Ali, Lawrecence e Ibrahim, rescatados por el Aquarius: «Libia no es lugar para ningún ser humano»

AGENCIAS

Rescatados por el Aquarius

Ali, Lawrecence e Ibrahim son tres de los 106 inmigrantes que viajan hacia España en el barco Aquarius tras ser rechazados por Italia y Malta. Médicos sin Fronteras (MSF), que opera a bordo de la embarcación, ha difundido los testimonios de estos tres de náufragos, en los que han recordado su experiencia en Libia, país desde el que zarparon y que describen como «un agujero negro» de hambre, esclavitud y latigazos.

«Libia no es lugar para ningún ser humano. Te roban todo lo que tienes, incluida tu alma, y la aplastan», asegura Ali, nigeriano de 18 años, que perdió a sus padres cuando tenía 11 en un accidente de coche. Ali quería llegar a Europa pasando por Libia y un amigo de sus padres le pagó el viaje. Ali define el periplo marítimo como «terrorífico».

«Éramos 135 en el barco. Cuando salimos, la oscuridad era total. Desgraciadamente, ninguno de nosotros tenía chalecos salvavidas. Querían mucho más dinero, pero no teníamos suficiente. Pasamos casi 24 horas en al mar (…). Antes del rescate, nuestro barco estaba lleno de agua, hasta casi la mitad. Estábamos todos tan asustados. Cuando caímos al agua, hacía frío y estaba oscuro. Estaba completamente desnudo en el mar, la gente tiraba de mí, de mi ropa», explica. Su pesadilla terminó cuando fue rescatado por el Aquarius.

Ahora, Ali está «muy contento» y su principal objetivo es hacerse médico. «Quiero ser médico para ayudar a mi país, porque en África hay muchas personas sufriendo. Mi sueño siempre ha sido ser médico y salvar vidas y, después de haberlo visto en persona en este barco, ahora lo sé: ese será siempre mi sueño», asegura.

Lawrence, también nigeriano y de 18 años, asegura que Libia es «terrible si eres negro». «De verdad, os lo suplico: no quiero volver a Libia. Si alguien puede ayudarnos ahora, necesitamos ayuda de verdad, no queremos volver a Libia», ha pedido. «Ellos (los hombres) venden a la gente por dinero y trueque. Te dan dinero y luego te pegan», ha añadido en su testimonio difundido por MSF. Al igual que Ali, Lawrence también cayó al agua y pensó que moría. «Pensé que Dios nos había salvado», reconoce el joven al referirse al Aquarius, de la ONG SOS Méditerranée.

«Tenía miedo. Nunca había visto el mar así. No tenía chaleco salvavidas, solo mi ropa. Entonces dos de vosotros me sacasteis del agua», ha rememorado. Antes de dejar su país, era pintor, pintaba casas y edificios, y quiere trabajar de lo mismo cuando llegue a Europa, aunque asegura que puede hacer «cualquier cosa».

Subastado como un esclavo

Ibrahim tiene 20 años y es de Sudán. En Libia sufrió toda clase de vejaciones en una casa del desértico pueblo de Sabha (centro): «Me golpearon con una barra de hierro y luego con una goma. Mientras, los hombres me grababan y se reían de mí. Grababan cómo me golpeaban para obligar a mi familia a regresar a casa a por más dinero para comprar mi libertad», afirma.

Su pesadilla continuó en el municipio libio de Al Qatrum (sur), adonde se trasladó por trabajo y acabó siendo subastado «por hombres de piel clara» a cambio de 1.000 dinares libios, unos 630 euros.

«El hombre que me compró continuó golpeándome todos los días. Apenas me daba comida, solo agua salada y galletas saladas. Tiraba las galletas al suelo, como a un animal, y yo las comía. Solo pedía comida. Por cualquier cosa que pidiera, me golpeaba», ha relatado.

Finalmente, consiguió seguir su camino hacia al mar y pensaba que tardaría un par de horas en llegar a Italia y sería libre. «No tenía idea de que cruzar de Libia a Italia sería tan largo. Pensé que sería algo corto, como subirte a una barca, navegar por unas horas y ver la tierra», afirma.

La situación en el Aquarius

Uno de los doctores de MSF en el Aquarius, David Beverluis, ha señalado que el clima ha mejorado, aunque muchos sufren náuseas y la «enfermedad del mar», por lo que suministran muchas medicinas.

No obstante, afirmó que «el estado de ánimo general es bueno» entre las 51 mujeres, 45 hombres y 10 niños que viajan en la nave y, aprovechando que el sol brilló el pasado viernes, la gente conversaba en la cubierta y los más pequeños se entretenían jugando.

El objetivo, hasta su llegada a Valencia el domingo, es «mantener una buena higiene y saneamiento en el barco para evitar problemas de salud», subrayó el médico.

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