Díaz-Canel, un dirigente formado desde la base del Partido Comunista de Cuba, se convertirá en el primer presidente de la isla nacido después del triunfo de la Revolución, el primero que no llevará uniforme militar en casi 60 años y, en definitiva, el primero de la era poscastrista.

La retirada de Raúl Castro sin embargo no será definitiva. Continuará siendo el presidente del partido y el comandante jefe de las Fuerzas Armadas.

La trascendencia de la cita ha llevado al Consejo de Estado a adelantar y ampliar la sesión, prevista en principio para el 19 de abril, y que ahora se desarrollará en dos jornadas.

Normalidad y cautela

Pero pese a la expectación, el acontecimiento no ha logrado alterar la rutina diaria de los cubanos de a pie, siempre más ocupados en resolver su complicado día a día.

El ambiente que se respiraba este martes en las calles de La Habana era de total normalidad, con los ciudadanos un tanto cautelosos a la hora de responder a los corresponsales sobre sus expectativas ante el cambio de presidente. «Estamos con mucha expectativa, tenemos esperanza de que el cambio sea para bien», comentaba a Efe Reinel, un tímido camarero de un restaurante de la bulliciosa calle Neptuno. Susana, una joven peluquera por cuenta propia, espera por su parte que los nuevos dirigentes «no cometan los mismos errores que los anteriores y que piensen en la juventud».

La situación económica, la vivienda, el transporte e incluso la burocracia y la corrupción aparecen entre las preocupaciones que señalan algunos cubanos cuando se les pregunta por las principales necesidades que debería resolver el nuevo presidente.

Los más jóvenes confían también en que mejoren las condiciones para el acceso a las nuevas tecnologías. «Internet todavía es muy caro para el cubano», señalaba Yohandry, un joven que intentaba conectarse con su móvil en una zona de wifi público cercana a la calle Galiano.

De Díaz-Canel la mayoría de los entrevistados valora su experiencia política y capacidad. «Fue un gran dirigente del partido en Santa Clara. Era un dirigente de clase humilde, que cogía la bicicleta y se recorría Santa Clara completa y buscaba las deficiencias», aseguraba Eduardo, vendedor callejero de los periódicos oficiales y que dice tener «el orgullo» de haber conocido al todavía primer vicepresidente.

Cuba ante el futuro

Fidel Castro abdicó en su hermano en 2006 obligado por su frágil salud. El menor de los Castro anunció en 2011 un plan para «actualizar el modelo económico y social».

Los llamados cuentapropistas florecieron y se multiplicaron con restaurantes y casas particulares centrados en dar servicio a la creciente masa de turistas. El culmen llegó en 2014 con un histórico acercamiento a Estados Unidos propiciado por el presidente Barack Obama.

La muerte de Fidel en 2016 animó los vientos de cambio, pero Donald Trump les puso freno meses después con una vuelta a la antigua política de enfrentamiento. «En estos momentos el país es como un barco a la deriva», asegura a Europa Press Martha Beatriz Roque, ex presa política de la Primavera Negra.

La socióloga cubana Marlene Azor sostiene que los éxitos de la Revolución se han perdido. El sistema sanitario ha quedado obsoleto —»uno tiene que llevar hasta las sábanas»—, mientras que la educación ha dejado de ser universal en el estrato universitario, reservado solo para «revolucionarios». En los niveles primario y secundario la calidad ha caído en picado porque los profesores prefieren trabajar como «repasadores» en clases particulares por los bajos salarios.

Las reformas económicas tampoco han funcionado. Granma, el diario oficial, reconoce que el 70% de las medidas anunciadas en 2011 no se han cumplido. El propio Raúl admite «errores e insuficiencias». «Tenemos que reconocer que nos falta mucho por hacer», dijo en una reciente reunión del Partido Comunista.

La lentitud se debe a la resistencia de la vieja guardia. Las licencias para el sector privado se han reducido hasta dejar 500.000 cuentapropistas que, de acuerdo con Azor, proceden de «la élite política y militar» o viven de las remesas. «Hablaremos de apertura económica cuando beneficie a todos los cubanos», reivindica la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler.

Sin los petrodólares venezolanos, sin el aliento de Obama y con las reformas estancadas, la necesidad ha vuelto. «No hay absolutamente nada para comer de proteína que no sean pollo, salchichas o un picadillo muy mal hecho que nadie sabe qué lleva», se queja Roque.

Entretanto, se avecina un cambio demográfico. La isla tiene una población cada vez más envejecida y los jóvenes, despegados de la retórica revolucionaria, «emigran porque hay una pobreza extraordinaria», ilustra Azor. «Si el Gobierno no ofrece oportunidades, el país se vaciará y se quedarán solos dándose órdenes unos a otros», augura.

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