Latinoamérica sufre por falta de empresas medianas y clase media

Alguna vez fue la región más próspera del mundo emergente, pero ahora América Latina se ha quedado rezagada en los últimos años, en parte debido a su vacío intermedio: la falta de empresas medianas y la escasez de consumidores de clase media, según una investigación reciente.

Aunque la contribución de las economías emergentes al crecimiento mundial ha aumentado del 37 por ciento en 1980 al 60 por ciento este año, la participación de América Latina en dicho desempeño se ha reducido. Ha pasado de generar un tercio del crecimiento de las economías emergentes hace tres décadas, a contribuir apenas el 12 por ciento actualmente.

El crecimiento en toda la región promedió 2.8 por ciento al año entre 2000 y 2016, en comparación con la tasa de crecimiento promedio de 4.8 por ciento de otras 56 economías emergentes, excluyendo China.

Una de las razones por las que América Latina se está rezagando es que la región carece de un nivel sólido de empresas medianas capaces de crear empleos productivos y una clase media robusta de consumidores cuyos gastos y ahorros puedan impulsar la demanda y la inversión, según un informe del Instituto Global McKinsey.

Si se solucionan ambos problemas, se podría aumentar el crecimiento anual a 3.5 por ciento para el año 2030, estimó McKinsey; eso aumentaría el producto interno bruto de América Latina en US$1 billón, US$1,000 más al año per cápita.

“Las compañías más pequeñas no están creciendo lo suficientemente rápido como para volverse grandes”, dijo Alberto Chaia, socio principal de McKinsey en la Ciudad de México y coautor del informe. Y advirtió que “la demografía está cambiando. Ya no se puede depender de la demografía para crecer”.

Cuando se miden en relación con su PIB, Argentina, Brasil, Chile y México solamente tienen aproximadamente la mitad de la cantidad de empresas con ingresos superiores a los US$50 millones que otras 10 principales economías emergentes que McKinsey utilizó como comparadores — China, India, Indonesia, Malasia, Filipinas, Polonia, Rusia, Sudáfrica, Tailandia y Turquía.

La región cuenta con titanes como Anheuser-Busch InBev, América Móvil, Bimbo, Cemex, Embraer, Femsa, Techint y Arcor, pero, al otro extremo de la escala, abunda la informalidad.

Y la población de América Latina está drásticamente dividida económicamente entre personas extremadamente ricas y personas muy pobres, lo cual lastra el nivel de ahorro y, por lo tanto, la tasa de inversión, que se encuentra a la mitad del nivel de las economías emergentes de Asia oriental.

Desde el año 2000, la pobreza en la región se ha reducido a menos del 15 por ciento de la población, pero una cuarta parte de los latinoamericanos sigue estando en riesgo de pasar a la clase baja debido a los altos precios, la falta de empleos con salarios más altos y el poco acceso al crédito, dijo McKinsey.

Ambos factores se relacionan entre sí, dijo Andres Abadia, economista internacional de alto nivel de Pantheon Macroeconomics: “Los consumidores de clase media representan alrededor del 40 por ciento del total de la población latinoamericana. Es muy importante que les vaya bien para que crezcan las pequeñas y medianas empresas”.

Y la productividad es un “un problema masivo”, dijo el Sr. Abadia. “Los gobiernos deberían invertir en investigación y desarrollo, así como en educación e infraestructura, para elevar estas cifras”.

Según Marco Oviedo, economista jefe de Barclays en México, “el desafío para las empresas y los sindicatos también es establecer algún tipo de regulación para vincular el crecimiento salarial con la productividad con el propósito de evitar una mayor inflación o mayores costos para las empresas”.

Las empresas de la región también deben desprenderse de los subsidios gubernamentales que crean distorsiones económicas, dijo.

Algunos factores contribuyentes son idiosincrásicos de determinados países, según Gersan Zurita, vicepresidente de Moody’s. En México “la economía es bipolar, dominada por oligopolios y monopolios. Por ejemplo, una única gran compañía de servicios públicos que es propiedad del gobierno o una gran compañía petrolera también propiedad del gobierno”, dijo. “Y luego un montón de pequeñas compañías; no hay mucho en el medio”.

El sistema tributario mexicano está frenando a las compañías al incentivarlas en la práctica a permanecer pequeñas, añadió: “En cuanto tienen más de 200 o 250 empleados, su impuesto sobre la renta se dispara, por eso prefieren no contratar”.

Mientras tanto, en el caso de Brasil, el Sr. Zurita culpó las regulaciones arcaicas, los sistemas fiscales y la burocracia.

“En esta nueva economía, las compañías deben actuar con mucha rapidez para ponerse a la par de las empresas globales y expandirse, pero no pueden lograrlo con un sistema que tiene 80 años”, dijo, y señaló que el gobierno está intentando digitalizar y simplificar estos sistemas

Es un asunto que ocupa cada vez más las mentes de los gobernantes en la región.

En México, el presidente nacionalista de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, ha prometido sacar el país de una rutina de tres décadas en la que el crecimiento ha promediado alrededor del 2 por ciento cada año, pero la economía se contrajo en el primer trimestre.

El presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, ha prometido abrir la economía relativamente cerrada de Brasil, pero enfrenta una batalla con respecto a la reforma de las pensiones. Eso tiene consecuencias económicas, según Cassiana Fernández, economista principal para Brasil de JPMorgan.

“Las tensiones políticas de principios de año produjeron una importante disminución en la confianza empresarial, lo cual tuvo consecuencias para el crecimiento de este año”, dijo.

Hay señales de progreso: un número cada vez mayor de empresas de tecnología financiera como Nubank, Rappi, Mercado Libre y Cornershop marchan a la vanguardia de la innovación en lo que el Sr. Chaia de McKinsey llamó “las primeras señales de una primavera digital”.

Pero cambiar el rumbo de la economía de la región requiere que sus frágiles medianas empresas se vuelvan más dinámicas, dijo. “A menos que se promueva la formalización, la digitalización de la economía y un aumento de la productividad, será muy difícil crecer en lo absoluto”.