Bruselas quiere prohibir los bastoncillos, las pajitas y las cuberterías plásticas

HÉCTOR M. GARRIDO

  • La UE propone atajar los plásticos de uso único, que suponen el 70% de la basura marítima.

Bastoncillos para los oídos

Medio millón de toneladas de residuos plásticos acaban cada año en aguas y playas europeas. Se daña el ecosistema marítimo, la salud de los humanos, los bancos de pesca y hasta el turismo porque nadie quiere bañarse en basura y el 85% de la que toca orilla… es plástica. Así que la UE dice basta. «Si seguimos así, en 2050 habrá más plasticos en el mar que peces», augura Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea y responsable de Desarrollo Sostenible.

El Ejecutivo comunitario presentó hoy una propuesta de directiva que profundiza en su estrategia de hacer reciclables todos los envoltorios plásticos para 2030. El foco, esta vez, son los plásticos de uso único. Una categoría en la que entran bastoncillos de oídos, cubiertos de picnic, palitos de globos, envoltorios de comida, vasos de bebida, envoltorios de golosinas, toallitas húmedas, compresas o colillas de tabaco que se usan, se tiran… y se adquiere otro en la siguiente compra.

La idea de la Comisión es prohibir estos productos fabricados con plástico porque suponen el 43% de la basura marítima. «No se trata de hacer desaparecer estos productos del supermercado, sino producirlos con otra materia prima. Los ciudadanos podrán seguir yéndose de picnic y limpiándose los oídos, pero con productos hechos otros materiales», matiza Timmermans. El material pesquero abandonado aporta otro 27% de desechos. En conjunto, se actuaría sobre el 70% de esta basura.

La CE pone cifras en euros para demostrar que ‘desplastificar’ el mar incumbe a la gente: aprobar esta propuesta de directiva, dicen, ahorraría 6,5 millones a los ciudadanos. «Las playas no se limpian con voluntarios», dice el vicepresidente. Las encuestas de Bruselas dicen que al 87% de las ciudadanía le preocupa la polución plástica, al 74% el efecto que pueda tener sobre su salud y todo un 94% dice el diseño de estos productos debe favorecer su reciclaje.

¿Y qué propone la Comisión? Reducir a la mitad este tipo de residuos. Esto se lograría, dicen, extendiendo a los fabricantes el coste de prevenir y limpiar las aguas; obligándoles a aplicar requisitos de diseño, campañas de sensibilización y normas de etiquetado; incentivando a los pescadores para que devuelvan en puerto los materiales que usan y; sobre todo, imponiendo objetivos de reducción «diferentes a productos diferentes».

¿Y qué significa esto de objetivos diferentes? Pues que se prohibirán los productos de plástico para los que exista «alternativas asequibles» (como los bastoncillos de algodón, palitos de globos, pajitas, platos, cubiertos y agitadores de bebidas) y se obligará a que se fabriquen con materiales más sostenibles.

Y no se prohibirá, sino que se fijarán objetivos nacionales de reducción a otros productos menos fáciles de sustituir, como los vasos, los envases de comida o las toallitas húmedas. «No se prohibe el uso de los envoltorios de comida, pero sí queremos que esos envases se reutilicen el mayor número de veces posible», dice Jyrki Katainen, vicepresidente de crecimiento e innovación. En el caso de las bebidas de plástico, se obligarñia a los países a recuperar el 90% de las botellas en el año 2025.

La Comisión calcula que los costes de cumplir con los objetivos se elevarían a dos billones de euros para las empresas, más otros 510 millones de euros para la gestión de residuos. «Se debe poner la responsabilidad en los hombros de quien hace esos productos», dice Timmermans sobre una propuesta que ahora se elevará a al Parlamento Europeo y al Consejo para que la adopten y que viene precedida por el «éxito» de la directiva de reducción de bolsas de plástico.

«La mayor parte de estos productos no se fabrican en Europa», apunta en todos caso Katainen. «Europa quizás no sea el mayor contaminador de los océanos con plásticos, pero sí puede ser liderar la búsqueda de una solución por un motivo económico, ambiental y moral», zanja su colega Timmermans.

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