Fondos y deuda, preocupaciones a una década de la caída de Lehman Brothers

NUEVA YORK. Este 15 de septiembre se cumplirán 10 años de la caída de Lehman Brothers, el que fuese cuarto banco de inversiones de EEUU y símbolo del inicio de la mayor crisis desde 1929, un tsunami que los economistas esperan que no se reproduzca pese a temer al bajo control de los fondos y al alto endeudamiento.

La caída de Lehman Brothers fue la gota que colmó el vaso en una práctica que asumieron determinadas entidades financieras con las “subprimes” o créditos hipotecarios de alto riesgo, en un sistema financiero poco transparente que demostró la necesidad de una mayor regulación y controles.

EEUU aprobó un rescate de los activos tóxicos de su banca por 700,000 millones de dólares y posteriormente activó un plan de estímulo por 790,000 millones.

En 2009, el G20 acordó impulsar la regulación del sistema financiero internacional, y es que había que mejorar los estándares de calidad. El tsunami había llegado y la economía mundial se contrajo un 2,1 % por primera vez desde la segunda guerra mundial, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Y es que tras el colapso registrado en el número 725 de la Séptima Avenida de Nueva York, cayó el 20 % del comercio mundial, un 80 % de los países entró en recesión -las economías emergentes aguantaron- y se puso en cuestión la zona euro, con países con graves dificultades, como Grecia, Portugal o España, lo que llevó al Banco Central Europeo (BCE) a un plan de recompra de deuda pública y a ajustes presupuestario que afectaron los servicios públicos.

“Lehman Brothers es un símbolo, porque todo empezó mucho antes”, apunta a Efe Nicolas Veron, experto en regulación financiera y profesor en el Peterson Institute for International Economics.

Para el autor de “La gran depresión. Crónicas del capitalismo financiero”, antes del colapso de Lehmna Brothers hay que recordar por ejemplo el rescate en 2007 por parte de la Reserva Federal de Bears Stearns, que acabó engullido por JP Morgan tras su mala praxis con las hipotecas basura.

El mismo día en que quebró Lehman Brothers, Bank of America y Merrill Lynch se fusionaron y poco después Goldman Sachs y Morgan Stanley se convirtieron en un “holding”.

Las firmas hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac y la aseguradora AIG fueron rescatadas por el Estado y luego aún vendría otra megafusión entre los bancos Wells Fargo y Wachovia.

“Ya en aquel momento había una gran incertidumbre y no se sabía quién tenía realmente garantías de seguridad”, apunta Veron, que recuerda que la crisis demostró “la falta de supervisión del sistema financiero en Estados Unidos” y la “debilidad bancaria en Europa”.

Los economistas ven dos riesgos principales en el sector financiero, el poder de los fondos de inversión y el sobre-endeudamiento público y corporativo, mientras hay un tercero, la concentración bancaria, que relativizan diez años después.

Los analistas también están expectantes para ver hasta qué punto el presidente estadounidense, Donald Trump, tensionará la economía con su política comercial proteccionista y arancelaria, sobre todo con China.

Para Edmund Fitzerald, catedrático en Finanzas Internacionales de la Universidad de Oxford, la concentración bancaria derivada de la crisis debe compensarse con una mayor “segmentación” que sirva de “cortafuegos” y contemplar cada vez más la banca como un servicio público, con una “supervisión aún más activa”.

“La regulación bancaria tiene que ser aún más internacional”, recomienda Fitzerald en declaraciones a Efe, quien cree que hay que acabar con el “agujero negro” que representan los paraísos fiscales.

“El problema no es la banca, sino los fondos -añade- porque el riesgo siempre es el colapso, que afecte a las personas que no han invertido en ellos. Si hay gente pudiente que quiere invertir en eso pues muy bien, pero deben asumir que pueden perder su dinero sin que afecte a los demás”, explica Fitzerald.

El otro asunto que le preocupa es el sobre-endeudamiento, algo siempre subjetivo porque dependen de la capacidad de pago y cuya novedad radica tras diez años en que ahora afecta “al norte”: “la otra crisis no llegó más lejos gracias a la capacidad de los gobiernos de emitir deuda, pero el problema es que se ha reducido el margen de maniobra ante una posible nueva crisis”.

Fitzerald es miembro de la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Internacional de las Empresas, una plataforma de economistas reunida recientemente en Nueva York bajo la batuta del premio Nobel Joseph Stiglitz.

El presidente de esta entidad, José Antonio Ocampo, catedrático en la Universidad de Columbia, cree que “los tiempos son diferentes a hace diez años”, ya que “dependemos más del mercado de bonos que del mercado bancario” y porque “estamos mucho más sobre-endeudados”.

Ocampo, a favor de poner aún más regulaciones y controles, es de los más optimistas porque, a su juicio, la crisis del euro (2011-2012), la reversión de la política monetaria expansiva de EEUU (2013) o la salida masiva de capitales de China (2015-2016) demostraron que fueron situaciones que se pudieron acotar.

“Yo soy de los que piensan que no vamos a volver a un proceso generalizado de crisis”, concluye en declaraciones a Efe.