Atajar la violencia y la corrupción, reavivar la economía y lidiar con Trump, los retos del nuevo presidente de México

20MINUTOS.ES / EFE

Frontera México - EE UU

Los mexicanos acuden este 1 de julio a las urnas en unos comicios históricos por el gran número de cargos a elegir, entre ellos el presidente, gobernadores, diputados y alcaldes, y por estar en juego un cambio político que puede relegar a los dos partidos que han dirigido el país hasta ahora: el PRI y el PAN.

Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Jaime Rodríguez Calderón son los cuatro aspirantes a ocupar la presidencia, tras una reñida campaña en la que apenas ha habido variaciones en las encuestas. De acuerdo con todos los sondeos, el claro favorito es el izquierdista López Obrador, líder del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

Sea quien sea el vencedor, la tarea a la que deberá enfrentarse es mayúscula. Aparte de los problemas derivados de las tensas relaciones con Estados Unidos, del futuro incierto de la economía y de la persistencia del cáncer del narcotráfico, el presidente Enrique Peña Nieto ha dejado un legado contradictorio, tras haber dirigido un gobierno que impulsó importantes reformas, pero que termina con una imagen muy manchada por la corrupción y la violencia.

Atajar la violencia es, sin duda, el principal reto que tendrá que encarar el nuevo presidente. México cerró 2017 con 25.339 asesinatos, una cifra sin precedentes en dos décadas, que supone un aumento del 18,91% respecto al año anterior. La propia campaña electoral ha estado marcada por una criminalidad desatada. Desde que arrancó el proceso en septiembre de 2017 hasta que concluyó, en la medianoche del miércoles, fueron asesinados 129 políticos, de ellos 27 candidatos a puestos de elección, además de precandidatos y funcionarios locales.

Estas cifras muestran claramente, a decir de los expertos, la debilidad del modelo de seguridad y de las instituciones del Estado. El nuevo mandatario deberá, no solo reforzar esas estructuras, sino también sanearlas y acometer cambios profundos que permitan enfocar el problema de un modo efectivo.

El difícil vecino del norte

El segundo gran desafío, con múltiples frentes, será Estados Unidos. La relación con el poderoso vecino del norte es una de las principales preocupaciones de México por la compleja revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y también por los comentarios despectivos del inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, que amenaza con quebrar una alianza de enorme importancia.

La renegociación del TLCAN, un convenio comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, en vigor desde 1994, y que Trump considera «terrible» por perjudicar, según él, la industria y el empleo de la primera potencia mundial, comenzó en agosto del año pasado. Pese a varias rondas de negociaciones y reuniones al más alto nivel, la modernización del tratado parece estancada desde hace varias semanas, algo que ha impactado en la situación económica de México, especialmente en indicadores macroeconómicos como el tipo de cambio.

La economía de México creció un 2% en 2017, un dato estable pero menor al 2,9% del 2016. En el primer trimestre de 2018, el Producto Interno Bruto (PIB) marcó un alza menor, del 1,3% interanual. Y aunque la inversión extranjera directa creció un 11% en 2017 hasta los 29.695 millones de dólares, los analistas coinciden en que la renegociación del TLCAN ha frenado la toma de decisiones empresariales, y, en general, ha acarreado incertidumbre.

La guerra comercial detonada por Trump —que impuso aranceles al aluminio y acero mexicano a finales de mayo, a lo que el Gobierno mexicano respondió con «medidas equivalentes»— no ha hecho más que recrudecer la situación.

A esta disyuntiva comercial se le añade un factor que dificulta enormemente la diplomacia: el temperamento de Trump y su férreo discurso contra la inmigración y contra México, su fijación en construir el muro fronterizo, y las continuas faltas de respeto.

Teniendo en cuenta que el nuevo mandatario mexicano no asumirá el cargo hasta diciembre, y que EE UU celebra elecciones legislativas en noviembre, se considera poco probable que el nuevo acuerdo comercial se cierre este año, pese a ser de vital importancia para México, que destina más del 80% de su exportaciones al país vecino.

La lacra de la corrupción

El último reto fundamental es la recuperación de la confianza en la limpieza de las instituciones y los servidores públicos. Desde el inicio de su gestión el 1 de diciembre de 2012, que trajo de vuelta al poder al PRI tras una ausencia de 12 años, Peña Nieto forjó un consenso con las principales fuerzas de la oposición para impulsar reformas constitucionales de gran calado. Algunas de estas reformas, como la educativa, fueron motivo de protestas sociales, pero Peña Nieto cosechó elogios de dignatarios extranjeros, de cuyos discursos desaparecieron las expresiones de preocupación por la violencia vinculada al combate al crimen organizado y a las violaciones a los derechos humanos que marcaron al gobierno de Felipe Calderón (2006-2012).

Sin embargo, todo comenzó a desmoronarse en 2014 a raíz de dos incidentes: la muerte de 22 presuntos delincuentes en Tlatlaya, de los cuales ocho fueron asesinados por militares, y la desaparición de 43 estudiantes de la escuela rural para maestros de Ayotzinapa en Iguala.

A estos acontecimientos se sumó en noviembre de ese año la publicación de un reportaje sobre una lujosa mansión de la esposa de Peña Nieto, Angélica Rivera. El escándalo caldeó aun más los ánimos y comenzaron a brotar los casos de corrupción. Lejos de calmar las aguas, el presidente las agitó más al aseverar en diferentes ocasiones que el problema de la corrupción en México es «una debilidad de orden cultural», lo que ha sido interpretado por muchos como una excusa para no atajar el problema en el interior de su administración.

Siguieron un rosario de revelaciones sobre matanzas por parte de fuerzas gubernamentales y nuevos escándalos de corrupción que implican a personajes cercanos al mandatario y gobernadores de su partido, con decenas de denuncias y escándalos por desvío de recursos públicos, contratos de servicios gubernamentales asignados a empresas «fantasma», accidentes mortales por obras públicas mal realizadas o la pervivencia del impacto del caso Odebrecht.

El máximo favorito para ganar estos comicios, López Obrador, cerró su campaña el miércoles ante unos 80.000 seguidores asegurando que transformará México para acabar con un «régimen autoritario y corrupto». El candidato aseguró también que «está a punto de comenzar la cuarta transformación de la historia de México». No va a ser fácil.

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